Por Hernán Andrés Kruse.-

“En ciertos períodos la nación se aduerme dentro del país. El organismo vegeta; el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos.” (José Ingenieros)

“Cuando un grupo o un pueblo cede en su afán de promover a los mejores, entra indefectiblemente en un tobogán y pasando por los mediocres termina en los peores.” (Jorge L. García Venturini)

Tensión y acusaciones cruzadas

El sábado 27 amaneció con un vallado de las cuadras donde reside la vicepresidente de la nación. Semejante escena no hizo más que incrementar de manera exponencial la tensión vivida en plena Recoleta durante los días que continuaron al alegato del fiscal Luciani. El cristinismo lo tomó como una declaración de guerra y reaccionó con extrema dureza. La primera señal la dio la propia Cristina, quien publicó una carta muy crítica de la decisión de Larreta.

Escribió Cristina (fuente: Perfil, 27/8/022): “El 9 de diciembre del 2015 cuando finalicé mi segundo mandato como Presidenta de la Nación y me dirigía a Juncal y Uruguay para pasar allí la noche y a partir del día siguiente a mi casa en el sur, no pude hacerlo. La esquina había sido copada por militantes y simpatizantes macristas, muy violentos que me insultaban y amenazaban. Esa noche tuve que dormir en la casa de mi hija en el barrio porteño de Monserrat. A partir de allí, la esquina de Juncal y Uruguay fue objeto de permanentes concentraciones de pequeños grupos de simpatizantes macristas con actitudes amenazantes y agresivas. Con parlantes y micrófonos amplificaban insultos, agravios y promesas de muerte. En todos esos años, la policía del Sr. Larreta nunca intervino (…)”.

“Hoy amanecí con la esquina de mi casa literalmente sitiada. Las vallas colocadas por el Sr. Larreta son algo más que impedir la libre circulación. Son algo más que sitiar a la Vicepresidenta de la Nación. Quieren prohibir las manifestaciones de amor y de apoyo absolutamente pacíficas y alegres, que tienen lugar ante la ya inocultable persecución del partido judicial. Para los macristas: cuidado y protección. Para los peronistas: vallas, infantería de la policía de la ciudad y hasta palos, gas lacrimógeno y gas pimienta como la noche del lunes. Lo dije ese día por la noche: nunca fueron ni serán democráticos”.

La concepción maniquea de Cristina es harto evidente. Nosotros, los peronistas, somos los buenos de la película, los democráticos. Ellos, los macristas, son los malos de la película, los intolerantes y violentos. La vicepresidente se presentó como una víctima inocente de un jefe de gobierno porteño implacable e inmisericorde, que no dudó en sitiarla para impedir que el pueblo que la quiere se acerque a ella. Las palabras de Cristina y fundamentalmente las imágenes de las vallas provocaron una enérgica reacción de sus seguidores, quienes en gran número se acercaron por la tarde al epicentro del volcán. Finalmente, se produjo lo que todos temían que se produjera. Militantes derribaron las vallas y se trenzaron con los uniformados. Llovieron las piedras, los empujones y los insultos. El espectáculo fue sencillamente deplorable.

Cuando caía la noche habló Horacio Rodríguez Larreta (fuente: Perfil, 27/8/022): “Hoy vimos escenas de violencia que no son aceptables”. Responsabilizó al gobierno nacional por “fomentar estas situaciones”. Afirmó que con el transcurrir de los días los partidarios de Cristina establecieron un acampe que provocó una alteración del orden público y de la vida de los vecinos del lugar. Luego culpó a esos simpatizantes por la violencia desatada el sábado por la tarde y reivindicó el accionar de la policía porteña. “La Policía de la Ciudad actuó con determinación, con profesionalismo. No vamos a permitir actos de violencia”. “Es un orgullo la Policía que tenemos”. Finalmente, responsabilizó a Cristina por intentar “distraer, enfrentando a los argentinos unos con otros”.

