Por Hernán Andrés Kruse.-

El 29 de marzo de 1962 las fuerzas armadas derrocaron al presidente Arturo Frondizi. El hecho significó un duro golpe para el antiperonismo gobernante ya que desnudó la fragilidad de su estrategia aplicada en relación con el peronismo, basada en el más absoluto jacobinismo.

En febrero de 1958 tuvo lugar la elección a presidente. La nota distintiva la daba la proscripción del peronismo. La competencia, por ende, se redujo a Arturo Frondizi, en representación de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), y Ricardo Balbín, en representación de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Frondizi había sido un emblema del antiperonismo durante el apogeo de Perón. Sin embargo, para acceder a la presidencia decidió pactar con el General para atraer al peronismo. Ello explica el 44% de los votos que obtuvo contra sólo el 28% de los votos obtenidos por Balbín, el candidato de la Revolución Libertadora. Esos números le permitieron a la UCRI conseguir un claro dominio en el congreso (dos tercios de los diputados y la totalidad de los senadores) y todos los gobiernos provinciales. Pero se trataba de un dominio prestado, lo que a la larga precipitó su traumático alejamiento del gobierno.

Como bien señalan Floria y García Belsunce en su clásico libro “Historia de los argentinos”, Frondizi asumió con una legitimidad de origen sumamente frágil. Si bien ganó democráticamente, un buen número de los votos que recibió no le pertenecían. En otros términos: Frondizi llegó a la presidencia gracias a Perón. Y si algo ha enseñado la política a lo largo de la historia es que nada es gratuito o, si se prefiere, los favores, a la corta o a la larga, se pagan. Perón se lo hizo saber desde el principio. Apenas se sentó en el Sillón de Rivadavia don Arturo se vio obligado a tomar aquellas medidas de gobierno exigidas por su “patrocinante”. Pero aquí no terminaban los problemas para el flamante presidente. En la vereda de enfrente el antiperonismo desconfiaba de don Arturo. Y lo hacía con justa razón. De manera pues que Frondizi se vio obligado a realizar una tarea imposible: quedar bien con dos bandos que eran enemigos irreconciliables.

En su discurso de asunción afirmó que había que dejar atrás el pasado y mirar al futuro con fe y optimismo. Se trataba de una mera manifestación de deseos ya que en aquel momento era imposible lograr que el peronismo y el antiperonismo enhebraran algún tipo de acuerdo político. También afirmó que ningún argentino sería perseguido por sus ideas políticas o por sus actividades gremiales, que combatiría a la burocracia, que normalizaría la actividad gremial y que las fuerzas armadas estarían al servicio de la democracia.

Lo primero que hizo don Arturo fue enviar al congreso un proyecto de amnistía general y al poco tiempo logró la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales, una de las exigencias de Perón. Poniendo en evidencia un gran pragmatismo, enterró lo que había escrito en “Petróleo y política” ejecutando una política de autoabastecimiento en base a contratos con compañías extranjeras. Semejante cambio le valió ácidas críticas de nacionalistas, radicales del pueblo, sindicalistas y militares. En materia educativa enarboló la bandera de la libertad de enseñanza, que fue apoyada por los católicos y combatida por la izquierda. La dura lucha finalizó con una victoria pírrica del presidente que se tradujo en la creación de algunas universidades privadas. En materia económica puso en práctica la tesis del desarrollismo basada en la idea del desarrollo nacional por la vía de la sustitución de importaciones.

Mientras tanto, la situación política empeoraba. Por un lado, Perón presionaba al gobierno para obtener nuevas concesiones, presión que se tradujo en una serie de huelgas como las protagonizadas por los petroleros y los trabajadores de los frigoríficos. Por otro lado, sufrió la presión de los militares, muy preocupados por la influencia que Perón ejercía sobre el presidente. No causó sorpresa alguna que el malestar castrense se tradujera en varias crisis que obligaron a dos ministros de Guerra a renunciar. En este escenario tuvo un rol gravitante el general gorila Carlos Toranzo Montero, quien ejercía la comandancia del ejército.

Pero fue la política exterior de Frondizi una de las causantes principales de todos sus males. Al principio impulsó un fuerte alineamiento con la república imperial. Sin embargo, en su afán por no ser considerado un títere de Estados Unidos, miró con buenos ojos al tercer mundo. La tensión se incrementó cuando, luego de que Fidel Castro proclamara el carácter marxista de su revolución, consideró inconveniente separar a Cuba de la OEA. Y llegó a su límite cuando Guevara viajó en secreto al país para entrevistarse con el primer mandatario. Al tomar dicha entrevista estado público, el antiperonismo acusó a Frondizi de estar al servicio del comunismo internacional, a pesar del viaje que hizo a Estados Unidos para adherir a la Alianza para el Progreso impulsada por Kennedy.

La otra causante principal de todos sus pesares fueron las elecciones del 18 de marzo de 1962. El factor detonante fue la victoria de Andrés Framini en la provincia de Buenos Aires. La reacción de las fuerzas armadas no se hizo esperar: le exigieron al presidente intervenir las provincias donde el peronismo había ganado. El 20 Frondizi cumplió con los militares y el ministro del Interior, Alfredo Vítolo, renunció. No fue suficiente para calmar al antiperonismo. Finalmente, los jefes de las tres armas exigieron la renuncia de don Arturo bajo amenazas de deponerlo. El presidente fue detenido y trasladado a la Isla Martín García. Mientras tanto, en el exilio madrileño Perón festejaba con champagne.

