Por Italo Pallotti.-

En esta Argentina nuestra parece que nos hemos propuesto, con rigurosidad, inscribirnos en un manual de sorpresas donde cada actor pudo jugar y otros lo intentan a que la suya sea la que se destaque de un modo especial. En el fondo no son más que singulares historias donde el protagonismo corre por cuenta de aquellos que lejos están de imaginar el final. Porque son audaces en demasía, inhábiles para manejar sus propias creaciones, torpes en las elecciones de sus propios colaboradores o simplemente insensatos al momento de tomar decisiones que los involucre de modo personal o colectivo. En los últimos días, una sucesión de episodios han puesto sobre la mesa un tema que tiene que ver con el planteo inicial. El destape del tema de la corrupción hizo explosión de un modo desconocido para el ciudadano común. Por esa costumbre, como obligada, de no creer en la posibilidad que un día esto se investigara y la irrupción del asunto en los estrados judiciales hizo que todo despertara el interés de tantos, hasta hoy, incrédulos sobre el tratamiento de tan importante cuestión. Un salvajismo sembrado con total impunidad durante décadas explotó de modo fenomenal. De pronto es como que la racionalidad apareció sobre el terreno del plano judicial. ¿O será que los tiempos se habían agotado para el letargo? Un día se sabrá.

Lo cierto es que el banquillo de los acusados (bah! es una forma de decir, por ahora), fue ocupado por esos personajes que el flagelo de la corrupción puso en una trágica y despreciable vidriera. Por fin el radar del clamor de la ciudadanía , el coraje de varios periodistas y una exótica historia de unos cuadernos (Oscar Centeno, singular cronicante) los ubicó en el radar para intentar (aunque de modo extraño, extravagante, diría) frente a las miradas de una sociedad que despertó con un cachetazo que hace tiempo merecía. Porque hay que ser sincero en decir que muchos, y aún hoy, siguen pensando que todo se trata de una patraña. Sí, son los de siempre; aquellos qué por obsecuencia, fanatismo, interés, complacencia con el delito, o simplemente por ignorantes y sumisos quieren seguir bastardeando la verdad y entronizando la mentira a niveles de obscenidad. Políticos y empresarios en un pantano inmundo, hasta hoy protegidos por la impunidad.

Nada compatible con las buenas prácticas de la política y el ejercicio del poder. Todo un reservorio humano que dilapidó todo vestigio de moralidad y ética. Encabezados por la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner una frondosa lista de políticos y empresarios envueltos en una trama de corrupción histórica, según la calificación de entendidos. He sostenido, en este encuadre, tantas veces, que se puede engañar a la almohada, al espejo, a los hijos, a la conciencia; pero un día aparece un alguien que dice: ¡Hasta aquí llegó! Puede parecer pueril la reflexión; lo cierto que tarde o temprano la condena llega a estos malversadores de la política, expertos en hacer del soborno una práctica cotidiana. Cada cual, defensores mediante, tendrá a mano el correspondiente ardid (a veces hasta desopilante o ridículo, dentro de lo aborrecible) para intentar morigerar penas o zafar. La Justicia, parece, ha comprendido la gravedad del asunto y muestra poner freno a alguna propuesta; por lo menos rara o no convencional. En tanto, como perla sorpresiva (era hora!) la decisión del Juez del TOF, Dr. Jorge Gorini, aunque en otro tema, apunta, por fortuna, en ese sentido. Mientras, Cristina, (por demás conocida) trata dentro de su “particular mundo” ensuciar el terreno buscando algún rédito que la salve de grandes desafíos que aún tiene por delante, junto a sus “colaboradores”: De Vido, López, Baratta, Clarens y empresarios varios. En tanto, surge como un designio maltrecho la nueva generación de sospechados con ANDIS, droguerías, Spagnuolo, Calvete y adherentes. Por todo esto, y frente al desmadre final de esa “sociedad oscura y repugnante”, que hizo y hace del verbo corromper casi un estilo de vida, un escandaloso monumento a la impunidad, cabe preguntar: “¿Qué pensaron? ¿Qué piensan? En fin, lo viejo y lo nuevo, en unión parasitaria y decadente, para desdicha de la nación.

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