Por Carlos Tórtora.-

El triunfo por 144 votos a 109 en la media sanción de la ley ómnibus puede ser una victoria pírrica para Javier Milei. Todo indica que el próximo martes, en la votación en particular, el proyecto puede ser deflecado en partes sustanciales de su articulado. Encabezan los temores del gobierno el número y la extensión de las facultades delegadas y el listado de privatizaciones, que se podría achicar significativamente. Este proceso parece derivar en una ley bastante menos ambiciosa que la proyectada por los libertarios. Para evaluar qué es lo que queda de la ley hay que esperar al martes pero en Olivos habrá este fin de semana comité de crisis, porque el presidente debe empezar a asimilar los cálculos acerca de cómo terminará saliendo la ley. El aspecto que más preocupa es el internacional. Si se instala la idea de que el Congreso está en capacidad de torcerle el brazo al gobierno, se pondría en duda la capacidad de Milei de liderar la transformación de la economía. El 5 el presidente viajará a Israel y de allí a Roma, donde aterrizará con una delegación de 30 empresarios y se reunirá con el Papa. Este viaje había sido pensado como la vidriera de la ley ómnibus y el mega DNU. Ahora la ley ómnibus va camino a achicarse y el DNU corre el riesgo de derogación.

Días decisivos

Si todo transcurre normalmente, la ley ómnibus llegará con su media sanción al Senado a mediados de mes. Pero la Cámara Alta está mientras tanto inmersa en la discusión abierta entre el bloque de Unión por la Patria y Victoria Villarruel. La bancada que conduce José Mayans le reclama a ésta que convoque a la sesión para tratar el mega DNU. Si se sesionara y el peronismo no consiguiera el rechazo del Decreto, el mismo ya no podría ser derogado, ya que sólo con el rechazo de Diputados no alcanza. Pero si el DNU es rechazado, el bloque kirchnerista de diputados exigiría tratarlo de inmediato y el clima se recalentaría en el Congreso. Si tenemos en cuenta el empobrecimiento sufrido por la ley ómnibus, el mega DNU es hoy tal vez más importante para la Casa Rosada. Su derogación implicaría una debacle para una administración que lo tiene como su mayor éxito.

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