Por Carlos Tórtora.-

Con la aprobación del endeudamiento en la legislatura, Axel Kicillof logró ubicarse en la línea de lanzamiento de su candidatura presidencial. Eso sí, todos coinciden en que pagó un alto precio por la sanción de la ley que le permitirá financiarse. Volvió a dejar la conducción de la Cámara de Diputados a Sergio Massa y La Cámpora, cedió cargos en el BAPRO y entregó más fondos que los previstos a los municipios.

En un análisis superficial, podría decirse que el gobernador no está consiguiendo que su liderazgo predomine en el peronismo bonaerense y que sigue atado a un esquema de cogobierno con el cristinismo. Básicamente esto es cierto. Pero no lo es menos que, desde las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre, el 26 de octubre, y ahora se fueron dando una serie de hechos que modifican la ecuación de poder en el PJ.

Tal vez el dato más importante es que el eclipse político de Cristina Kirchner tomó un ritmo imparable. La casi totalidad de los gobernadores peronistas se alejaron definitivamente de ella, jaqueada por la iniciación de las audiencias de la causa Cuadernos y por el decomiso de sus bienes en la ejecución de la sentencia de la causa Vialidad. Aunque con pocos que lo dijeran públicamente -el gobernador salteño Gustavo Sáenz fue la excepción-, la dirigencia peronista mayoritariamente culpa a Cristina por la derrota del 26-0, por su sectaria conducción del PJ.

Hoy el cristinismo está reducido a su mínima expresión y sobrevive en buena medida porque Javier Milei lo necesita como el cuco que le garantiza el voto cerrado del antiperonismo. Kicillof no genera ni remotamente el caudal de odio que produce ella y es por lo tanto mucho más peligroso como rival de Milei en el 2027.

Luces y sombras

Quiso el azar electoral que Kicillof también ganara con los pobres resultados obtenidos el 26-O por Provincias Unidas y sobre todo por Juan Schiaretti, que apuntaba a ser el presidenciable del peronismo del interior.

Hoy por hoy, se le da a Kicillof una circunstancia atípica: él es el único gobernador peronista que aspira a la presidencia, cuando históricamente siempre el peronismo tuvo varios caudillos del interior que le apuntaban al sillón de Rivadavia.

Como contrapartida, hay que decir también que el gobernador bonaerense sigue representando un proyecto político de la Pampa húmeda. Su proyección en el norte grande del peronismo es prácticamente inexistente. Y, lo que es muy grave, no despierta mayor interés en Santa Fe y Córdoba. A menos de dos años de una elección presidencial, su intrascendencia más allá de los límites de Buenos Aires es tal vez su principal problema político.

A lo señalado hay que agregarle los bajos números de Kicillof en el distrito más atípico de todos, la ciudad de Buenos Aires.

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