Por Carlos Tórtora.-

El atentado contra Cristina Kirchner abrió un nuevo escenario político en parte previsible. El kirchnerismo venía buscando razones para polarizar al país mediante la movilización callejera y en este caso las encontró. A partir del atentado, le resultará mucho más fácil al cristinismo captar el apoyo de las estructuras peronistas, hasta ahora algo remisas a respaldar decididamente la victimización judicial de la jefa. Simultáneamente -como ya se vio en el discurso de anoche de Alberto Fernández- al oficialismo esto le viene como anillo al dedo para descalificar a la oposición, responsabilizándola del clima de odio imperante. No es un dato menor que el atentado encuentra a JXC tal vez en su peor momento histórico. Las peleas derivadas de distintas acusaciones de Elisa Carrió y Patricia Bullrich hacen que la coalición opositora haga agua por los cuatro costados.

Pretextos

Yendo a los hechos puntuales, el atentado le habría puesto punto final a la costumbre de la vicepresidenta de exhibirse públicamente varias veces por día. A partir de ahora, si se confirman las versiones que circulan, ella se mostraría menos y estaría rodeada de un verdadero cerrojo de seguridad. Su participación en actos y reuniones públicas sería también sumamente restrictiva.

Para el kirchnerismo, el atentado es la oportunidad de montar una gran ofensiva política instalando ya la candidatura presidencial de CFK. Se trata de una decisión que ella pospondrá por ahora, aunque empiece a realizar giras proselitistas por todo el país. En fin, se avecina una escalada de reacciones que profundizarán la actual crisis.

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