Por Guillermo Cherashny.-

Desde hace meses, el gobierno argentino, a través del presidente Macri y la canciller Susana Malcorra, mostraron su simpatía por un eventual triunfo de Hillary Clinton que finalmente no se produjo.

La influencia determinante de Jaime Durán Barba sobre el presidente y Marcos Peña en el sentido de que hay que apoyar lo políticamente correcto y el complejo de no ser acusado de derechista y correrse a la centroizquierda, donde militan además de Macri, Peña, Malcorra, hay que sumar a Alfonso Prat Gray y el subjefe de gabinete Mario Quintana y no olvidarse de Federico Sturzenegger, que hacía campaña con una remera amarilla con una cara del che Guevara.

La visita de Barack Obama a la argentina termino de encandilar al presidente y hasta se dijo que Obama apoyaba a Susana Malcorra como secretaria general de la OEA.

También pesó el desprecio a las mujeres de Donald Trump para un gobierno que hizo del «ni una menos» una política de estado y también el no identificarse con un millonario.

A Macri lo salva que la Argentina y su gobierno son irrelevantes en el contexto internacional y difícilmente Trump se acuerde del apoyo a Hillary Clinton. Pero la violación de la tradición argentina de no interferir en la política de otros países fue utilizada por Cristina y desgraciadamente por este gobierno.

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