Cristina no hizo más que mostrarse tal cual es. Una dirigente que siempre apuesta al antagonismo, a la confrontación, a la profundización de la grieta. Para ella la política es una permanente lucha contra el enemigo. Ese enemigo sigue siendo el macrismo o, si se prefiere, Mauricio Macri. Lo que busca Cristina es confrontar con Macri, es situarlo arriba del ring porque lo considera el enemigo más accesible en la elección presidencial del año próximo. Por su parte, el ex presidente aguarda el momento oportuno para darle el gusto a Cristina. El ex presidente de Boca también apuesta al antagonismo, al maniqueísmo político. En este sentido es un hermano gemelo de la vicepresidenta. En el medio quedó atrapado Horacio Rodríguez Larreta, quien quiere ser presidente en 2023 y ha decidido valerse del discurso de la moderación como principal herramienta electoral. Los disturbios de ayer en su propio reducto no le deben haber causado ninguna gracia. ¿Por qué? Porque lo obligaron a actuar como un halcón, a ser un duro, a cristinizarse, en suma. Ello explica su rostro adusto en la conferencia de prensa.

La “locura” de Luis Bruschtein

“Locura” significa un trastorno patológico de las facultades mentales. Quien la padece no está, por ende, en su sano juicio. Decirle a alguien, como insulto, que está “loco” implica, lisa y llanamente, un agravio gratuito a quienes padecen esa cruel enfermedad. Pues bien, en las últimas horas el conocido dirigente opositor Fernando Iglesias, acaba de manifestar en su cuenta de Twitter que el conocido y respetado columnista político Luis Bruschtein, está loco. Fue la manera elegida por el legislador para criticar la columna que hoy (sábado 27) fue publicada por Página/12 y que se titula “Despertaron al león”.

¿Por qué la reflexión de Bruschtein provocó la ira de Iglesias? Dijo el autor: “La corporación de medios se lanzó a toda máquina en un esfuerzo inusitado para competir con la inesperada convocatoria popular que desató el pedido de penas para Cristina Kirchner en la causa vialidad. Es una disputa de la época: la información virtual, teledirigida y monopólica, frente a miles de personas de carne y hueso en una demostración que disgusta a esa corporación y que, por lo tanto, trata de invisibilizarla o bajarle el precio (…) Es una causa (la de vialidad) que se tendría que haber cerrado por falta de pruebas, pero se mantuvo por razones políticas, como sucede también con la causa de los cuadernos. No respetaron el marco legal y forzaron la acusación hasta llevarla a un plano donde la resolución tiene que ser más política que judicial (…)”.

“Si se ve a la distancia, resulta incomprensible que alguien de la alianza que llevó a la presidencia a un millonario que hizo su fortuna como proveedor del Estado, crea en la cruzada anticorrupción que ellos han lanzado contra dirigentes kirchneristas (…) Después de los Panamá Papers, donde no apareció ninguna offshore relacionada con los kirchneristas, pero aparecieron cerca de 50 donde figuraba el nombre de Macri, el ex presidente ocupó el top ten de los jefes de Estado más corruptos. Resulta difícil creer en la buena fe de los dirigentes de la fuerza que llevó a este personaje, cuando expresan su “indignación” por la supuesta corrupción de un gobierno que no les gusta y no dicen nada de la corrupción del que sí les gusta”.

“Y lo mismo corre para los opinadores “independientes” indignados, que son implacables con el movimiento popular y no dicen nada del gobierno que apoyaron los que manejan los medios donde trabajan, sean nacionales o extranjeros, y que forman parte del dispositivo macrista (…) Y no esperaba (el macrismo) el aluvión masivo que empezó a juntarse frente al departamento de la vicepresidenta. Apostó a que toda la atención estaba puesta en la inflación y la carestía de la vida. Se equivocaron (…) Pensaron (los macristas) que las divisiones internas ya no eran conciliables y que el pedido de condena a Cristina, las profundizaría. Pero fue al revés (…)”.

“El solo pedido de penas contra la vicepresidenta cambió el escenario político. La oposición no termina de entender que está frente a un fenómeno de liderazgo de masas. Cada artimaña antidemocrática que utiliza funciona como una provocación al dragón. El pueblo se identifica con ese liderazgo y en vez de alejarse cuando lo agreden, se siente agredido él mismo. Es probable que con otros dirigentes funcione la difamación y la persecución judicial. Pero funcionan al revés cuando se trata de un liderazgo popular con raíces en procesos de distribución del ingreso y ampliación de derechos”.

