Por Juan José de Guzmán.-
La segunda muerte de Favaloro
Cuentan los duendes que habitan la Fundación, que el Doctor Favaloro hubo despertado de su largo sueño, preguntando qué sucedió durante sus años de ausencia, si gobernaba aún De la Rúa, a quien le había enviado una carta que no fue contestada antes de partir. Qué fue de quienes lo sucedieron, cómo es que se habían erradicado el hambre y la pobreza y cómo se había avanzado tanto en la educación, según le acababa de contar un señor de bigotes exuberantes y apellido Fernández.
Como se cruzó en el camino con un muchacho de aspecto afable y apellido Peña, que contradijo todo lo dicho por aquel pequeño hombrecito, se detuvo para prestarle más atención. Aquel muchacho de hablar pausado y mirada serena lo retrotrajo a una cita (que sí recordaba) del genial Nano, aquella que decía que nunca era triste la verdad, que lo que no tenía era remedio.
En su larga conversación lo informó de todas las obras que se estaban haciendo (ahora sí, soterramiento del Sarmiento) y de las mejoras que su gobierno estaba llevando a cabo con “los abuelos” a quienes habían reparado históricamente. Una vez terminada aquella charla, preso de su curiosidad, se dirigió a la ANSES más cercana de incógnito para averiguar a cuánto había llegado la suya. Una vez que un tal Basavilbaso le hubiera informado el monto (RIPTE mediante) regresó (cabizbajo) a la Fundación, tras el negativo impacto en la institución que cuida de los mayores. No bien ingresó, se detuvo ante unas pantallas de TV que hay en la recepción. Ellas mostraban unas bitácoras escritas en cuadernos Gloria, que hablaban de bolsos llenos de dólares, que pertenecían a un chofer de nombre Centeno, que era quien los distribuía, de manera Baratta. Un sudor helado le corrió por las sienes, pensó que tan sólo uno de esos bolsos hubiera bastado para evitar su partida. Fue entonces que tras el baño de realidad, René se encaminó resueltamente hacia la oficina del presidente de la Fundación y se encerró. Se escuchó un disparo. Su última reflexión quedó flotando en el ambiente: «Ser honesto en esta sociedad insensible y corrupta tiene su precio» y volvió a partir.
El 29 de julio se cumplieron 24 años del suicidio del doctor Favaloro, un verdadero prócer nacional, y este 3 de diciembre que se conmemoró un nuevo “día del médico” hubiera estado bien que se hubiera recordado al insigne René.
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