Por Hernán Andrés Kruse.-
LA CRÍTICA DE ANDERS A LA POLÍTICA TÉCNICA COMO CRÍTICA A LOS ENFOQUES CIBERNÉTICOS Y NEOCIBERNÉTICOS DE LA POLÍTICA
“La crítica al control cibernético a la que ya se ha aludido puede leerse, por tanto, también en el contexto de la “perfecta integralidad” del Estado diagnosticada por Anders: Una estructura estatal integral, escribe en el segundo volumen de La obsolescencia, idealmente no tiene “ningún territorio inexplorado”, por lo que o bien alcanza a todos los individuos, o bien produce hasta cierto punto ciudadanos y ciudadanas que serían por sí mismos “tan ‘acomodaticios’ como para existir ‘coram’, es decir, cristalinamente o de forma transparente”. […] El Estado total sólo estaría consumado si la ‘discreción’ […] no existiera en absoluto”.
En este contexto, no sólo cabe mencionar la obvia referencia al presente, en el que la “ausencia de muros” desde las Smart Cities al Smart Home se califica como un bien de consumo en el que el espacio vital está impregnado de sensores y canales de comunicación inteligentes (piénsese también en Alexa de Amazon), en el que se genera un flujo continuo de datos y en el que, además del ya mencionado sistema de crédito social en China, las “naciones inteligentes” como Singapur también se convierten en emblema de ambiciones tecnopolíticas.
Más o menos cuando Anders escribía esto, aparecieron los primeros proyectos de un Estado cibernético. En 1959, el cibernético de la gestión Stafford Beer desarrolló el Viable System Model, que luego utilizó para su experimento matriz de Estado cibernético en el Chile socialista, y cuatro años más tarde Karl Deutsch presentó el que fue probablemente el concepto más destacado con «Los nervios del gobierno». Dos décadas antes, el fundador de la cibernética avant la lettre en Alemania, Hermann Schmidt, ya había insistido en un sentido similar en “regular todo lo regulable y hacer regulable lo no regulable”.
Las primeras construcciones teóricas de la gobernanza cibernética entendieron, en el sentido de la teoría de la información de Shannon, cómo priorizar la intensidad de la comunicación frente al contenido o la semántica. Cuanto mayor sea la intensidad y la velocidad de circulación de la comunicación, estaba seguro por ejemplo Deutsch, más democrático será el Estado. En el centro de los esfuerzos intelectuales de política cibernética de aquellos días estaba la captación y el gobierno sutil de la voluntad común, así como la introducción de información en un entramado sistémico más amplio. Esto debía lograrse con la ayuda de un sistema de retroalimentación implementado socialmente que se basaba en la adaptative behavior tan vehementemente criticada por Anders. En este sentido, se priorizó el establecimiento de órdenes de reajuste continuo frente a la disidencia sustantiva o el antagonismo político.
Al mismo tiempo, Stafford Beer, en particular, se esforzó por el establecimiento de una dialéctica entre libertad y control: la libertad era una “función programable de la eficacia” o, como el cibernético de la gestión resumió en otro lugar de forma aún más sorprendente: “La libertad que abrazamos debe ser, no obstante, controlable”. Günther Anders también se esforzó por descifrar esta conexión, diciendo que era “parte del deber del conformista no salirse nunca de la libertad”. En consecuencia, la libertad y el control establecieron una relación problemática en una era cada vez más tecnológica, en la que “la abolición de la libertad de la persona [va] de la mano de la ideología de la libertad de la persona” y “la abolición de la libertad […] casi siempre [tiene lugar] en nombre de la libertad”.
En este “sistema integral”, la participación se reduce, en el mejor de los casos, a “actos de colaboración”, una observación que ya anticipa la dimensión reductora del concepto cibernético de participación, que, como afirma el filósofo de los medios de comunicación Dieter Mersch, en el mejor de los casos delinea la dimensión de la participación, pero no del tener parte. Como ya se ha indicado, Anders no describe los mecanismos de la integralidad participativa en el sentido de una lógica de la oferta orientada de forma determinista, sino que el conformismo cibernético funciona principalmente a través del mantenimiento de un horizonte de posibilidades preestructurado: “Dado que nuestras ‘puertas de entrada’ están abiertas de par en par, desde que ya no hay ‘muros’ entre nosotros y el sistema, desde que vivimos en ‘congruencia’ con sus contenidos, […] siempre nos resulta evidente […] hasta dónde podemos transgredir los límites de este sistema y hasta dónde no”.
El filósofo ocasional formuló la consecuencia político-normativa de esta libertad siempre cercada de antemano de forma tan anticibernética como drástica, a saber, que no puede haber libertad en estas circunstancias: “La existencia en el mundo del país de Jauja post-ideológico es totalmente una existencia no libre”. Por eso, cuando Anders escribe que un potencial totalitario pertenece ya “a la esencia de la máquina”, esta idea puede aplicarse también al cercamiento cibernético de lo otro mediante la adaptación por retroalimentación a la totalidad flexible caracterizada por el autoaprendizaje.
El diseño de Deutsch de un Estado cibernético estaba explícitamente dirigido contra el fascismo y se entendía como referido de modo exclusivamente técnico a la preservación del orden y, precisamente por ello, como ampliamente neutral. Anders, en cambio, reconoció muy pronto que esta ecuación no funcionaba: el totalitarismo político sería “sólo un efecto y una variante de este hecho tecnológico básico”, que “la tendencia a lo totalitario […] proviene originalmente del ámbito de la técnica”. Para Anders, la tecnocracia ya no significaba en absoluto sólo el dominio de los técnicos, sino que el mundo y con él nuestra relación con el mundo está esencialmente mediada por la técnica y se fusiona en un universo global, siempre mediado.
En este sentido, la tecnocracia debe entenderse con Anders principalmente en términos etimológicos: Sólo de modo secundario se trata de una forma de Estado; él entendió la “tecnocratización” principalmente como la supremacía de una técnica absolutizada que se estiliza como el único sujeto restante y sin alternativas de la historia. En consecuencia, la adaptación sistémica, anclada esencialmente en la cibernética política, también fue diseñada para reinsertar la perturbación de forma productiva y, en la medida de lo posible, automática y participativa –sobre todo para imposibilitar anticipadamente las subversiones reales.
Por ejemplo, para Karl Deutsch, la Revolución Francesa fue un mero problema de información, principalmente la indicación de un “insuficiente suministro interno de noticias del gobierno derrocado”. En este sentido, Anders también encontró que las revoluciones políticas estaban anticuadas debido a la apropiación técnica de su concepto y que de lo político en sí mismo solo quedaba, en el mejor de los casos, un fenómeno de superestructura apenas digno de mención. “La libertad ya sólo existe como auto-movilidad”, escribe Liessmann, “la igualdad como TV para todos y la fraternidad como comunidad de User de base de datos”.
