Por Luis Américo Illuminati.-
«Si alguna vez alguien regresara de la muerte para desmentir las cosas que no son ciertas, los mismos libros avergonzados reescribirían la Historia» (manuscrito atribuido a Giambattista Vico).
Argentina no es Israel ni tampoco Palestina, un territorio que siempre ha sido un polvorín, un suelo de luchas, guerras sangrientas y disputas sin fin que vienen desde que los hebreos tras abandonar Egipto y vagar por cuarenta años en el desierto con Moisés a la cabeza, conquistaron nuevas tierras, de las que luego fueron desalojados o sometidos por otros pueblos, uno de ellos, el imperio romano, que en el año 70 destruyó a Jerusalén, perdiendo para siempre el tan disputado territorio, el cual durante 2.000 años fue ocupado por los musulmanes hasta que concluida la Segunda Guerra Mundial, EE.UU, el Reino Unido y la Unión Soviética resolvieron que el pueblo judío volviera a ocupar Palestina, lugar ya ocupado por el pueblo árabe. Tal situación resultó a todas luces terriblemente injusta, ya que después de veinte siglos de historia, imponerle a un pueblo tener que ceder o compartir el territorio con otro pueblo que lo habitó 2.000 años antes, puede ser algo más que humillante. Esto dio comienzo a interminables conflictos bélicos, un campo de batalla que, si leemos las más antiguas profecías, al parecer todo concluirá con la batalla apocalíptica de Armagedón. Según la Biblia árabes y judíos descienden de Abraham, pero a pesar de tener los mismos genes, lamentablemente se odian a muerte.
América para los americanos o para la humanidad
El dilema cobra hoy actualidad. «América para los americanos (doctrina Monroe) o «América para la humanidad!”, como exclamaba Roque Sáenz Peña. Desde aquellas dos opciones ha pasado casi un siglo y medio y las cosas no son como antes, sino que han cambiado notablemente en el mundo. Hoy China extiende su influencia y compite con EEUU. para ganar aliados en Sudamérica. Cristina Kirchner le permitió levantar una base en Neuquén sobre la cual no tenemos ningún control. Si Trump quiere revertir esta situación, una buena estrategia sería que el gobierno de Milei le exija condiciones equitativas para rescatar nuestra economía y no ceder soberanía ni acumular más deuda. Argentina desde sus albores ha sido siempre generosa, siempre ha tenido abierta sus puertas para recibir a los extranjeros sin distinción de raza, credo político o religión. Somos un crisol de razas. El problema nuestro no es religioso ni teológico, el abismo existencial es otro. El milagro comienza con Cristóbal Colón, cuyo ideal o empresa fue una verdadera epifanía, una aventura similar -paradójicamente- a la epopeya de los cruzados que fueron a rescatar Tierra Santa. Las carabelas de Colón en sus velas llevaban la misma cruz de las Cruzadas. Una aventura que duró ochocientos años y que terminó con la victoria de los musulmanes con la toma de la fortaleza de San Juan de Acre en 1291. Mientras tanto en la península hispánica Don Pelayo comenzaba en Covadonga la Reconquista de las tierras que eran suyas, empresa que concluye con la toma de Granada por los Reyes Católicos el 2 de enero de1492. Meses después, el 12 de octubre Colón cruza el Océano Atlántico y descubre nuevas tierras. Una hazaña comparable a la llegada del hombre a la Luna.
Es la tierra americana o indiana, el Nuevo Mundo que descubrió un hombre devotísimo de la Iglesia llamado Colón, un héroe, no un villano ni un exterminador sino un hombre providencial, un navegante que era tan español como la reina Isabel de Castilla. Esto lo afirma paladinamente Vicente Fidel López en su «Historia de la República Argentina» (Tomo I, editorial Sopena, 1940). En dicho volumen queda aclarado con minuciosos detalles por qué el padre o el abuelo de Colón, con motivo de los prejuicios y persecuciones de la época, no les quedó otro camino que invocar un ficticio apellido italiano (Colombo). La corona española ni la Iglesia lo hubieran apoyado en su proyecto por el origen sefardita (judíos conversos) de sus antepasados. Lo mismo ocurrió con Gerónimo Luis de Cabrera, Fundador de Córdoba de la Nueva Andalucía, provincia argentina, tan fiel y devoto cristiano como Colón. Hacen a la circunspección y al rigor histórico que cuando se afirman hechos históricos ocultos o semiocultos -por los motivos que sean- si no se citan fuentes bibliográficas y documentos constituye, en el menor de los casos, un infundio y en el peor, maledicencia gratuita. No es el caso de Vicente López, hijo del autor de nuestro Himno Nacional y autor de «Historia de la República Argentina», que figuran en diez tomos o volúmenes.