El artículo está muy bien escrito. Es muy claro y contundente. Refleja el pensamiento del autor, su postura política y su formación intelectual. Al exclamar que Bruschtein está loco, Iglesias insulta a los valores políticos y filosóficos de los que siempre se nutrió Bruschtein. Insulta a las ideas políticas de Bruschtein. Iglesias tiene todo el derecho del mundo a disentir con Bruschtein pero no a descalificarlo de esa manera. Es una actitud propia de un fanático, un intolerante y un mal educado. Lo que debería haber hecho el legislador opositor es haber enviado a clarín o La Nación un artículo rebatiendo la postura de Bruschtein. Capacidad le sobra. Además, hubiera sido interesante para los lectores comparar ambas posturas. Lamentablemente, eligió la descalificación.

Un seguidor de Spruille Braden

En 1945 la situación política del país era harto delicada. El entonces coronel Perón había adquirido una gran notoriedad, provocando duras resistencias tanto en la oposición como en los sectores de las fuerzas armadas cercanas a los aliados. Tal era la tensión que en abril Perón produjo una declaración en la que aseguraba no aspirar a la presidencia. Pocos deben haberle creído. Fue en ese momento cuando entró en escena un personaje foráneo. Me refiero al norteamericano Spruille Braden, quien fue nombrado en ese momento embajador en nuestro país. Lejos de actuar como embajador, Braden desplegó una inusitada actividad proselitista a favor de las fuerzas políticas contrarias a Perón. En muy poco tiempo se puso a la cabeza de una ofensiva cuyo objetivo no era otro que el derrocamiento del gobierno de facto encabezado por Farrell. Si bien su militancia a favor de la oposición logró el apoyo de muchos, su accionar fue, desde el punto de vista diplomático, una flagrante intervención en los asuntos internos argentinos y, desde el ángulo político, una torpeza increíble. En efecto, la activa participación de Braden en el proceso político que desembocaría en las elecciones presidenciales de febrero de 1946 no hicieron más que profundizar la grieta producida por el accionar de Perón y la miopía política de sus enemigos. De ese modo, una vez lanzada la carrera presidencial el pueblo tuvo delante suyo dos opciones: una, elegir a Perón; la otra, elegir a los candidatos de la Unión Democrática fogoneados por Braden. Finalmente, las urnas dieron su veredicto. Perón fue elegido presidente y al asumir el 4 de junio de ese año, dio comienzo a una nueva era en la República Argentina.

Este episodio, quizá desconocido para las nuevas generaciones, dejó una gran enseñanza: acicatear la grieta con un líder de masas del calibre de Perón no hizo más que entregarle el poder en bandeja. Décadas más tarde acaba de suceder un episodio que, si bien carece de la magnitud del protagonizado por Braden, guarda cierta semejanza. El senador norteamericano Ted Cruz instó al Departamento de Estado, es decir, a Anthony Blinken, el número 2 del poder actual norteamericano, a imponer sanciones contra Cristina Kirchner. Expresó el émulo de Spruille Braden (fuente: Perfil, Patrick Gillespie, 26/8/022): las acusaciones contra Cristina son “públicas, creíbles y ahora respaldadas por el sistema judicial argentino”. “Por lo tanto, lo insto a procesar información anterior y reciente sobre los actos corruptos de Fernández de Kirchner y a imponer una designación de la Sección 7031 (c) a ella y a sus familiares inmediatos”.

Si bien es poco probable que el gobierno de Biden tome medidas inmediatas contra Cristina Kirchner, entre otras razones porque tiene “problemas” más “complicados”· que resolver (la guerra entre Rusia y Ucrania, por ejemplo), no deja de llamar la atención la miopía política de ese legislador, quien acaba de actuar como si fuera un patrón de estancia y la Argentina un dominio suyo. Con su descarada intromisión no ha hecho más que favorecer políticamente a Cristina, quien puede tranquilamente valerse de su accionar para victimizarse y sacar, de esa manera, un importante rédito político. Seguramente tanto la vicepresidenta como sus más cercanos colaboradores deben estar rezando para que más pronto que tarde este personaje de Estados Unidos vuelva a cometer una torpeza política de esta magnitud.