Peter Sloterdijk expresó una visión similar del presente tecno-político: en lugar de ser sujetos de una revuelta revolucionaria, la gente de hoy sufre más bien “la revolución” que le explican permanentemente diseñadores y programadores. En este sentido, se podría afirmar hoy en día que el soberano es ante todo el que decide sobre el estado de normalidad, el que, siguiendo a Anders, ordena (técnicamente) y crea así los hechos. Al mismo tiempo, con Anders, habría que tener en cuenta la agencia de la tecnología, incluida la tendencia a la automatización asociada a ella. Las técnicas cibernéticas se autonomizan cada vez más al sincronizarse con “otra máquina más grande” o al intentar “conquistar su entorno” para que éste se iguale a ella.
Este diagnóstico se hace políticamente comprensible no sólo en relación a fenómenos como los social bots, sino también al poder sistémico-integral de las plataformas digitales, incluida la lógica de cercamiento y expansión autónoma inscrita en ellas. Además, este obstinado sistema está creciendo actualmente hacia una especie de autoconducción numerocrática y algorítmica, especialmente en prácticas y modelos disruptivos de gobierno –desde los smart states, government as platform, direct technocracy hasta la algorithmic regulation pasando por el nudging–. Aquí, la política se entiende en gran medida como un sistema logístico y de coordinación totalmente automático que se limita a reaccionar ante las perturbaciones.
La supuesta libertad democrática horizontal y de base de la ausencia de jerarquía –Facebook & Co. son a menudo vistos como un modelo en esto– establece en última instancia una forma neo-cibernética de gobierno que pretende flexibilizar o “liquidar” instituciones “anticuadas” (como la democracia parlamentaria, los partidos, etc.) y las fuerzas reguladoras que intervienen en ellas. Los procesos de automatización previstos, basados en la evidencia, es decir, apoyados en los Big Data, actualizan la tesis inicial de Anders de que una vez que la tecnología se ha abierto camino en la política, su importancia “llega a ser tan abrumadora que los acontecimientos políticos acaban teniendo lugar dentro de su marco”.
Esto va tan lejos que hoy en día se puede llegar a la conclusión de que la cibernetización se inscribe en un movimiento que, en última instancia, amenaza con hacer desaparecer por completo lo político. Lo que quedaría entonces no es sólo una tecnocracia en el sentido de Anders, que absolutiza el “principio de las máquinas”; con ello se manifiesta progresivamente bajo el signo de la eficiencia una ideología sin ideología o el seductor “mundo del país de Jauja post-ideológico”, como lo denominó Anders y ya ha sido mencionado.
Sin embargo, a pesar de la tendencia diagnosticada hacia la automatización, Anders estaba lejos de ser un defensor de un enfoque dogmático y determinista de la tecnología. En efecto, subraya el poder de las redes, pero también el de los representantes de lo tecnológico o, como él mismo escribió: productores y “controladores de dispositivos”. Ambos polos deben ser tenidos en cuenta hoy en día: en la actualidad, es sobre todo la dialéctica entre ellos –es decir, entre el capital de los apologetas de la tecnología, por un lado, y el poder de agencia casi autónoma de las tecno-lógicas, por otro– la que potencia la soberanía interpretativa de los primeros.
Esto es especialmente cierto en la medida en que el imaginario social contemporáneo apenas parece capaz de producir diseños sociales alternativos más allá de las pseudo-utopías tecno-cibernéticas provenientes del Valley. En el sentido de Anders, el futuro actual parece, en el mejor de los casos, fabricado de tal manera, que en él se inscribe una “posible falta de futuro”, es decir, “la posibilidad de su interrupción”. La conexión planteada por Anders, más implícita que explícitamente, entre la comunicación cada vez más cibernetizada y la desaparición de lo político puede, pues, leerse ciertamente como una prueba del acierto de la hermenéutica pronosticadora y de sus “exageraciones en dirección a la verdad” –especialmente con respecto a la tesis del “fin de la política” repetida desde los años 70 en el curso del proceso general de cibernetización, desde Baudrillard a Tiqqun, pasando por Flusser, y más recientemente Rouvroy en el contexto de la “gubernamentalidad algorítmica”.
Aunque el propio Anders se volvió cada vez más escéptico hacia el final de su obra con respecto al potencial de la “imaginación moral” que reclamaba tempranamente con vehemencia, al mirar atrás se revela de nuevo la agudeza de filósofo ocasional del “historiador con visión de futuro”. Además, queda claro que las reflexiones de Anders sobre las formas de gobierno de los aparatos basada en la lógica de la retroalimentación trascienden los análisis críticos de la tecnificación que fueron influyentes en su época –aunque Anders comparte ciertamente focos de diagnóstico y percepciones con varios representantes de la Escuela de Frankfurt, especialmente Marcuse (también su crítica de la neutralidad tecnológica y su crítica de la tecnocracia) o Max Horkheimer (especialmente sus observaciones sobre el declive del individuo).
Mientras que Horkheimer y Adorno, en la “Dialéctica de la Ilustración”, como es conocido, se esforzaron por analizar el vuelco de la racionalidad técnico-instrumental en su contrario y señalaron, por ejemplo, cómo “el instrumento gana independencia”, el análisis de Habermas de “ciencia y técnica como ‘ideología’“ se basaba en un concepto de tecnología que parece ‘anticuado’ en el presente digital, un concepto que la entiende al menos implícitamente como un medio neutral. Aunque en algunos momentos Habermas arrojó una mirada crítica a la tendencia cibernética de las sociedades y admitió que las tecnologías ya no podían ser “interpretadas según el modelo de herramienta”, paradójicamente resonaba la esperanza de que el uso de las tecnologías pudiera limitarse a ámbitos específicos y contenerse racionalmente de forma discursiva.
En este sentido, la propuesta de aislar el mundo de la vida comunicativa de las condiciones del marco técnico se basaba implícitamente en la idea de que los medios tecnológicos podían separarse claramente de sus fines, una suposición tan poco instructiva como irreal en la era de la creciente cibernetización, como el propio Günther Anders no se cansó de subrayar. Especialmente en el contexto de los debates actuales sobre una nueva teoría crítica de lo digital, la crítica de Anders a la tecnología, también en sus ampliaciones de algunas lagunas de la teoría crítica temprana, debería ser redescubierta y examinada en relación a la posibilidad de conexión”.
REFLEXIONES FINALES SOBRE LA CUESTIÓN DE LA CRÍTICA: LAS POTENCIALIDADES DEL MÉTODO DE ANDERS
“La contemporaneidad extrañamente diacrónica del pensamiento de Anders tiene su razón de ser sobre todo en el hecho de que la cibernetización, de cuyos inicios especulativos Anders fue testigo crítico, se ha desarrollado entretanto en una forma específica de gubernamentalidad contemporánea: A partir de los años 70, su final como ciencia teórica fue acompañado de una actualización programática de su lógica sistemática en todos los ámbitos de nuestra existencia. Entretanto, está forzando un movimiento que afecta ampliamente y penetra sutilmente en el pensamiento político y la vida social cotidiana.
