Por Paul Battistón.-

¿Sostenido por una intervención lograda a tiempo justo o triunfador en la precisa medición del escenario de la realidad que casi nadie entendió ni vio venir?

Las dudas sobre la suerte o la genialidad de Milei en su arribo intacto a las elecciones y la obtención del trofeo mayor (un triunfo contundente) se desvanecerán con el tiempo y no será un desvanecimiento que aniquilará una de las alternativas de la duda. Será el desvanecimiento de una nimiedad ante la preponderancia de la aparición del inevitable nuevo escenario del cual nadie tenía posibilidades de escapar, solo elegir entre la trascendencia o lo secundario.

MAGA es la estrategia pergeñada por Trump aun antes de asumir y su voluminosa aspiración no fue apreciada (o tomada en serio) ni siquiera cuando Trump indicó que Milei también era MAGA (sólo que en esa ocasión cedió la A a Argentina).

Dos unidades contendientes y al medio la barbarie como actor secundario sólo útil para ejercitar a través de ella el uso de la política y el entrenamiento necesario de las fuerzas coercitivas y diplomáticas.

La guerra del capital (o de las transacciones) nos hace mirar al lejano oriente pero a través de la ventana occidental del Pacífico (repentinamente el globo giró). Todo capital está en disputa, el humano, el tecnológico, el científico y las metrallas son de divisas en ráfagas aranceladas.

De nuestro lado, toda la gran isla (América) en ese intento de alianza (a forzar), donde se espera que el contagio del progreso y por consiguiente el bienestar (del cual Argentina debería ser el faro sur) termine conformando el MAGA física y geográficamente concreto.

Al otro lado de la trinchera, ese oriente con ciudades que hace sólo 30 años contaban con menos de 100 mil habitantes y hoy son monstruosas aglomeraciones productivas de más de 10 millones de habitantes. El padre de este milagro, Deng Xiaoping, el pequeño hombre que miró al futuro y entendió por ese entonces que el desánimo era lo que ataba a China al fracaso. Muchos temieron que China hundiera a Hong Kong en la miseria pero fue China la que se quitó la miseria con el modelo Hong Kong.

China dejó de ser un rancio comunismo para convertirse nuevamente en un imperio de emperador disimulado y para ello sólo debió dejar suelto el incentivo para que los chinos fueran dueños de sus éxitos o fracasos. El gobierno obviamente que no; algo tan importante no se puede dejar en manos de alguien elegido por la estadística resultante de un conteo de voluntades que pueden ser pobres en sus aspiraciones.

Mientras que en la mayoría de los países occidentales la inestabilidad política o institucional afecta directamente el curso de su bienestar económico, China ha logrado que la estabilidad política forzada puesta a resguardo de la libertad de elegir no interfiera en absoluto con el éxito económico montado en una libertad sin escrúpulos morales, éticos o creativos. Con esta fórmula 800 millones de chinos abandonaron la pobreza y un total de 300 millones alcanzaron la riqueza.

Los mayores éxitos y los mayores ratios de progreso han sido en estas últimas décadas coincidentes con esas naciones que adoptando la libertad de mercado conservaron la ya largamente ejercitada ausencia de libertad política (China, Singapur, Vietnam).

EEUU parándose frente al gigante ha restringido libertades para fijar trincheras. El combate ha comenzado, Trump en tres años deberá dejar las líneas de frente claras para luego poder ser empujadas por un “duro”. El trabajo interno requiere necesariamente del masaje del orgullo propio (algo así como patriotismo donde la palabra América no puede faltar). Tiene también tres años para recitar el discurso de Roosevelt de pie en las cuotas necesarias ante el congreso de los ciudadanos de a pie que deberán darle la razón con un sí (posiblemente a Vance).

Los dos grandes concursantes de la competencia planetaria coinciden en el uso de restricciones para sostener sus espacios, políticas de un lado y comerciales desde el otro. De este enfrentamiento es de esperar que no degenere en un conflicto armado (Tanto Xi Jinping como Trump muestran predisposición a las cuestiones diplomáticas), también podremos esperar un brutal progreso tecnológico y científico (ya iniciado) producto de la competencia, un redireccionamiento de los gobiernos de América, un aumento de la influencia China en sus vecinos. Veremos a Europa sumergida en conflictos propios y directamente relacionados con medio oriente si Erdogan sigue su actual rumbo de impulsos ideológicos y religiosos.

Taiwán será la estrella riesgosa donde el enfrentamiento de capitales y divisas puede ser puesto a prueba como el mecanismo más eficaz de obturación de posibles actos armados.

Groenlandia, la aislada Islandia y el ártico canadiense son parte de esa América de la MAGA que EEUU no puede resignar por el riesgo de ceder espacio a la única potencia obsoleta sumergida en pretensiones anacrónicas, Putinlandia.

América ha quedado en el centro del planisferio, hacia su oriente, tras la trinchera atlántica, el pasado negándose a apagarse, y hacia su occidente, lo milenario, quien le disputa el futuro.

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