Cuando se despierta a un gigante dormido

El alegato del fiscal Luciani detonó una bomba neutrónica cuyas consecuencias políticas son impredecibles. Si alguien creyó que la dureza de la condena solicitada por el doctor Luciani contra la vicepresidente sería el golpe de gracia para Cristina en particular y el kirchnerismo en general, cometió un grosero error de cálculo. Apenas concluyó su alegato el doctor Luciani, todos nos preguntamos cómo reaccionarían Cristina, La Cámpora, el presidente de la nación y el peronismo. La historia enseña que, por más que sus referentes estén peleados a muerte, cuando desde el sector antiperonista llueven misiles contra uno de tales referentes, el peronismo se une para resistir y pasar al ataque.

Da toda la sensación de que el antikirchnerismo no tuvo en cuenta esta enseñanza. En efecto, la bronca y crispación de conspicuos dirigentes opositores y de los más reconocidos periodistas de Clarín y La Nación+ ponen claramente en evidencia que la reacción posterior del oficialismo al alegato del doctor Luciani los tomó por sorpresa. Hubo de parte de los sectores antikirchneristas, qué duda cabe, una clara subestimación de la capacidad de reacción del oficialismo.

Cuesta creer que todavía haya quienes, en el sector opositor, ignoren la personalidad de Cristina. La viuda de Néstor Kirchner jamás se ha dado por vencida, ni siquiera cuando el agua amenazaba con taparle la nariz. Su táctica fue la de siempre: redoblar la apuesta. Eso fue lo que acaba de hacer luego del alegato del doctor Luciani. Este martes utilizó su despacho senatorial para ejercer su derecho a defenderse. Se trató de una cadena nacional que mantuvo en vilo al país. Habló durante una hora y media. No dejó títere con cabeza. Mientras tanto, militantes de La Cámpora comenzaban a hacer un aguante en el edificio donde vive en plena Recoleta. A partir del momento en que la vicepresidenta concluyó su defensa ese sector del distinguido barrio porteño comenzó a poblarse de militantes cristinistas que todavía permanecen en el lugar. Semejante demostración de apoyo sacó de quicio a la oposición y a los medios enfrentados con el gobierno.

El alegato del fiscal golpeó con extrema dureza a la vicepresidente. Con el correr de las horas el peronismo comenzó a sentirse acorralado. La Causa Vialidad se transformó en el pretexto perfecto para poner en práctica lo que el peronismo mejor sabe hacer: utilizar la calle para combatir al enemigo. El movimiento creado por Perón entró en estado de alerta y movilización. Algunos de los referentes cristinistas sueñan con recrear el 17 de octubre. Tal el caso de la senadora nacional Juliana Di Tullio, quien reconoció que se está preparando una marcha de envergadura para apoyar a la vicepresidenta. En diálogo con Florencia Halfon y Nicolás Fiorentino (Ahora Dicen) expresó (fuente: Perfil, 24/8/022): “Atacar a la jefa del peronismo lo único que hace es hacernos reaccionar porque nos ataca a nosotros”. “Estamos armando una gran marcha para mostrarle a la derecha que somos millones”. No se trata de un juicio sino de “un pelotón de fusilamiento; jurídicamente debería estar anulado todo lo actuado”. “El gran diario argentino (en obvia referencia a Clarín) habló de 3 toneladas de pruebas y no tenían ni un papel y durante nueve días estuvieron haciendo un show mediático”. “Esto no es un tribunal y Mola y Luciani no son fiscales”.

“Dentro del peronismo yo soy de las que exige movilizarse”. “Hay una responsabilidad de la dirigencia que es ineludible y el peronismo debe estar en permanente estado de alerta y movilización”, “Estamos armando una gran marcha para mostrarle a la derecha que estamos dispuestos a dar pelea”. “A la derecha las cosas a veces le salen mal, como el 17 de octubre que metieron preso a Perón y armaron el peronismo, crearon el mito fundante del peronismo”. “A la par estamos gobernando y no nos podemos distraer, pero creemos que si salimos fortalecidos de esta manera vamos a tener mejores herramientas para pelear y poder distribuir mejor en lo que queda de nuestro gobierno”.

