Por Carlos Tórtora.-

En términos estrictamente electorales, la cumbre de hoy entre Donald Trump y Javier Milei no tendría mayor impacto positivo para la Libertad Avanza. Pero sí podría generar efectos negativos porque, como señalan muchos encuestadores, la tendencia mayoritaria del electorado es bastante antiyanqui y en particular la figura de Trump -justa o injustamente- es vista con desconfianza en prácticamente toda Latinoamérica.

Mientras la realidad política argentina pasa por Washington, es evidente que el gobierno, a través de distintos voceros, está preparando el terreno para relativizar su ya segura derrota en Buenos Aires, donde Jorge Taiana se ubicaría unos 15 puntos arriba de Diego Santilli, quien cargará con la hipoteca de ir con la boleta única con la foto de José Luis Espert. El argumento para relativizar la derrota es que lo que se debe tener en cuenta son los resultados de la elección nacional y no los del primer distrito. Como Fuerza Patria sólo compite en 14 distritos mientras que LLA lo hace en 24, es obvio que la supuesta elección nacional la ganaría el oficialismo, porque en muchas provincias el peronismo lleva una sigla distinta a Fuerza Patria. Se trata de un sofisma, porque en realidad no hay ninguna elección nacional porque lo que se eligen son legisladores por cada distrito. Se trata entonces de cargos nacionales pero de cada distrito y no de la Nación.

La teoría del tercio

La segunda interpretación libertaria para relativizar la derrota es que, alcanzando un tercio de los diputados nacionales, la Casa Rosada tendría asegurada la gobernabilidad, porque podría bloquear los intentos de la oposición para rechazar los vetos que firme Javier Milei.

El triunfalismo oficial parte de la siguiente cuenta. Imponiéndose sólo en cuatro distritos -CABA, Mendoza, Entre Ríos y Chaco-, los libertarios creen que llegarán a 63 diputados propios más los 29 que ya tienen, les permitiría superar los 87 que hacen el tercio. En este cálculo optimista habría que sumar alrededor de 20 legisladores del PRO y la UCR violeta, que serían los restos de los actuales bloques que serán fagocitados por LLA. Siempre según el razonamiento del oficialismo, el gobierno estaría cerca de los 129 para tener mayoría propia en la Cámara, dependiendo de la negociación con los gobernadores de Provincias Unidas, que tendrán como 30 diputados.

En primer lugar, estos números obedecen a expectativas bastante infladas, pero aunque resultase ciertos, hay que tener en cuenta otros factores. Para empezar, si el ajuste salvaje continúa alejando a la población del gobierno, es probable que muchos diputados libertarios se conviertan en disidentes, sumándose por ejemplo al bloque que lidera  Coherencia, que lidera Marcela Pagano. La cohesión de todos los bloques está entonces haciendo agua debido a la crisis.

El segundo factor es que la pérdida de gobernabilidad está a punto de cambiar de eje. Milei está obligado a seguir gobernando por decreto, porque le sería prácticamente imposible conseguir mayorías propias y mucho menos aún en el Senado.

Pero el Senado tiene la llave para cambiar todo, ya que debe tratar en estos días el proyecto, ya con media sanción, que reforma el régimen de los DNU. El miércoles de la semana pasada y arreglando en la trastienda con Elisa Carrió y varios gobernadores, Santiago Caputo consiguió que Diputados no aprobara por 3 votos el artículo 3 del proyecto que establece que los DNU deben ser aprobados por ambas cámaras a los 90 días y si no se caen. La operación oficial llegó al punto que varios diputados reconocieron que recibieron llamados de ejecutivos de JP Morgan diciendo que si se sancionaba la ley se podía caer el salvataje de Scott Bessent. Ahora el Senado decide: si insiste con el artículo 3 y sanciona la ley, los DNU de Milei no pasarían el examen de las cámaras y éste estaría obligado a negociar o considerar su renuncia, porque no podría gobernar. La batalla decisiva se daría en días más en el Senado y no en el número de diputados que salgan electos.

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