Por Italo Pallotti.-
Esta Argentina nuestra parece destinada a vivir en una especie de laberinto; donde la idea de salir de él está predestinada al fracaso. Inmersa en una catarata de simbolismos donde los comportamientos de la sociedad, pareciera, se instalan permanentemente en la luz y la oscuridad. Cuando un hecho, aunque fortuito, nos acerca a una realidad que satisface el espíritu; casi en simultáneo aparece otro que destierra la ilusión y se vuelve a caer en la apatía, en una monotonía del sinsabor que por cierto se asemeja a una patología; un síntoma capaz de vulnerar todo vestigio de esperanza. Un simple razonamiento nos instala, de pronto en el aniversario del triunfo por el Mundial de Fútbol, celebrado esta semana; donde una multitud pocas veces vista salió a celebrar. Abigarrados en un sentimiento singular en algo que resumió el deseo del festejo. Chicos y grandes, pobres y ricos, unidos en una particular simbiosis. Capaz, aunque efímera, de proyectar un deseo que miles querían ver perpetuar hacia el futuro. No sólo la bandera nacional parecía unirlos en el festejo; también la euforia, el grito sincero de adhesión a un sentimiento de orgullo de lo conseguido por la Selección. Rienda suelta a una emoción pasional y visceral; a ojos vista auténtica, sólo comparable a hechos históricos, lejanos en el tiempo.
Y por aquello apuntado al principio, la semana, este miércoles y jueves para ser exacto, mostró la contracara de lo expuesto. Porque la calle volvió a exhibir la cara infeliz, triste, compatible con lo más oscuro que se puede esperar de una parte importante de la sociedad. Entre la tradicional y añeja de los “jubilados” y la convocada por el Sindicalismo, el mundo K y la izquierda para oponerse a la Reforma Laborar nos acercaron a ese mundillo, hijo de la demagogia y el populismo, capaz de mostrar la cara más feroz y contrapuesta al raciocinio. Nada que se asemeje al sentido común. Una patética escenificación del sentido auténtico del reclamo. Una dispersa multitud, llevada para la ocasión (en su mayoría), debió, aunque muchos no sabían el porqué de estar allí, asistir a las propuestas más inverosímiles y provocativas hacia el gobierno. El “preparatorio”, previo a la marcha, fue una siembra alienada llena de amenazas que chocaban de frente con la racionalidad y el buen proponer. Desde denunciar “Votos comprados”, pasando por “Ladrones y Judas” hacia sus pares (adversarios políticos) en el Congreso, hasta la “religiosidad” de los planes hacia el futuro, en el espectacular palco para las cúpulas sindicales, anunciando nuevas medidas, como “nuevas marchas” hasta el “paro general”, adornaron una jornada para el olvido. Nada traerá paz. Menos, soluciones. Sombría esperanza para una clase obrera, sumida en el ostracismo y la precariedad. Comparado con lo expresado al principio, nubla el recuerdo. Ahuyenta sensaciones que alguna vez gratificaron el alma. Por otro lado el golpismo, como una nube tóxica, sigue contaminando el espíritu de los que quieren vivir en paz y es obvio que no toleran estos comportamientos en la periferia de la barbarie. En la centralidad del subdesarrollo y la decadencia.
En tanto, el gobierno y parte de sus aliados, inmersos en una turbulencia proverbial, casi de manual, dejan jirones de su prestigio construido, casi meticulosamente, buscando ser distintos. Nada parece ser así. Si se quiere ser de ese modo, los mecanismos y las conductas deben serlo en la misma medida. Porque de lo contrario, como diría Honoré de Balzac (“La Comedia Humana) “todo poder es una conspiración permanente”. Si aspiramos pulir el sentido de la Democracia y la República, debe hacerse desde medios con sinceridad de procederes entre los miembros del poder. De no ser así, como se dice el título, que no tengamos que pensar que unos y otros “¡dan pena!”.
20/12/2025 a las 12:47 PM
Se puede salir del laberinto ¿? SI.
Pero sin peronismo, sindicalismo peronista y sus derivados, como su último engendro que es, el loquito Milei.
20/12/2025 a las 3:36 PM
Como dice Ítalo Pallotti: «Unos y otros dan pena». Entre estafadores, delincuentes confirmados, subversivos encubiertos y «oportunistas militantes» nunca fue posible que fuera de otro modo.
La masa electoral siempre lo supo, pero sus temores hicieron posible que se encumbrara el «histriónico payaso Milei».
El laberinto hacia el descalabro siempre puede superarse: solo falta el liderazgo capaz de convencer, motivar y organizar, descartando a los muy conocidos «saltimbanquis» seguidores de cualquier alternativa.
20/12/2025 a las 5:57 PM
MI MAMÁ DA PENA POR LAS COSAS QUE TIENE QUE HACER PARA LLEGAR A FIN DE MES.