Por Juan Manuel Otero.-

Soy contrario, por supuesto, a todo acto terrorista, a todo intento de atropellar la razón y opinión del prójimo, a todo acto que viole los derechos humanos o siegue vidas en ancas de supuestas reivindicaciones sociales. Pero esta posición es estricta en el sentido que también rechazo la hipocresía de considerar «lucha de jóvenes idealistas» al terrorismo que, por motivos religiosos, políticos o los que fueren, se alzara en armas contra un gobierno democrático asesinando a hombres, mujeres, niños, ancianos, colocando bombas, tomando guarniciones militares, asesinando conscriptos por el solo hecho de usar el uniforme y estar cumpliendo con la Patria, en fin que es una historia que los argentinos conocemos por haberla sufrido en carne propia.

Y cuando nuestra Patria y nuestra población recibía aquellos crueles ataques, aquellos cobardes atentados, los medios internacionales cubrían la Maratón de Chicago, la elección de Miss Mundo o la Primavera del Mayo francés, guardando llamativos silencios sobre las andanzas de los terroristas vernáculos, entrenados en Cuba y otros paraísos democráticos.

Silencio que se trocaría por unánimes y altisonantes denuncias de violaciones de derechos humanos en cuanto el Presidente de la Nación, General Perón, ordenara combatir la guerrilla y aniquilar uno a uno a esos «psicópatas», en su enérgica proclama.

Vale hoy su recuerdo: «El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar.»

Pues bien, cuando las Fuerzas Armadas iniciaron la represión ordenada por su Comandante en Jefe -decisión compartida por la sociedad-, los medios internacionales y no pocas personalidades del mundo nos acusaron con todos los vergonzantes e injustos calificativos, «genocidas», «represores», «asesinos», todo nos cabía y pasamos a ser conocidos en el mundo por las violaciones a los Derechos Humanos, olvidando y haciendo cómplice silencio sobre la causa de aquella represión. Los asesinos pasaron a ser «víctimas inocentes», «jóvenes idealistas y maravillosos».

Y ahora, lamentablemente, nuestros hermanos franceses están sufriendo en carne propia lo que es el terrorismo, más de 100 muertos y otros tantos heridos es el saldo de este traicionero ataque.

Los comprendo absolutamente y me solidarizo con el pueblo francés y sus autoridades. Hoy Francia promete una «guerra implacable» contra los terroristas.

Hoy justifican la «represión». Tal vez ahora comprendan nuestra historia reciente. Hago votos para que no sufran las mismas finales consecuencias, que no caigan en los mismos errores. Nosotros entregamos un par de miles de inocentes argentinos al fuego de las armas de aquellas bestias sedientas de sangre.

Y hoy cientos de quienes los combatieron cumpliendo órdenes han muerto en prisión privados de todo tipo de atención médica ni respeto de sus derechos humanos, en violación a las normas legales y constitucionales, acusados sin sentencia en juicios circenses, con Tribunales de prevaricadores y falsos testigos, mientras miles los sobreviven pasando sus últimos tristes días de ancianidad encerrados en crueles mazmorras.

Es que hoy, muchos de aquellos terroristas están en el gobierno. Pido a Dios que esta perversa injusticia acabe pronto.

Hermanos franceses, créanme, pese a todo, que los comprendo y me solidarizo con ustedes.

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