Por Carlos Tórtora.-

En un año electoral todo se piensa en votos. Javier Milei anunció una baja parcial de retenciones al campo con un objetivo político claro: captar el voto del interior de la provincia de Buenos Aires para las dos elecciones inminentes del 7 de septiembre y del 26 de octubre.

De este modo el presidente imita la maniobra de Cristina Kirchner en el 2011 cuando, concesiones económicas mediante, se ganó el voto del campo para su reelección presidencial, cuando la Mesa de Enlace había estado a punto de tumbar al gobierno dos años antes.

En este caso, la operación de Milei en la Rural sale a tapar la fuga de votos que se está produciendo en Buenos Aires hacia Somos Buenos Aires, la tercera vía que capta a macristas y peronistas desencantados.

Para el conurbano bonaerense, Milei no tiene concesiones económicas sino la promesa de mano dura contra la inseguridad, encarnada en el primer candidato a diputado provincial por la Tercera Sección Electoral, el comisario Maximiliano Bondarenko. Finalmente, para la clase media urbana que predomina en el primer cordón del conurbano, Milei lanzó un mensaje de impacto psicológico. Las explosivas declaraciones del candidato a embajador de EEUU en la Argentina, Peter Lamelas, demostrando que la administración Trump respalda a la Casa Rosada contra viento y marea. Lamelas rememoró la conducta de su antecesor Spruille Braden en 1945, sólo que en este caso del lado de enfrente no está Perón.

Una última jugada de Milei y no precisamente menor, busca captar el voto evangelista, que en el conurbano bonaerense es muy importante. El presidente acaba de disponer que las iglesias evangélicas puedan tener a partir de ahora personería religiosa, en vez de seguir en la categoría de simples asociaciones civiles. De este modo los libertarios van por la alianza que tanto resultado le diera en Brasil a Jair Bolsonaro. Pero no está claro qué costo puede tener la medida en el electorado católico, por otra parte ya distante de Milei.

Jugando en terreno ajeno

Con este esquema bastante improvisado, los libertarios pretenden imponerse en un terreno donde no manejan los hilos. En Buenos Aires se impone el peso de los 85 intendentes peronistas, de la gobernación y de una Junta Electoral que históricamente estuvo muy cercana al justicialismo.

A esta altura, el gobierno ya asumió que si pierde en Buenos Aires el 7 de septiembre se le hará muy difícil ganar el 26 de octubre. El votante argentino es en general exitista y propenso a montarse en las olas triunfalistas. Como están las cosas, todo indica que la polémica decisión de Axel Kicillof de desdoblar las elecciones provinciales le está creando un serio problema a Milei. Con elecciones unificadas, las importantes deficiencias de LLA se hubieran disimulado más, porque sólo se hablaría de candidaturas de legisladores nacionales. Con esta elección provincial, en cambio, surge a la luz que los libertarios exhiben un armado partidario débil y repleto de crisis, carecen de una dirigencia con peso y dependen por completo de la figura presidencial.

Share