Por Paul Battistón.-
¿Qué es una revolución sino una certera patada directa al entumecimiento de soportar lo que se salió de control?
Así se fue Juan Domingo Perón, corrido por una revolución, lo de golpe lo había practicado y usado específicamente él mismo como inicio de su carrera conspirativa o política.
Cuando una revolución no tiene contrarrevolución o la misma no es suficiente para detener la primera, es porque la debilidad del régimen edificado sobre su fracaso es lo suficientemente evidente como para que masa alguna se decida a correr el riesgo de complicidad indudable con lo que sufrirá algún tipo de juicio o revancha.
Los regímenes merecedores de una puesta en retiro agitada sólo tienen un final concreto si el descabezado es riguroso, sin herederos potables de poder conservar algún carisma capaz de reponer en escena mediante replanteo alguno lo que fue apartado como insoportable o fracasadamente erróneo.
Perón no dejó carisma heredero, sólo convencimiento y sumisión a su doctrina. Los emisarios fueron su modo de penetración en la política. A sólo tres años de su corrida tormentosa del escenario de un país en llamas y con una profunda división, hizo uso intensivo de esta última y de un ir y venir de enviados y chupamedias sin otra voz más que la de él mismo. Sólo tres años bastaron para que Juan Domingo Perón volviera a intervenir en forma concreta en las cuestiones políticas del país que lo prefería lejos (un gran error en la definición de los acontecimientos). Desde Caracas pidió el voto en blanco, eligió los candidatos más convenientes para la supervivencia de su doctrina, indicó traiciones, boicoteó la marcha económica e instigó lo que ya había probado con éxito, golpes de estado.
A menos de tres años de la condena de CFK por administración fraudulenta y a sólo 5 meses de la confirmación definitiva de esa condena y su confinamiento insigne en el 1111, en balcón con vista a la devoción, la expresidente condenada no ha dejado de interferir en la política del país que dejó en la miseria, con un ritmo inflacionario al borde del estallido y a la total deriva bajo una conducción delegada a un inútil y un crápula. Desde su naufragio político que significó estar escondida tras la máscara de una unidad dibujada de moderación, ahora propone un proyecto de país al que supone inmerso en una crisis consecuencia de la ausencia de proyecto como si 20 años de kirchnerismo no hubieran sido prueba suficiente de nuestra peor catástrofe.
La palabra desafío no falta en su última injerencia como nunca faltó a lo largo de sus desgobiernos; es una cuestión intrínseca al peronismo desafiar la realidad y el sentido común.
Con frase prestada y malinterpretada desafía a vuelta de posteo con el clásico “es la economía estúpido”. Y sí, quizás es la economía estúpida, que siempre fue incapaz de entender que es voluntad del peronismo someterla a vericuetos para finalmente llegar a esa deducción tan propicia a la doctrina de que el mercado es ese gran enemigo que pretende el manejo de la economía para su propio beneficio y para contrarrestar esa mala leche nada mejor que combatir el capital.
Los líderes del fracaso y la destrucción siempre tienen documentos a resguardo de sus catástrofes dejadas, siempre bregan por el debate sobre los mismos y el trazado de hojas de rutas del delirio forzado.
Cristina se acaba de convencer de que Argentina se encuentra en una encrucijada y que el mundo se está redefiniendo bajo nuevas tensiones políticas. Alguien debería avisarle que llega tarde y que gran parte de esa redefinición (si así se le pudiera llamar) ha venido con la compañía de nuevos actores y uno de ellos, en su condición de total outsider, es quien ha dejado en estado de obsolescencia y trágica exposición la gran estafa de la doctrina de la justicia social.
Por cierto… sí, es la economía, estúpida.
Y pedir abandonar la macroeconomía del desacuerdo es la confirmación de lo de estúpida.
Por suerte, no es en Caracas, es en San José 1111, bien cerca y a mano de la justicia.
20/11/2025 a las 1:17 PM
El Ing. Battiston se congratula de que «El síndrome de Caracas» esté hoy en el barrio de Constitución de la Ciudad de Buenos Aires y, «a mano de la justicia». ¡Ojo!, el Poder Judicial ha demostrado en nuestros pagos que por oportunismo termina ejercitando «la justicia social».
No en vano el Martín Fierro explica: «La ley es como el cuchillo:/ No ofiende a quien la maneja» (Verso 6562).