Con esa investigación inicial -la nacionalidad de Colón- comienza Vicente Fidel López su trabajo histórico, un incordio, un camino lleno de espinas, con crudas e incómodas revelaciones, un trabajo interesa a todo aquel argentino que quiera saber a fondo los hechos de nuestra historia patria, no tergiversada ni edulcorada por historiadores «políticamente correctos», descomprometidos con la verdad. Desde la primera hasta la última letra de su gran obra (poco conocida y escasamente difundida) Vicente López hace una revisión de la historia colonial y poscolonial, con una mirada dostoyevskiana (piadosa) acerca de las miserias y grandezas de los hombres de su época y de los pioneros y descubridores españoles, buenos y malos. López describe los hechos del pasado con documentos en la mano y el testimonio insobornable de su padre que fue presidente Interino de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1827 al renunciar Bernardino Rivadavia tras su desastrosa experiencia presidencial que muchos contemporáneos suyos lo compararon con Sancho Panza, Gobernador de la Isla Barataria. Los partidarios de Mitre y demás adversarios chovinistas, desautorizan a Vicente Fidel López -eximio rector de la UBA y brillante legislador- porque fue masón, siendo que la mayoría de nuestros próceres lo fueron. Olvidan que Mitre fue masón, y también Urquiza, Sarmiento, Alvear, Matías Zapiola, Simón Bolívar y Francisco Miranda y muchos otros próceres y precursores de la libertad
Es dable destacar que incluso el General San Martín -Padre de la Patria- tampoco escapa a este sambenito, habida cuenta que su mausoleo está inclinando y no horizontal, aparentemente, por su afiliación a la masonería (logia Lautaro), circunstancia que las autoridades eclesiásticas de la época guardaron un significativo silencio, por cual se han tejido mil teorías bastardas. Basta leer uno de los puntos del Código de Honor del Regimiento de Granaderos a caballo, que escribió San Martín, severísimos castigos para todo aquel miembro del cuerpo que ofendiera a la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, con perforación de la lengua con un hierro candente en caso de reiteración. Lo cual revela que San Martín era más cristiano que masón.
Cabe destacar que las logias masónicas europeas se inspiraron en los ritos y procedimientos de las corporaciones medievales para preservar el secreto de las técnicas arquitectónicas para construir las grandes catedrales góticas. Todo quedaba en familia. Lo cual sirvió para los fines de los precursores de la libertad que estaban en contra de las monarquías absolutas y a favor de un régimen parlamentario que impidiera los crímenes y abusos de los reyes, usaron entonces ese organigrama para evitar traiciones y dilaciones y que todo el plan de liberación de la América hispana se viniera abajo. A ningún miembro se lo obligaba a renunciar a sus creencias. Con el transcurso del tiempo las logias fueron cooptadas y tomaron un rumbo siniestro, por lo cual los papas resolvieron excomulgar a todo católico que ingresara a la masonería. Prohibición que a la fecha ha perdido su rigurosa aplicación. Si bien no ha sido derogada, los últimos papas, ya no amenazan ni aplican anatemas ni excomuniones como antaño.
Si todos los masones son como el General San Martín y como Vicente F. López -hijo del autor de nuestro Himno Nacional- quien dio a luz una obra tan franca y sincera sin tapujos como es la «Historia de la República Argentina», un trabajo monumental de 10 volúmenes, en cuyas páginas dejó bien claro los actos y las fisonomías morales de los hombres de nuestra Historia -dos categorías- donde ubica, de un lado, a los beneméritos constructores de la Patria, y del otro, a los demoledores de la Unión y la Concordia Nacional. Establecidas las dos categorías humanas, su honestidad intelectual no le permiten encumbrar y justificar a los personajes de la segunda categoría, a saber: Alvear, Artigas, Bustos, Rosas, Quiroga, Lamadrid, Rondeau, Lavalle, Rivadavia y Mitre, a quien le atribuye la demencial segregación de la provincia de Buenos Aires durante 10 años del resto de la Nación. Y pondera con estricta justicia a San Martín, Güemes, Belgrano, Pueyrredón, Dorrego, Paz, Soler, Viamonte, Las Heras y Urquiza. Entonces tengo que pensar que, sin pregonar falsa religiosidad y santurronería farisaica, la obra histórica de Vicente Fidel López, que fue bautizado como fiel católico, transita la misma senda de un historiador imparcial como Tácito o Giambattista Vico, y no la de los historiadores que defienden y ponderan a caudillos cuya divisa era «Religión o Muerte».