En este contexto, Dieter Mersch diagnostica una “totalización discursiva” en la que cada problema se correlaciona con más datos, con más automatización y con más redes. Los mencionados déficits imaginativos los explica –en el sentido de Anders– a través de un “error de apreciación” fundamental, que se basa en última instancia en los principios de la cibernética: en concreto, el error de apreciación de que “las redes o canales tienen un auténtico potencial democrático de base, que pueden utilizarse para crear espacios libres de dominación, que pueden reprogramarse tecnológicamente porque –en principio– proporcionan a todos los usuarios las mismas oportunidades y medios”.
Mersch continúa explicando que lo que ocurre es lo contrario: las redes son “regímenes de desempoderamiento, de domesticación. […] Si, por tanto, puede tener algún sentido hablar de su democratización, entonces como mucho en el de la igualación del control, de su interiorización a través de la autoconexión”. En este contexto, el filósofo de los medios de comunicación habla de una “exigencia impuesta de interconectividad”, un diagnóstico que también refleja la crítica de Anders: Sólo se puede participar –por no hablar del tener parte– si se está de acuerdo en principio con la forma de comunicación, se afirma de principio su tecnicidad y su carácter de juicio anticipado.
En este modo, la eficacia no se expresa en absoluto a través de una represión o un retraimiento de la comunicación individual, sino más bien a través de su ampliación, del apremio de una “transparencia” generalizada. En el registro de los sistemas autoorganizados, el control tiene lugar principalmente a través de una constante calificación, clasificación, supervisión y de bucles de retroalimentación. El poder no se manifiesta en la inclusión y exclusión, sino en el establecimiento, la alineación y la conducción de los canales comunicativos, y en la gestión de sus efectos. El objetivo principal de la gubernamentalidad cibernética se define, por tanto, por el mantenimiento incondicional de la circulación del “ruido de un millón de voces”, y más aún en la expansión de las formas sociales y de circulación ajustadas a perfiles.
Así que es lógico que Facebook, por ejemplo, se haya establecido como un sistema cibernético cerrado diseñado para la expansión y multiplicación constantes, como un lugar que busca alimentarse continuamente de todas las formas subjetivas de expresión. “Quien controla la comunicatividad”, como dice provocativamente Mersch, “controla no sólo a las personas, sino también lo que deciden, dicen, desean, hacen y no hacen”. Como se puede afirmar siguiendo a Anders, también aparece así una nueva forma de conformismo: un conformismo que ni siquiera tiene que preocuparse por uniformar el contenido y la semántica, es decir, por suministrar al individuo “el mismo […] e idéntico material”.
En la actualidad, basta con determinar el canal y la interfaz por los que discurre la comunicación para acoplarla retroactivamente de forma calculada. En última instancia, el éxito generalizado de un proceso de cibernetización fundamental se reformula en esta peripecia, en el asimiento supuestamente más sutil. Pues las resistencias, en la medida que no se encapsulen y se aíslen o signifiquen una negación de la circulación comunicativa, tienen ahora un efecto sistemáticamente productivo y marcan el punto de inflexión de la autooptimización incremental. En el modo de la gubernamentalidad cibernética, en el sentido de procesos de desarrollo autopoiéticos, se trata de la expansión constante de los canales (Facebook también incluye Whatsapp e Instagram, por ejemplo), del aprendizaje permanente, de la ampliación del espectro de interacción o –más decididamente relacionado con el individuo– de una conformidad de la alteridad.
La participación, el “tener que conectarse” a los canales de comunicación, es decir, la omnipresente elaboración de perfiles individuales como forma de marcaje y troquel de lo social, se convierte en un poderoso factor en el que se refleja de forma completamente subjetiva no solo la lógica de control de la cibernética, sino también el “papel de instancia anticipadora” de la tecnología. De manera ejemplar, al individuo se le ofrece una multitud de variables y opciones (en Facebook hay unos sesenta potenciales sexos), pero más allá de la amplia selección, aquí se hace evidente una lógica constitutiva que conforma decisivamente el capitalismo cibernético. Cuanto más precisa sea la elección, más exacto será el perfil individual y más valiosa será la información.
Andreas Bernard señala la paradoja de que “mientras que las promesas de libertad de los años pioneros siguen proporcionando los fundamentos ideológicos de todos los nuevos dispositivos […], los procedimientos de individualización […] ya no pretenden entretener al sujeto, sino apresarlo”, con lo que llegamos a un punto crucial. “Si hoy hay quien acuña”, escribe Günther Anders, “no somos nosotros los que acuñamos los aparatos, sino al contrario: son los aparatos los que nos acuñan. Nosotros nos convertimos en sus ‘improntas’; su ‘expresión’”.
Lo interesante en esta afirmación ni es el determinismo tecnológico supuestamente fácil de descifrar que los estudiosos de los medios de comunicación y la cultura a veces atribuyen a Anders; ni tampoco se le puede atribuir falsamente un olvido de la técnica o una posición pre-técnica sea del tipo que sea (Anders comparte no sólo con Stiegler, sino también con la crítica de la tecnología de la primera generación de la Escuela de Frankfurt que la posición de un retorno a una situación ‘pre-técnica’ de cualquier tipo es ilusoria y regresiva). Más bien se enuncia aquí una constatación existencial que enlaza con las primeras observaciones antropológicas de Anders: que la libertad se articula ante todo en la práctica de adaptación técnica indeterminada, en una indeterminabilidad preestablecida, en la artificialidad contingente del ser humano. De modo que, al contrario, la temprana intuición epimetéica de Anders se inscribe en su obra principal posterior. Sin embargo, sigue siendo realista en relación con la tecnología realmente existente, así como con la tecnología futura ya incoada en el potencial.
Además, Anders considera que el rasgo farmacológico de la propia tecnología está amenazado por la progresiva mecanización que sucesivamente hace imposible su libre uso. La crítica de Anders reflexiona así sobre su propia constitución técnica y su condicionalidad, más aún: la eleva a la decisiva tarea aporético-existencial de su propio pensamiento. Anders escribe, autorreferencialmente, que “no hay nadie que no esté modelado por uniformidad. Esto también se aplica […] al escritor de estas líneas”. Sin embargo, esto no implica en modo alguno una capitulación incondicional ante lo realizado técnicamente, sino, una vez más, la necesidad de una confrontación continua con ello, un experimentar y un poner a prueba los límites humanos frente a la máquina prepotente, un procedimiento que al menos daría cabida a un desplazamiento del horizonte ya practicado.
