Por Juan José de Guzmán.-

En medio de las noticias del día a día, que nunca terminan de sorprendernos, pasó casi inadvertida la entrevista que Francisco le concedió a Nelson Castro.

Lo dicho allí puede que haya sorprendido a algunos, pero está bien que haya sincerado su sentimiento (de una vez por todas) ante un país que se cansó de interpretar cada gesto suyo, a través de las respuestas evasivas que brindaba cada vez que se lo consultaba sobre “cuándo iba a venir a su Argentina natal o por la expresión de su cara ante las visitas que recibía en el Vaticano.

Todos recordamos el fuerte desagrado que generó en el gobierno la noticia de su entronización (corría el año 2013). Incluso llegó a hablarse “como rumor” de un supuesto complot orquestado desde el kirchnerismo para que se cayera la candidatura de Francisco). Lo cierto es que, fake news al margen, poco tiempo después de aquello circuló otro rumor que daba cuenta de “donaciones desinteresadas” hacia las exhaustas arcas vaticanas rumor que coincidió con un repentino e inesperado viaje de CFK al Vaticano en lo que fue la primer audiencia de su pontificado con un jefe de Estado.

Pasados 8 años de su coronación, en la mencionada entrevista le hizo saber que no extraña a su país y que imaginaba su muerte en Roma, porque a la Argentina no volverá.

En sus sienes solo quedan los últimos destellos plateados del paso del tiempo. La bella calle Membrillar, que cobijó su infancia y gran parte de su vida resignará su deseo de ver volver (aunque sea de visita) a su hijo pródigo.

Aunque su frente no esté marchita, Francisco perdió el deseo de volver, y los argentinos es probable que pierdan el deseo de que lo haga.

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