La reflexión de Di Tullio refleja a la perfección la filosofía política del peronismo. Perón fue el máximo emblema de la democracia caudillista, de la democracia de masas de Quiroga, Facunda y compañía. Esta democracia se vertebra en torno a una férrea y vertical relación entre el caudillo y la masa. Aquellos que no aceptan la autoridad del caudillo no forman parte de la democracia de masas: Son los denominados “contreras”, cipayos o, lisa y llanamente, enemigos. Son, en definitiva, los oligarcas. Pues bien, para el peronismo el fiscal Luciani forma parte de la histórica oligarquía enfrentada con el peronismo. No es más que un soldado del gorilismo. Su alegato no es más que un misil dirigido al corazón del peronismo, encarnado en esta oportunidad en Cristina. No es otra cosa que una declaración de guerra de la oligarquía.

El antikirchnerismo refleja la otra cara de la misma moneda. El radicalismo, la Coalición Cívica y el macrismo se consideran representantes de la otra democracia, es decir, de la democracia orgánica o liberal basada en los principios liminares de la constitución de 1853. Los referentes de la oposición también consideran al alegato de Luciani un misil que impactó de lleno en el corazón de Cristina. También lo consideran una declaración de guerra a la democracia de masas o caudillista. Como puede observarse, el pensamiento político de Carl Schmitt está más vigente que nunca.

En este contexto, el equipo de RePerfilar se comunicó con Alejandro Gomel, periodista acreditado en Casa Rosada, quien reconoció que “hay gran efervescencia por las complicaciones judiciales de Cristina Kirchner”. “Aún hay movilizaciones del PJ en apoyo a la vicepresidente; volvió la mística del justicialismo” (fuente: Perfil, 25/8/022). El alegato del fiscal Luciani no hizo más que despertar a un gigante dormido, en suma.

¿Cristina 2023?

Cristina Kirchner es uno de los miembros de la clase política más experimentados. Conoce como la palma de su mano los vericuetos del poder. En octubre de 2007 fue elegida presidenta de la nación y cuatro años más tarde revalidó el título. En mayo de 2019 su astucia le permitió al FdT obtener una clara victoria sobre Mauricio Macri. Astuta y calculadora, piensa antes de actuar. Evalúa los riesgos. Compara los pro y los contra.

Cristina sabía muy bien que el fiscal Luciani no la trataría con benevolencia. Sabía muy bien que le asestaría un duro golpe. Es por ello que debe haber planeado con mucha antelación los pasos a seguir luego del alegato del fiscal macrista. Nada de lo que dijo e hizo a partir del lunes pasado es obra de la improvisación. En este contexto hay que analizar su frase “esto no es un juicio a Cristina Kirchner, es un juicio al peronismo”.

¿Por qué se expresó de esa manera? Cristina conoce muy bien al peronismo. Conoce muy bien la psicología de los peronistas. Conoce muy bien su historia. Es por ello que transformó el alegato del doctor Luciani en un ataque contra todos los peronistas. Lo que Cristina le dijo a los peronistas es lo siguiente: “¿Vieron compañeros? El fiscal Luciani es el instrumento elegido por la oligarquía para demoler al movimiento creado por Perón”. No resultó casual que luego de hablar una hora y media en su despacho senatorial, haya utilizado el balcón para cantar la marcha peronista ante un buen número de militantes de La Cámpora que la escuchaban y miraban extasiados desde la calle.

Pasaron las horas y se produjo lo que Cristina buscó: el apoyo de buena parte de la dirigencia peronista. Logró que se encolumnara detrás suyo gran parte del peronismo. Qué duda cabe que en estos momentos es la líder del movimiento, la única dirigente con peso político propio. Y eso fue, precisamente, lo que buscó la vicepresidente. El jueves a la noche, al retornar a su domicilio en Recoleta, se colocó una gorra con la leyenda “CFK 2023”. ¿Alguien cree que lo hizo para quedar bien con los jóvenes que la vivaban? Lo hizo para enviar un claro mensaje tanto al peronismo como a la oposición. Ese mensaje es el siguiente: “en 2023 pienso competir por la presidencia”. El alegato del doctor Luciani no hizo, pues, otra cosa que servirle en bandeja el centro del ring. Cristina, astuta como nadie, aceptó semejante regalo.

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