Para Anders, la elaboración de este espacio de pensamiento es, en particular, un ejercicio práctico que apunta a un “tensionamiento” de las “capacidades imaginativas y emocionales acostumbradas”. Con este telón de fondo, la crítica de Anders articula finalmente una preocupación totalmente contemporánea: que es la fascinación por la mecanización y la cibernetización generada por el propio hombre la que podría sabotear en última instancia su indeterminabilidad, su espíritu abierto o “apertura mental”. El desarrollo de la inteligencia artificial, por ejemplo, difícilmente puede ser reapropiado mediante la formación de una “imaginación moral”: “No, la alteración de nuestros cuerpos no es fundamentalmente nueva e inédita”, escribe Anders, “porque con ella renunciemos a nuestro ‘destino morfológico’ o trascendamos los límites de rendimiento que nos vienen dados, sino porque llevamos a cabo la autotransformación por complacer a nuestros aparatos, porque los convertimos en el modelo de nuestras alteraciones; en otras palabras, renunciamos a nosotros mismos como criterio y así restringimos nuestra libertad o renunciamos a ella”.
En esto, por tanto, en la pérdida de una indeterminabilidad original a través de una tecnología en lo sucesivo determinadora, se refleja el potencial existencial –en términos de Anders, totalitario– de los actuales desarrollos técnicos como la digitalización, la automatización y la cibernetización. Una parábola de Anders llama la atención sobre sus mecanismos sistémicos de penetración y cercamiento, con la que queremos concluir: “Dado que al rey no le gustaba mucho que su hijo, abandonando las calles controladas, vagara campo a través para formarse un juicio sobre el mundo, le dio un carro y un caballo. ‘Ahora ya no tienes que caminar’, fueron sus palabras. ‘Ahora no debes’, era su sentido. ‘Ahora no puedes’, su efecto”.
(*) Anna Verena Nosthoff (Universidad de Princeton) y Félix Maschewski (Universidad de Basel): “Hacia una teoría crítica de la digitalidad. Günther Anders en la era del capitalismo de plataformas y las tecnocracias inteligentes” (Constelaciones-Revista de Teoría Crítica-2022).
08/09/2025 a las 12:03 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Los 50 días que cambiarán la Argentina
Ignacio Zuleta
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
6/9/025
El personalismo extremo de la competencia en Buenos Aires de este domingo pone en cuestión la polarización que ha atravesado a la política argentina desde la crisis del 2001.
La debilidad de un peronismo ensimismado en la visión centralista del distrito que Eduardo Duhalde «alambró» para siempre, y la del adversario Milei, que protagoniza el gobierno más débil de los cinco gobiernos débiles que ha tenido el país desde 2001, muestran el agotamiento de la construcción confrontativa de fuerzas que instaló en el debate el peronismo de la familia Kirchner.
Este método es un costado de la demagogia. Construye la puja ficticia entre el pueblo verdadero con la oligarquía – el anti-pueblo – que los oprime. Producto del despotismo ilustrado de los Laclau, ha llevado al país a una sucesión de gobiernos débiles y a su responsable, el peronismo, a perder el principal activo que fue su dominio territorial.
Hoy cuenta con cinco gobernadores que no le responden del todo a la cúpula partidaria, encarnada por la cautiva de San José 1111. Esa ficción dibuja la polarización en el nivel dirigencial pero que no representa a los electorados que se alejan de la dirigencia por el camino de la abstención al voto.
La anquilosis de ese sistema de acumulación de fuerzas de la cúpula partidaria no ha quebrado la integridad del electorado del peronismo, que no está dividido por la polarización planteada por sus dirigentes.
De la misma manera, el electorado de lo que fue Juntos por el Cambio tampoco expresa la polarización de extrema derecha que plantea, hasta la exageración y el ridículo, el actual presidente, al que ayudó a llegar al poder. Que todo se resuelva en un duelo al sol entre Kicillof y Milei, dos jefes sin liderazgo sobre el conjunto de sus fuerzas, pone en el horizonte la crisis de la polarización.
HA SONADO LA HORA DE LOS NORMALES
Los dirigentes de las fuerzas que están fuera de esa polarización esperan los resultados de las elecciones de octubre para ocupar en el terreno político lo que representa en el Congreso el grupo de “los normales” hasta ahora referenciados en Juan Carlos Romero en el Senado y Miguel Pichetto en Diputados.
Son el fiel de la balanza para cualquier decisión, más allá de que sus bloques sean minoritarios. Valen porque están fuera de la polarización y aportan a que el sistema haga una transición del delirio milenarista de Olivos hacia alguna forma de racionalidad.
Uno de los dirigentes de ese espectro, que hoy no es ni un espacio común, habló en las últimas horas de la necesidad de ir, dicho crudamente, «de la locura a la normalidad». Juan Schiaretti usó esos términos en la charla que dio en los Diálogos organizados por la Fundación Mediterránea en el Alvear Palace Hotel.
Pareció describir lo que desde Córdoba representó, dentro del peronismo, la Alternativa Federal que actuó entre 2018 y 2019. Describió la agenda del grupo de gobernadores Provincias Unidas como «un proyecto federal, de producción y de trabajo, que expresa el sentido común de la Argentina real». El presidente, dijo, nunca ha hablado de producción y trabajo.
LOS GOBERNADORES + UN PARTIDO
La liga de gobernadores – argumentó Schiaretti antes de entregarse a actos de campaña en Tigre y La Matanza – es lo nuevo de este proceso. «Milei – dijo ante un auditorio que había escuchado minutos antes a Federico Sturzenegger – es un emergente de la grieta, de la frustración y del fracaso del kirchnerismo.
El kirchnerismo no vuelve, se apaga y va quedando relegado en el conurbano bonaerense: ya volvió con Alberto Fernández y fue el mayor desastre de la historia democrática argentina». Schiaretti viene de mantener una reunión, en julio pasado, con Pichetto y Mauricio Macri, en la que éste aseguró que después de las elecciones volverán a hablar.
Macri ha decidido no aparecer en esta campaña, pero espera adherir a esa liga de gobernadores que es Provincias Unidas, que tiene ambiciones de crecer hasta juntar a una decena de gobernadores. La fórmula que imaginan esos dirigentes es un espacio que los reúna bajo un sello partidario que sea lo más parecido a lo que fue Juntos por el Cambio en 2015. Aquella coalición suspendió la dialéctica de la polarización durante 4 años.
VIGO RECLUTA EN EL SENADO
Cuando Schiaretti sostenía este discurso en el hotel Alvear, Pichetto estaba en Neuquén firmando un acuerdo de Encuentro Republicano con el gobernador Rolando Figueroa en el frente La Neuquenidad, un trasunto patagónico del cordobesismo.
Encuentro Federal ya festejó en Corrientes como parte del frente de los Valdés, y participa en Provincias Unidas en elecciones de Buenos Aires, Misiones – donde sostiene la candidatura a diputado del presidente Ramón Puerta – y en algunos distritos más como Córdoba. Otros dirigentes del espectro de los «normales» miran este proyecto para después de las elecciones.
