Por Luis Alejandro Rizzi.-
El lunes pasado, por medio de Marco Rubio, Donald Trump le hizo llegar a Benjamin Netanyahu, su acuerdo por la llamada campaña final en Gaza, donde permanecen seiscientos mil palestinos, sin destino en sus vidas.
A la vez, Hamas, que no deja de ser una milicia armada, no pudo considerar un “alto el fuego”, porque su cúpula fue atacada mientras consideraba la posibilidad en Doha, Qatar, un tercer país.
Es fácil entender que Israel necesita fronteras seguras y que tampoco puede continuar su vida pendiente de su poder defensivo militar, ya que en definitiva ninguna defensa, por más perfecta que sea, es inviolable.
No existe en esta vida la “invencibilidad”.
Pero a la vez debemos, en esta época del siglo XXI, en que las guerras ganadas tampoco son una alternativa de paz, sólo se pueden generar treguas.
Desde que terminó la segunda guerra mundial, no existió paz en el mundo, pero ahora, con la aparición de las “milicias armadas”, apareció un nuevo protagonista difícil de identificar, cuyas banderas son el odio y la muerte, lo que excluye toda posibilidad de negociación.
Creo que Israel está ante este dilema extremadamente cruel, su vida depende de otras vidas.
Pienso que la cuestión excede a Benjamín Netanyahu, ya que su sucesor heredará este dilema.
Poco ayuda Donald Trump, que sólo ve en Gaza un negocio y en definitiva defiende el concepto de Putin de las zonas de influencia, Gaza para Israel y Ucrania para Rusia y para la población palestina el destierro.
De todos modos, Israel se adueñará de Gaza, porque el pueblo palestino no se rendirá.
Es comprensible la mutua desconfianza, pero para eso existen las llamadas “fuerzas de paz” que durante varias años, mejor dicho generaciones, deberán ser los gendarmes de las respectivas fronteras.
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