En su edición del 29/3, Infobae publicó un artículo de Juan Bautista Tata Yofre titulado “Por el bien del país renuncie”: la caída de Frondizi por sus dudas con Fidel y la victoria peronista”. Escribió el autor:

“La tapa del matutino La Nación del 2 de enero de 1962 fue atípica. Informaba sobre diferentes actividades que había cumplido el presidente Arturo Frondizi el día anterior, durante una jornada no laborable por el feriado del Año Nuevo. A tres columnas, el diario de los Mitre tituló con una frase del discurso presidencial del día anterior: “En lo interno e internacional se mantendrán los rumbos que se fijaron”. Sin embargo, la información más significativa era la actividad que había cumplido el presidente a las 17 horas en la Casa de Gobierno. Lo mostraba inaugurando el busto del presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu en la galería de los bustos presidenciales (…) El editorial del día se tituló “Ingrata visita” y se refería a la permanencia por unas horas en Buenos Aires del subsecretario de Relaciones Exteriores de Cuba, Carlos Olivares Sánchez, que cumplía una gira por varios países del continente con la mira puesta en la próxima reunión de cancilleres de la OEA en Punta del Este. “Posee la Argentina el triste privilegio de contarse en el pequeño grupo de países americanos que mantienen relaciones diplomáticas con el gobierno de Cuba (…)”.

Días más tarde se conoció a través de una declaración del presidente Kennedy que “Castro será sancionado en Punta del Este” (…) El jueves 18, coincidiendo con Kennedy el Secretario de Estado, Dean Rusk, anticipó que “Cuba será sancionada en Punta del Este”. A despecho de la condena que realizaba Frondizi en privado del régimen castrista, en las instrucciones dadas al jefe de la delegación argentina, el canciller Miguel Ángel Cárcano, se dice que “queremos salvar la unidad del sistema interamericano y por ello nos abstendremos de votar sanciones que puedan vulnerar el principio de la no intervención que irritarán más las condiciones políticas actuales y que se prestarán a la continuación más agresiva de las actividades extremistas de izquierda y derecha”. Estas y otras directivas no fueron dadas a conocer a los secretarios militares (…).

La repercusión interna que provocó la abstención argentina sobre la cuestión cubana generó todo tipo de críticas y reuniones de los mandes militares en Buenos Aires. El 1 de febrero, en medio de rumores de golpe de Estado, los secretarios militares y Frondizi mantuvieron una prolongada y álgida reunión (…) Al día siguiente las tres fuerzas armadas ordenaron el acuartelamiento de sus tropas y se rumoreó que tanto los secretarios militares como los tres comandantes en jefe renunciarían. Finalmente, víctima de presiones de toda clase (de militares y civiles), el 8 de febrero de 1962 la Argentina rompió relaciones diplomáticas con Cuba.

La crisis generada por la “cuestión cubana” desgastó al gobierno de Frondizi. Ahora llegaría el golpe final, la victoria del peronismo en las elecciones provinciales del mes siguiente (…) El domingo 18 de marzo de 1962, el peronismo, bajo la sigla Unión Popular, se impuso holgadamente en la provincia de Buenos Aires. También lo hizo bajo otras denominaciones en Chaco, Santiago del Estero, Misiones, Neuquén, Río Negro, La Pampa, Tucumán, Jujuy y San Juan (…) Era una catástrofe. Esa misma noche, el ministro Alfredo Vítolo concurre a una reunión militar en el comando de la aeronáutica, donde se le plantean una serie de exigencias: intervención a las provincias, con nulidad de los comicios, hasta la disolución del parlamento (…) La armada por su parte pide la renuncia del presidente (…) Los militares exigían condiciones difíciles de cumplir por el presidente de la nación (…) Al día siguiente, lunes 19 de marzo, el título de La Nación, a seis columnas, lo decía todo: “Anuló el gobierno las comicios de Buenos Aires, Tucumán, Santiago del Estero, Río Negro y el Chaco”. La excusa que se dio para tamaña decisión fue que se hizo “para asegurar la forma republicana de gobierno” (…).

La tapa de La Nación del 21 de marzo lleva el título “La marina sugirió a Frondizi que dimita”. La del 27 es la respuesta: “Niégase el presidente a presentar su renuncia” y al mismo tiempo da a publicidad una carta a Frondizi del mediador, Aramburu, en la que finaliza diciendo: “En nombre de ese orden (jurídico), la Nación pide a usted un noble renunciamiento. Lo pide y lo espera de su reconocido patriotismo”. El 28 las agencias noticiosas reproducen el texto de la revista Time que considera a Frondizi “el hombre más impopular de su país” (…) Ese mismo día, a las 17.18 horas, tres altos jefes militares entran al despacho presidencial. El general Poggi le dice: “Por el bien del país renuncie a su cargo”. Y Frondizi sólo respondió: “No renuncio ni renunciaré”. Siendo las 02.30 del 19 de marzo, el secretario de la armada, almirante Clement le comunica al presidente: “quiero informarle que se acaba de adoptar la fórmula tres (derrocamiento de Frondizi). Lo lamento mucho, pero yo no puedo hacer nada y dentro de un rato lo va a visitar el jefe de la Casa Militar”. Pocas horas más tarde Frondizi era conducido preso a la Isla Martín García. Al día siguiente La Nación informaba a la sociedad que “ante la Corte Suprema juró el doctor Guido”. El antiperonismo jacobino había retornado al poder.

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