En el Senado, la senadora Alejandra Vigo, cónyuge de Schiaretti, mantuvo esta semana un diálogo con el senador radical por el Chaco Víctor Zimmermann, que termina su banca y puede ser candidato a gobernador en 2027 y, por supuesto, con el salteño Romero, que también finaliza su banca.
Estos dos legisladores han sostenido proyectos del gobierno como una oposición crítica, pero no de bloqueo, como el peronismo de Unión por la Patria, y ven este emprendimiento como un camino que supere la polarización que – creen – solo les sirve a los débiles.
LA SOLEDAD DE LOS CORREDORES DE FONDO
Es difícil encontrar antecedentes de unas elecciones que decidan tanto y se resuelvan en el enfrentamiento de dirigentes con un liderazgo tan pobre en sus respectivas fuerzas.
Es notable la soledad con la que lleva adelante Axel Kicillof la campaña para las elecciones de renovación legislativa del distrito más grande de la Argentina. No lo acompaña ningún gobernador del peronismo. Ni los jefes del PJ del distrito, los Kirchner madre e hijo, se dignaron contrastar en una foto con el gobernador.
Tampoco Javier Milei apareció acompañado en la campaña por dirigentes nacionales de su fuerza, de sus aliados del radicalismo y del PRO, ni de los héroes empresarios a los que sirve y a los que acude en busca de apoyo. Lo hizo en las mismas horas en que saltaron audios resbaladizos.
Buscó el abrigo en un acto de la Corporación América, su «alma máter» política, y en el CICYP. La soledad de estos dos corredores de fondo, que han buscado encarnar la cara de dos modelos, le dan al experimento electoral una singularidad que conviene desmenuzar, para entender lo que pasa entre hoy y las elecciones nacionales del 26 de octubre. Son los 50 días que cambiarán la Argentina.
MANDA EL INTERÉS DE LOS INTENDENTES
La primera nota para registrar es la experiencia del desacople de las dos fechas electorales, que pone en la superficie la naturaleza territorial de la disputa. Cuando las elecciones nacionales y provinciales ocurrían en la misma fecha, la disputa por los cargos de arriba amparaba lo que ocurría por debajo.
Con el desacople, lo que se disputa es el poder territorial, en 135 municipios, por el control de las bancas de concejales. Los caciques locales pelean por la composición de los concejos deliberantes, que son la sede del poder real.
Esta pelea pone en manos de los intendentes y los jefes políticos locales el destino de las elecciones a cargos superiores. Un intendente de Buenos Aires sabe que si no tiene la mayoría en el concejo deliberante se enfrenta a un pelotón de fusilamiento que lo va a destituir a la primera de cambio. Tener la mitad más uno de los leales es el objetivo básico. Lo demás es literatura.
RESULTADOS A LA CARTA
Esta realidad aporta la percepción que aprovechará el peronismo, que gobierna en 71 municipios. Los 71 intendentes de Fuerza Patria se jugarán todos a ganar en sus municipios. Con ese número alzarán, al cierre del escrutinio, la bandera ganadora. El resto de los municipios está gobernado por otras fuerzas y ninguna podrá decir que ganó más municipios que el peronismo.
Esa bandera de triunfo, que le da confianza al peronismo de Kicillof, la intentarán empatar sus adversarios cuando se conozcan los resultados de las ocho secciones electorales de la provincia.
En esa suma, la oposición presume que podrá ganar la mayoría de las secciones o, en todo caso, perder por diferencias mínimas. Ninguna de las encuestas de intención de voto ha aportado claridad sobre la suerte de los candidatos para alcanzar el piso de votos para ganar bancas de diputados y senadores. Ese piso depende del tamaño del distrito y de los cargos que se disputan.
CUÁNTOS VOTOS HAY QUE SACAR
Esta demografía impone mínimos para que un candidato gane una banca provincial. Los baquianos de estas elecciones manejan esos números mínimos: para ganar una banca de diputado en la 1ª sección se necesitan el 12,5% de los votos; en la 2ª el 14%; en la 3ª el 5,5%; en la 4ª el 12%; en la 5ª el 20%; en la 6ª el 9,5%; en la 7ª el 33% y en la 8ª el 1,6%.
Para entrar en el reparto de bancas de senadores, al ser la mitad en cantidad respecto de los diputados, los porcentajes se duplican. Este embudo circunscribe la disputa a muy pocos partidos y frentes, y el número de quienes pueden sacar algo cambiar en cada sección.
Por esa razón es previsible que en las secciones electorales 1ª, 5ª, 6ª y 8ª el final sea un juego limitado a dos frentes. En las secciones 2ª, 3ª y 4ª, el juego puede ser entre tres frentes distintos. En la 7ª sección, la demografía local prevé que sea un juego de uno o dos frentes, porque exige el 33% de los votos.
Son enigmas para quinieleros de la política, pero decisivos para decidir cuánto le convenía invertir a un candidato o a un frente. Hacer una campaña puede servir para hacer músculo y ganar popularidad, pero lo que decide todo es si se gana o no una banca.
LOS PREJUICIOS, A EXAMEN
Las elecciones de este domingo van a poner a prueba los prejuicios y verdades reveladas del juego político. Primero, si la marca de La Libertad Avanza es ganadora sin mover un músculo. Ese prejuicio ha servido para que ganase espacio en alianzas provinciales en las elecciones que hubo hasta ahora.
El cálculo de las nuevas elecciones realizadas revela, según el cálculo sobre los resultados finales, que LLA sacó el 21,10% de los votos y que el resto de las fuerzas llegaron a sumar el 78,81% (cálculo publicado por Delfina Celichini en La Nación del 1/IX/2025). LLA ganó una sola elección, en CABA, con el 15% de los votos sobre el padrón.
Figura en la órbita ganadora del Chaco, donde ganó el gobierno de la UCR en cantidad de votos, aunque no en cantidad de bancas frente al peronismo. Estos resultados plantean alguna claridad sobre la naturaleza de la pelea electoral, que no es una puja de personalidades, sino una confrontación de proyectos colectivos. Lo ilustra la diferencia entre los hermanos Milei en CABA y los hermanos Valdés de Corrientes.
El vocero de los Milei, sin estructura partidaria, apenas alcanzó el 15% de los votos sobre el padrón y el 30% sobre los votos emitidos. Ocurrió en el distrito de los Milei, donde deberían haber echado el resto. Manuel Adorni, vocero presidencial, representaba a los Milei sin ningún otro atributo.
En Corrientes también Juan Pablo Valdés fue candidato a gobernador por la mera relación con su hermano Gustavo, inhabilitado para tener un tercer mandato. Equivalía a Adorni en CABA. Pero ganó en primera vuelta el cargo porque no solo representaba al hermano, sino porque movilizaba un conjunto restante con eje en la UCR provincial, que amplió el proyecto al sumar al sector del peronismo de Camau Espínola.
