Por Luis Alejandro Rizzi.-

Karina Milei, “el jefe”, definió la naturaleza militar del partido político “LLA”.

Es un partido vertical y la obediencia incondicional es su “condición de funcionamiento”. Significa que no admite debates internos y cualquier intento en ese sentido sería causa de sanción y expulsión o “excomunión”.

Sus afiliados deben de algún modo jurar obediencia, según Karina, a su hermano Javier y a ella.

Es raro que se llame “LLA”, pero también es cierto que a todos nos queda el derecho de afilarnos o no. Si uno decide afiliarse, a eso se limita su libertad, debe simultáneamente castrarse política y públicamente.

En cierto modo tiene un componente fundamentalista, uno de los peores vicios de cualquier religión y un rigor disciplinario propio de las mafias, aunque algo más benevolentes: la defección se castiga sólo con agravios e insultos, que tienen el poder de una maldición divina, si se admite el oxímoron.

Ese régimen disciplinario se traslada al gobierno, que excluye de la función a quien carece de disciplina partidaria o no acreditó la debida castración.

Este partido de naturaleza militar mercenaria, como lo muestra su composición de candidatos para la próxima elección del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires, donde se reclutaron hasta “cristinistas” confesos, como lo explicó Carlos Pagni, el jueves pasado en “La Nación”.

Con ese rigor gobierna Javier Milei con los métodos más primitivos de la disciplina religiosa militar; sólo falta que se imponga como castigo bíblico disciplinario el “salto de rana” en la Plaza de Mayo, como lo haría un régimen talibán.

Estamos en presencia de un gobierno “teocrático militar”, que cree vivir en los tiempos de la Inquisición y la quema de personas en vivo para protegernos de la brujería.

Nos gobierna un dúo de poseídos; “obediencia ciega o destierro” es la alternativa.

“Estoy estudiando qué ha hecho la Revolución Francesa con el sistema judicial”, advirtió, no obstante, que no lo planea aplicar, “todos los métodos de la revolución francesa”, estas declaraciones del “coloso” Sturzenegger me eximen de comentarios, por sentido de la prudencia y la caridad.

¿Hemos enloquecido…?

El entrañable “Pucho”, para justificar su sumisión, dijo: “más no se pudo”, pero él “pudió…”

La sumisión también tiene premio, como se premia a las mascotas cuando responden al ruego de “dame la patita…”

Muchos entregaron alegremente algo más íntimo, como decía el atorrante del barrio, “es sólo cuestión de precio”.

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