Por Luis Alejandro Rizzi.-

La inestabilidad emocional y la incapacidad o imposibilidad de establecer relaciones ordenadas con los demás es un típico rasgo de una personalidad neurótica.

Esta apreciación personal no pretende ser un agravio sino una descripción de la conducta de una persona, en este caso, presidente de la República.

Siempre recuerdo que Vinicius de Moraes, en uno de sus versos, decía que “la vida es el arte del encuentro” y agregaría, o la tragedia del desencuentro.

En su homilía, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, decía ayer domingo 25 de mayo, refiriéndose a la necesidad del “encuentro” social en la Argentina: “Tenemos necesidad de diálogo, de forjar la cultura del encuentro, de frenar urgentemente el odio. Démonos otra oportunidad, no podemos construir una Nación desde la guerra entre nosotros. Todo acto de violencia es condenable, y quiebra el tejido social»

Es obvio que Milei muestra una personalidad atribulada, por lo menos en las acepciones que la RAE le da a esa palabra.

Este tipo de personalidad, que denota debilidad de carácter, inseguridad, con la cuota de desconfianza en los demás, que se ven como “ogros” y espejo de uno mismo, no pueden entablar diálogos.

En general este tipo de personas lucen como “mal educadas” por sus actitudes antisociales, aunque debemos admitir que, ante su incapacidad para relacionarse, recurren a la agresión o el agravio para crear vínculos que no se pueden lograr desde la normalidad de la vida.

A Milei, justo en la Catedral, le faltó valor y confianza en sí mismo, al dejar a Jorge Macri con su mano tendida en el vacío de su odio. Menos groseramente ignoró a Victoria Villaruel, vicepresidenta de la nación.

Milei le faltó el respeto a su investidura.

En otro párrafo, decía García Cuerva: “Experimentamos que se está muriendo la fraternidad, se está muriendo la tolerancia, se está muriendo el respeto; y si se mueren esos valores, se muere un poco el futuro, se mueren las esperanzas de forjar una Argentina unida, una Patria de hermanos”.

Éstas son las causas de nuestra trágica “vocación” por el desencuentro, la tragedia argentina.

Hemos desvertebrado a la Argentina y Milei lucha enarbolando y haciendo culto de la fragmentación, sin descartar medio alguno.

Busca instaurar la hegemonía de su fragmento, de su neurosis y se refugia con quienes comparten la causa común del odio, que son los mercenarios de la vida y hacen culto a su obsecuencia, como mañana justificarán su traición.

Milei vive en el polo opuesto al amor, que es el odio, es incapaz de sentir noblemente.

En la tipología de neurosis de Kunkel, no es más que un Nerón, además neurótico.

Nos gobierna un pobre tipo.

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