En Corrientes el peronismo ganó por última vez en 1973 con Julio Romero. LLA quiso imponer condiciones como en el Chaco o en Entre Ríos, pero perdió todo por creer que solo con la marca se quedaba con todo. Una lección para otros distritos distraídos por estas leyendas proselitistas.
08/09/2025 a las 12:05 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El Gobierno al desnudo: un strip-tease que nadie quería ver
Jorge Fernández Díaz
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
7/9/025
Durante este año y medio mantener la honestidad intelectual ha sido tan fácil como preservar la castidad en un prostíbulo. En vísperas de una elección trascendente –era municipal pero las “fuerzas del cielo” la han transformado en un plebiscito de vida o muerte- el problema se extrema: los sensatos de a pie, los republicanos de verdad están acorralados y con temor a un “día después” potencialmente dañino para la economía. E intuyen que la única esperanza para un gobierno que llega debilitado por sus propias soberbias e impericias y su agresiva estupidez, consiste en que el miedo al kirchnerismo despierte al decaído y vacune al engripado.
O dicho en otros términos, que muchos “mabeles y raúles”, “viejos meados” y “ñoños de las formas” olviden agravios y también la comparsa gestionaría y el cachivache político y moral, eviten la deserción cívica y eludan el “voto testimonial”; se tapen la nariz o finjan demencia, y voten por los lunáticos actuales para que no triunfen los anteriores en este frenopático de película. Y aun así habrá que ver cómo actúan los otros sectores desencantados de las clases menos favorecidas, que habían depositado ilusiones en la motosierra y ya descubrieron que su filosa hoja dentada no ha dejado de podar sus bolsillos. Sólo Dios sabe cuál será el dictamen de las urnas en la provincia de Buenos Aires. Pero lo cierto es que la opinión pública ha presenciado durante esta campaña de casi dos meses un strip-tease escalofriante, donde el oficialismo nacional se ha ido despojando prenda a prenda de sus presuntas virtudes e imposturas, y ha quedado desnudo en su impotencia para estabilizar la economía, gobernar la política y edificar un modelo de valores éticos alejados de la “casta”. Fueron sesenta días penosos donde el mileísmo pareció dedicado con ahínco a devastar la confianza en su propia gestión.
Cuando referentes de la ortodoxia como Broda, Arriazu y Cavallo se apresuran en alertar acerca de los graves errores de la macro y de la política monetaria -con sus parches, yerros, volantazos e improvisaciones-, y terminan coincidiendo con las advertencias de otros profesionales de alta gama como Melconian, Dal Poggetto, Lacunza, Redrado y Laspina, y con empresarios de diversos rubros que manifiestan su preocupación en público o en privado, hay que llegar a una simple conclusión: la credibilidad del “mejor gobierno de la historia” está dañada. Traduzcamos todo esto a un proverbio posible: mucho cuidado porque cuando todos son “econochantas” probablemente el econochanta seas tú.
No sólo se llega al período comicial con un dólar histérico, un riesgo país muy alto, renovado estancamiento y consumo raquítico, sino con un estruendoso escándalo de presunta corrupción que ha resultado verosímil para la mayoría social y que puede ser un fósforo de indignación en el polvorín de la mishiadura. A la inquietante idea de que, en realidad, los “ensobrados” estaban en las entrañas de la administración pública se suma la indigencia táctica que demostraron los muchachos del León –en la adversidad se calibra la calidad de un equipo gubernamental- al surcar una crisis de este tamaño y al intentar responder a un carpetazo de manual: en todo momento los libertarios actuaron como culpables, desde el silencio estupefacto del principio –cuando no sabían exactamente qué decir ni qué iba a pasar-, hasta cuando balbucearon una narrativa destartalada y poco convincente, e incluso más tarde, cuando arremetieron judicialmente no contra los sospechosos de adentro y de afuera del Estado, sino contra la prensa, requiriéndole a un juez cuestionado censura previa y allanamientos a periodistas. Todos fueron testigos de esa sinuosa vacilación -parecían en nocaut técnico- y también de ese arranque virulento, donde insinuaron tener mucho pero mucho que ocultar. Incluso se dio cuenta de todo este drama la desmoralizada tropa propia, que no sabía dónde meterse ni a qué preámbulo acudir. A imagen y semejanza del kirchnerismo –conjura mata trastada-, recurrieron a una conspiración internacional en la que nadie creyó: no eran la sinarquía ni los “kukas”; el Gobierno se desestabilizaba a sí mismo, y a una velocidad de vértigo.
A todo eso se añaden, por supuesto, las pesadas secuelas de pretender copiar la praxis peronista con el objeto de derrotar al peronismo, y no sólo en su turbia faena “recaudatoria”: la ciudadanía pudo apreciar cómo, en el acto de cierre de Moreno, al líder que venía a oxigenar la política lo protegían siniestros matones de distintas barras bravas que usualmente trabajan para los barones y sindicalistas más rancios. Copiar la praxis del enemigo –ya lo hemos dicho- puede ser eventualmente eficaz. Pero a la corta o la larga, te convierte en el enemigo. El involuntario strip-tease continuó con el increíble empeño puesto por los hermanos Milei para no perderse una serie de derrotas provinciales donde la consigna era “violeta o nada”. El resultado de esa “genialidad” fue nada. O algo peor: una enemistad resignada pero peligrosa por parte de gobernadores e intendentes que podrían haber acompañado al oficialismo, y que puestos contra la pared retiraron toda colaboración. En el Congreso Javier Milei prácticamente logró la unidad nacional. La unidad contra él, sus caprichos, sus leyes injustas e inviables, y contra el trasnochado concepto antidemocrático de que es sostenible el imperio de la vetocracia. Un sujeto sin mayorías dedicado día y noche a traicionar propios y aliados, hostigar centristas y liberales verdaderos, y generar antagonistas rabiosos, obtiene estos resultados obvios y evitables. Una parte de la sociedad, harta de la decadencia, le pidió que fuera contra todos, y que no quedara ni uno sólo, pero hoy comienza a darse cuenta de que sin una estrategia realista de acuerdos se harán imposibles la estabilización, la gobernabilidad y las reformas de fondo. Pase lo que pase en octubre, y quizás el Gobierno logre un triunfo que compre más tiempo para arreglar los desperfectos que él mismo provocó, el modelo del odio sistémico ha demostrado su fracaso. Kirchneristas rasgándose las vestiduras en nombre de la república y republicanos defendiendo lo indefendible, añaden color (negro) a un show de obscena deshonestidad intelectual que no nos ha ahorrado ningún disgusto. Ocurrió en un ambiente de hipocresías cruzadas donde muchos cedieron a la tentación de prostituir sus principios. Triste.
08/09/2025 a las 12:07 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Qué nos pasó a los argentinos?
