Por Luis Alejandro Rizzi.-

Es la pregunta que pretendo responder.

Mi teoría es que la inflación argentina es más una cuestión política que económica y monetaria.

Obviamente y luego de leer el libro de Juan Carlos Torre, me ratifico en mi idea, lo que no quita que la economía y la teoría monetaria cuentan para resolver la cuestión.

En 1985, el excelente equipo económico encabezado por el ministro Juan Vital Sourrouille elaboró lo que se llamó “Plan Austral”, que pudo haber cambiado el rumbo de la Argentina.

Sin embargo, la política desdibujó ese programa que, más que económico, era un plan de gobierno, pese que ese plan contribuyó para el éxito en las elecciones de 1985 logrando el 43% de los votos.

En las elecciones legislativas de 1983, Alfonsín ganó con el 47% y la presidencial con el 51% de los votos. Participó en la elección el 85% del padrón.

El fracaso político del Plan Austral nos llevó a una híper que recién se pudo controlar con el programa de “convertibilidad” monetario de Domingo Cavallo, que consistió esencialmente en imposibilitar la emisión de moneda por parte del Banco Central, controlado por el poder ejecutivo.

Fue un modo de controlar, mediante un sistema de policía monetaria, el volumen del gasto.

Pero el gobierno encontró el modo de “emitir dólares” contrayendo créditos en esa moneda para financiar gastos corrientes.

La convertibilidad se convirtió en dogma, y como suele ocurrir, el dogma obstruye la razón y el programa explotó “políticamente” en la crisis del 2001/2002.

El gobierno de los Kirchner pudo gobernar de modo tranquilo mientras perduró la inercia de la década del 90, hasta que, en 2015, Mauricio Macri gana las elecciones presidenciales, con la expectativa de sanar políticamente al país.

Según Jorge Giacobbe padre, esa sanación significaba diluir al cristikirchnerismo.

Recuerdo haber escrito una nota que titulé “Hay que pasar el verano”, parafraseando a Álvaro Alsogaray, a quien recuerdo con todo mi afecto. Tuve varias charlas con él y conocí a un Alsogaray culto, en el sentido orteguiano, que sabía de qué se trataba la vida.

Pues bien, Macri no tuvo un plan para “pasar el verano” y recurrió al endeudamiento irrestricto, mientras pudo, para financiar gastos corrientes, pero no pudo con la inflación y terminó como había empezado con control de cambios o cepo.

Javier Milei la vio y nos dio un baño de realidad a “todos y todas” con sólo tres palabras: “no hay plata”, y “todos y todas” sabíamos qué significaría en los hechos y en nuestras vidas.

Pero pensábamos en un largo invierno, en palabras de Alsogaray, no en un infierno, que es lo que generó Milei.

En vez de administrar bien, cortó el gasto, demostrando tener alma de “bárbaro” y como tal gobierna.

Carece de criterio, no enunció prioridades y no lo es “tener superávit fiscal”.

Ese objetivo no pasa de ser un brutal “TOC”, que evidencia una grave neurosis.

Invoca las “fuerzas del cielo” pero carece del sentido de la sensibilidad, de la caridad, de la paciencia y la prudencia. En términos freudianos, lo domina su “ello”. Tan primitivo es su diagnóstico que restablece la vigencia de Freud.

Gobierna de “facto” y convirtió a su escritorio en la casa de gobierno en una suerte de altar político religioso, donde la inmolación tiene valor y la vida poco o nada vale.

Dispone de recursos, para utilizarlos razonablemente, como en el caso de los jubilados, discapacitados y la obra pública, suspendida como método “bárbaro” para cortar la corrupción, mientras no puede explicar el caso $LIBRA y esa estupidez del “avión negro” que convirtió una simple sospecha en creencia verdadera, “algo que ocultar había en las valijas”. Ya no hay marcha atrás.

En fin, como dice Willy Kohan, “somos nosotros”. Así nos va.

La respuesta a la pregunta del título, con gente culta y de bien, podríamos estar en un invierno crudo, pero no en un insoportable infierno, como lo es el “mileísmo”.

“Las fuerzas del cielo” hoy conforman una tremenda baja de presión atmosférica política, nos empuja en una caída sin fondo.

Milei, es un falso “nefelibata”.

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