Día de la Hispanidad
Dios iluminó a Cristóbal Colón para que la idea de cruzar el Océano Atlántico lo llevara a descubrir un Nuevo Mundo, la Tierra Prometida, América, el paraíso perdido.
Hasta no hace mucho en la Argentina se celebraba hoy el Día de la Raza como recuerdo de nuestra deuda con España -sí, deuda con España- hoy quienes renunciaron a esa herencia que nos identifica, lo reemplazaron por un invento segregado de sus cerebros, llamado “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”.
Esto es la herencia de los Kirchner y adláteres de la izquierda, que quieren hacer ver a Colón como un villano. Pero, frente a este despropósito, verdadero mamarracho, nosotros contracorriente celebramos el Día de la Hispanidad; para lo cual citamos a un poeta profundo: Carlos Obligado, quien en su poema “Patria”, canta:
“Clame la Patria frente al mundo acerbo:
-En fe cristiana y verbo castellano
Tengo dos veces heredado el Verbo;
Y no será, por ventura, en vano
Que así atesore certitud divina
e incomparable patrimonio humano”.
Aun arraigas más amplio, oh, mi Argentina.
Que en ti el alma ancestral no brilla sola,
sino en radiante comunión latina”.
“Mas, fue de Roma, cenital proeza,
Dar vida a la Nación predestinada
Que al continente grácil encabeza.
¡Oh excelsa engendradora así engendrada
¡Mi España ascensional, mística y fuerte:
¡Señora de la Cruz y de la Espada!”
“Y ortodoxa, cruzó el Renacimiento, con su Juan de la Cruz y su Granada y su abeja platónica en el viento.”
Juan Zorrilla de San Martín dijo que Colón y sus hombres buscaban el Oriente a través del Occidente y fue América la que salió al paso de los navegantes para decirles: “Si me buscaban, aquí estoy, los esperaba».
Pero ¿quién despertó y provocó al abismo? Zorrilla responde: sólo España; “así pensaba y pienso: sólo España. Yo creo que los hechos heroicos no son realizados al azar por los pueblos; los realiza quien debe realizarlos, quien merece realizarlos, no otro”. Esa política acabó con el cambio de dinastía y fueron los propios reyes, como escribe Ricardo Zorraquín Becú, quienes al adoptar las ideas de la Ilustración, rompieron con los fundamentos tradicionales: “al desvincularse de la religión y al acentuar su propio absolutismo destruyeron las bases seculares de su imperio”; y como apunta Francisco Elías de Tejada, fue el absolutismo europeizante importado de Francia el que mató el alma de sus libertades concretas, cuyas verdes praderas “se secarán al paso afrancesado de las pezuñas borbónicas.
Actitud discriminatoria
Un viejo amigo que es miembro de una página dedicada a resaltar los hechos memorables del General San Martín me cuenta la siguiente historia. Un coadministrador de dicha página le dice que hay que borrar del grupo a una persona -que mi amigo hacía poco lo había invitado- por enterarse que era masón. Y mi amigo le respondió así. Yo soy católico, bautizado y confirmado, y jamás dejaría de saludar, hablar y tener trato con alguien que fuera masón, pues ésta es una actitud fascista. Tu actitud es francamente discriminatoria y huele, perdón que te lo diga, a ultramontanismo rancio, de católico exclusivista, que ni el mismo Jesucristo fue tan recalcitrante y fue criticado por los fariseos por comer en casa de un «publicano» (recaudador de impuestos), un oficio despreciado por su colaboración con el Imperio romano, a lo que Jesús les dijo como respuesta que no había venido al mundo para predicar sólo a los justos, sino también a los pecadores» (Marcos 2:17). Mis directores espirituales que me formaron en el verdadero evangelio de Cristo te dirían que eres un hombre de las cavernas.
24/10/2025 a las 4:42 AM
Qué ente patético