Rogelio alaniz
Fuente: El Litorial
(*) Notiar.com.ar
7/9/025
La campaña electoral nos facilita a los argentinos disfrutar de un curso acelerado de geografía urbana en el corazón de lo que se conoce como Conurbano bonaerense. En la ocasión, recordamos la existencia del partido de Moreno, la localidad de Trujui y el Club Villa Ángela, levantado no muy lejos de la ruta Nº 23 en un escenario de calles de tierra devenida en lodazales por las recientes lluvias, además de baldíos, zanjones, pantanos y todas las bellezas silvestres que distinguen esas regiones gobernadas por el Peronismo desde tiempos inmemoriales.
A ese territorio, que mi memoria personal recuerda porque allí fue asesinado hace unos veinte años Axel Blumberg y periódicamente se registran balaceras bizarras por la disputa del botín de la droga, llegaron los hermanitos Javier y Karina Milei a celebrar el cierre de la campaña electoral de los comicios previstos para este domingo. En un gesto de sinceridad o, según se mire, de impotencia política, el gobernador Axel Kicillof sugirió que no estaba en condiciones de garantizar la seguridad del acto en ese antro, algo así como admitir que en la provincia que su fuerza política gobierna hay zonas que pueden llegar a ser tierra de nadie. No obstante ello, el acto se realizó sin percances dignos de tener en cuenta, con una asistencia de público que estuvo por debajo de las expectativas de los dirigentes de La Libertad Avanza.
Un Milei iracundo se hizo presente en la reunión acompañado de su hermana y los principales dirigentes de la campaña, todos engalanados con sus trepidantes buzos violetas. El discurso del presidente reiteró sus dulzuras retóricas acerca de aplastar al kirchnerismo, euforia que no le impidió admitir que el balance de fuerzas electorales da algo así como un «empate técnico» cuyas modalidades a favor de uno u otro dependerá de la mayor o menor asistencia de votantes. La arenga del presidente abundó en acusaciones a sus rivales, entre las que se destacaron el reproche porque se metieron con su querida hermanita, reproche que no abundó en mayores consideraciones acerca de las responsabilidades que le imputan. Una pena, realmente, porque a la mayoría de los observadores nos hubiera interesado conocer mayores detalles acerca de las peripecias de la dulce Karina ya que, a decir verdad, la que se metió con ella fue el insigne Diego Spagnuolo, en algún momento abogado del presidente y uno de sus distinguidos interlocutores en las enigmáticas sesiones operísticas en la residencia de Olivos.
Milei reiteró una vez más que el kirchnerismo es el responsable, entre otras bondades, del asesinato del fiscal Alberto Nisman, y embriagado por su retórica bizarra dijo sin vacilaciones que en su reciente excursión campestre a Lomas de Zamora fue víctima de un magnicidio a través de una piedra lanzada con el objetivo de mandarlo a mejor vida, toda una desmesura verbal no muy diferente a la que prodigan los K para referirse al episodio perpetrado por los míticos Copitos contra su Jefa, que reposa en su forzada residencia de San José 1111. La cita festiva en el club Villa Ángela de Moreno concluyó sin pena ni gloria, y con la movilización de dispositivos de seguridad que, para la mirada aviesa de algunos observadores, habilitó a decir que durante esas dos o tres horas en esa encrucijada maleva y compadre del Conurbano se movilizaron más policías y personal de seguridad que platea política.
Si una predicción fuera posible para los comicios bonaerenses del domingo sería la que anuncia que los hermanos Milei no van a arrasar -ese verbo que usa el presidente con demasiada frecuencia- pero tampoco serán arrasados. Algo así como un empate donde los protagonistas no lograrán satisfacer sus aspiraciones de máxima. Creo que ambos lo saben. En esa merienda de negros que Milei celebró en Moreno admitió que están parejos. Si este caballero tan amigo de las desmesuras dice que están cabeza a cabeza hay que creerle; por una vez hay que creerle. El peronismo por su parte se está recuperando de pasadas derrotas. Juega una carta brava en la provincia que representa y simboliza su poder político. Quiere ganar y además no disimula sus aspiraciones. Lo dicen sus principales dirigentes: juicio político al presidente. A no llamarse a engaño porque el que avisa no es traidor. Y esta vez el peronismo no complota en las sombras, dice lo que pretende y lo dice sin disimulos. A decir verdad, nada nuevo. La historia del peronismo en estos temas ha sido de una transparencia conmovedora: siempre han exigido las destituciones de los gobiernos que no son de su signo. Lo hicieron con Arturo Frondizi y Arutro Illia. Pero también lo hicieron con Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri. Ahora pretenden hacerlo con Milei, con el detalle que nunca lo han hecho con tanto desparpajo.
No sé qué nos pasó a los argentinos para que el destino nos haya colocado en la encrucijada histórica de elegir entre lo que representa el senador formoseño José Mayans y lo que representan los hermanitos Milei. Esperemos que los historiadores del futuro encuentren alguna explicación. Mientras tanto, a nosotros no nos queda otra alternativa que chapalear en el barro de la historia y preguntarnos en voz baja por qué nos resulta tan difícil una solución política equilibrada. En todas las circunstancias, y en nombre del equilibrio político, un ciudadano que dice respetar las leyes debe esforzarse por respetar los períodos institucionales y hacer lo posible, y si es necesario lo imposible, para que un presidente concluya su mandato. En esta columna no hemos omitido críticas al gobierno de Milei, pero es necesario aprender a distinguir las diferencias entre la crítica y la pretensión destituyente del populismo. Sea cual fuere el resultado de las elecciones de septiembre y octubre, el presidente debe concluir su mandato y si hay propuestas superadoras que los argentinos podamos elegirlas en 2027; adelantando desde ya que aquello que encarna Mayans y Cristina está muy lejos de ser la propuesta superadora que la Argentina necesita.
Retornando a los lodazales del tiempo presente, no creo forzar la retórica si digo que el señor conocido como Gordo Dan es un canalla político en el sentido más sucio de la palabra. Canallas hubo y hay siempre, pero lo que al Gordo Dan le otorga singularidad exclusiva es su cercanía íntima con las máximas autoridades del gobierno, la que se expresa en el lenguaje, en esa morbosa impiedad que distingue al mileísmo y que constituye su marca registrada. Digno y justo Guillermo Francos repudiando ese chancro verbal, pero me temo que a la hora de verificar la autenticidad de las posiciones, el Gordo Dan es quien mejor representa la intimidad del pensamiento libertario. Presten atención a los arrebatos verbales de Milei en el acto celebrado en Moreno, para admitir que esa gestualidad, esa verba inflamada de resentimiento, crueldad y regocijo en la crueldad posee un copyright bien ganado.
El senador José Mayans es un paradigma de este peronismo con vocación destituyente. Y, como tal, reúne las condiciones personales y políticas para representarlo. El jueves pasado habló después de la victoria y no dejó dudas de sus intenciones. El caballero que promete llevarse puesto al presidente es el operador, el confidente y el matón de Gildo Insfrán. Peronista a tiempo completo, su presencia es una desmentida a quienes intentan establecer diferencias entre los K y el peronismo. Mayans es las dos cosas y supone con convicción que el apostolado K y la fórmula Insfrán constituyen la versión más genuina, la más auténtica del peronismo. Mayans en otros tiempos hubiera sido calificado como un peronista de derecha clásico, que en los años de Héctor Cámpora e Isabel Perón se habría dedicado a cazar Montoneros o a proponer «fumigarlos como ratas», como dijo con su ternura habitual el propio General. Pero, caída del muro mediante, menemismo mediante y fin de las ideologías mediante, Mayans descubre que en realidad, en las cosas que importan, sus diferencias con los kirchneristas son mínimas; percepción que a los kirchneristas también los sensibiliza. El «marciano marxista», como lo califica Milei, es decir, el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires dice más o menos lo mismo que Mayans. Omite algunos adjetivos, no es tan preciso en su reclamo pero está claro que integra la barra de los que desean que el presidente no concluya su mandato.
08/09/2025 a las 12:09 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Karina Milei y el efecto Streisand
Jorge Fontevecchia
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
6/9/025
El efecto Streisand, por Bárbara Streisand la célebre cantante norteamericana, data de 2003 cuando aún no se había creado el primer teléfono inteligente, en 2007 el iPhone1, ni las redes sociales tenían la difusión actual pero sí Internet había comenzado a escalar su difusión.
El proyecto California Coastal Records Project, con el objetivo de hacer tomar consciencia a las autoridades de la erosión que sufría la costa del Pacifico, lo documentó con diferentes fotografías que subió al sitio web pictopia.com. En la fotografía número 3.580 aparecía la casa que Bárbara Streisand tiene sobre la costa de Malibú en las afueras de Los Ángeles.
La cantante consideró que la foto aérea de su casa infringía su derecho a la intimidad y demandó a los responsables para que cesaran de difundirla y le pagaran 50 millones de dólares en resarcimiento.
Finalmente, Bárbara Streisand perdió el juicio y fue ella quien tuvo que pagar costas y honorarios de la contraparte por 177 mil dólares. Pero lo interesante del caso que motivó a los profesores Curry Jansen y Brian Martin de la Universidad de Wollongong en Australia, a desarrollar lo que pasó a llamarse el “efecto Streisand” porque la fotografía en cuestión había sido visto solamente por cuatro personas hasta que la artista intentara censurarla. Pero a partir de su demanda tuvo 420.000 descargas, hoy serian 42 millones, porque enterada del caso mucha gente quiso ver de qué se trataba esa fotografía que generaba controversia.
Un siglo antes, Freud ya explicaba cómo lo prohibido genera aún más deseo y el eterno retorno de lo reprimido. “¿Qué será eso que me prohíben llegar a conocer?”, decían vecinos al diario local San José Mercury News, testimoniando el aumento de su interés por lo censurado.
Hay decenas de casos similares, William Randolph Hearst prohibiendo cualquier difusión de la película de Orson Wells “El ciudadano Kane” que retrataba al magnate de los medios. Otra película “La vida de Brian” que se promocionaba con el eslogan “esta película fue prohibida en Noruega” y fue la primera película de Monty Python en ser calificada R (apta solo para mayores), terminó siendo un suceso de espectadores. Imágenes como las caricaturas de Mahoma o el gobierno de Tailandia prohibiendo la difusión de una fotografía desfavorable al rey Bhumibol Adulyadej consiguieron el mismo resultado opuesto al buscado. Y la lista sería interminable con el caso argentino del programa de Tato Bores sobre la jueza Servini de Cubría, satirizada como la jueza Barú Budú Budía. Hoy la magistrada no usa más su apellido de casada.
Lo mismo sucede con el amparo de la secretaria General de la Presidencia Karina Milei consiguiendo que el juez Patricio Marianello diera curso a su pedido de censura previa. No hizo más que aumentar la visibilidad, el interés y la presunción de que si hay audios que perjudicarían ser mostrados es que algún delito esconden.
Para colmo, entre los argumentos de Karina Milei respecto de su derecho a la intimidad está el clásico posible daño a “la familia” que luego especifica “puntualmente a mi hermano”. Ni más ni menos que el Presidente de la Nación.
¿A quién se le ocurre proteger al Presidente o a su hermano iniciando ese amparo? ¿Y a quién cree que le hace un favor el juez Marianello al darle curso? Claramente no a él mismo en sus aspiraciones de ser ascendido a camarista: quedó desprestigiado frente a todos los constitucionalistas, especialidad que dice tener. Menos aún a la solicitante y al Gobierno que podría ascenderlo a camarista o contribuir con sus representantes a atemperar las acusaciones previas que pesaban en el Consejo de la Magistratura.
Esas reflexiones fueron parte de la conferencia que en el Salón Azul de la Facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires se realizó ayer titulada “Libertad de expresión y democracia”. Allí expusieron las profesores de Derecho Constitucional de esa casa de estudios: Laura Clérico, Adelina Loianno y Pablo Manili, junto al presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, Ricardo Gil Lavedra y quien suscribe. Los interesados en escuchar los argumentos híper críticos de los juristas expositores sobre el amparo, que se resume en dos palabras de Gil Lavedra: “impracticable” e “imbecilidad”, pueden hacerlo en este link.
Ricardo Gil Lavedra, junto a los constitucionalistas Roberto Gargarella, Sebastián Guidi y Hernán Gullco, patrocinaron la apelación al amparo” de Karina Milei que presenté este miércoles alegando legitimación para hacerlo por haber recibido como medio de comunicación el Oficio judicial “Milei, Karina Elizabeth sobre medidas cautelares”. A continuación anexamos tanto ese oficio como la apelación:
Pero no solo a Karina Milei, a quienes la hayan asesorado y al juez Marianello les cabe el ejemplo del “efecto Streisand”, sino al propio Presidente, a la ministra de Seguridad y al Vocero Adorni. Todos ellos, frente a los audios de Spagnuollo denunciado el cobro de coimas con insumos médicos para la Dirección de Discapacidad, amplificaron su visibilidad al acusar que detrás de la filtración de esos audios estaban espías rusos y venezolanos además de desestabilizadores locales del Gobierno de diferentes campos políticos y económicos.
Otra demostración de impericia de la administración en el control de daños sobre una crisis que, aunque de distintas condiciones y envergaduras, a todos los gobiernos les toca enfrentar en algún momento de su mandato.
Y otra porque se agrega al mismo tipo de acusaciones que se utilizan para justificar el aumento del precio del dólar, de las tasas de interés y cualquier turbulencia macroeconómica donde, en lugar de explicar las causas que están bajo el control de Gobierno y las soluciones que se implementarán, se victimizan resultando al mismo tiempo inverosímiles y débiles.
No podría haber peor fecha para que el gobierno enfrente su primer gran test electoral de resonancia nacional que la de este domingo en la provincia de Buenos Aires, que representa 4 de cada diez habitantes del país.