Por Hernán Andrés Kruse.-

El 14 de mayo se cumplió el centésimo quincuagésimo aniversario del nacimiento de un brillante matemático. Beppo Levi nació en Turín el 14 de mayo de 1875. Con sólo 21 años obtuvo el doctorado en matemática por la Universidad de Turín. Fue profesor de las universidades de Turín, Piacenza, Cagliari y Parma. En 1951 la universidad de Bolonia lo designó profesor emérito. En 1939 la dictadura de Mussolini lo expulsó de la universidad por ser judío. Cortés Plá, en ese momento decano de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales de Rosario, creó el Instituto de Matemática, ofreciéndole su dirección. Beppo Levi ejerció esa función entre 1939 y 1961, año en que partió de este mundo. Entre sus más destacados discípulos figuran Luis Santaló (matemático español que debió exiliarse en el país luego de la victoria del franquismo en la guerra civil), Simón Rubinstein, Juan Olguín, Enrique Ferrari, Fernando y Enrique Gaspar, y Mario Castagnino (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia Libre).

Buceando en Google me encontré con dos esclarecedores ensayos sobre este excepcional matemático. Uno se titula “El exilio en la Argentina de matemáticos judíos italianos: Beppo Levi y Alessandro Terracini”. Su autor es Pablo Miguel Jacovkis-(Doctor en matemáticas, UBA. Profesor Emérito, UBA. Secretario de Investigación y Desarrollo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero). El otro se titula “La obra científica de Beppo Levi”. Su autor es el mencionado matemático Luis Antonio Santaló.

EL ENSAYO DE PABLO MIGUEL JACOVKIS

LAS LEYES RACIALES

“La Italia fascista de Mussolini se acercaba cada vez más a Hitler, que había tomado el poder en 1933, y se fue ‘mimetizando’ con el nazismo. Su consecuencia institucional fue el ‘pacto de acero’, firmado entre la Alemania nazi y la Italia fascista el 22 de mayo de 1939, que desembocó en la declaración de guerra de Italia a Gran Bretaña y Francia el 11 de junio de 1940. Con esta declaración Italia quedó definitivamente encadenada al destino de los nazis que, por supuesto, Mussolini pensaba que sería el de la victoria. De lo contrario, con su oportunismo –que se puede observar claramente en su súbito antisemitismo– nunca se habría comprometido tan irreversiblemente con Hitler.

Los judíos eran muy pocos en Italia (0,1 % de la población, más o menos), pero la proporción de intelectuales entre ellos era extraordinaria. Muchos lograron exiliarse, pero otros no quisieron. El precio que pagaron fue una fuerte discriminación, originada en las leyes raciales, pero hasta que los alemanes ocuparon buena parte de Italia después del armisticio entre Italia y los aliados, en 1943, no corrieron peligro de ser asesinados. En 1937 comenzó en la prensa italiana, controlada por el gobierno fascista, una campaña antisemita. El diario Giornale d’Italia publicó, el 14 de julio de 1938, el “Manifiesto de los científicos racistas” firmado por numerosos científicos y docentes universitarios. Allí se fundamentó la posición del fascismo respecto de la raza, con el mensaje, sobre todo, de que los judíos no pertenecían a la raza italiana. El manifiesto fue acompañado por una fuerte campaña de prensa. A eso siguieron la “Declaración acerca de la Raza”, aprobada por el Gran Consejo del Fascismo el 6 de octubre de 1938 y publicada el 26 de octubre; la institucionalización del antisemitismo a través del decreto-ley real del 5 de septiembre de 1938, y varios decretos más a lo largo de los siguientes meses y años.

Sintetizando, los judíos no podrían enseñar, o frecuentar la escuela pública y las bibliotecas públicas o la universidad; contraer matrimonio con ‘arios’, poseer terrenos que superaran determinado tamaño, prestar servicio en la administración pública. Todo basado en la herencia de sangre. Como mencioné para el caso de Gino Arias, e incluso de la amante de Mussolini Margherita Sarfatti, convertirse al catolicismo no era una solución. Todas estas normas legales fueron derogadas el 20 de enero de 1944, salvo en la República de Saló, el Estado títere de los nazis que Mussolini creó en la zona de Italia ocupada por los alemanes después del armisticio de Italia con los aliados.

Recordemos un poco la cronología de esa agitada época: el 25 de julio de 1943, después de múltiples derrotas italianas en la guerra mundial, Mussolini fue destituido y posteriormente detenido en el macizo del Gran Sasso; el 8 de septiembre se publicó el armisticio (firmado el 3) entre Italia y los aliados; el 12 de septiembre Mussolini fue liberado en una audaz operación liderada por el oficial nazi Otto Skorzeny y, poco después, en las áreas de Italia ocupadas por los alemanes, creó la llamada Republica de Saló. A raíz de la sanción de las leyes raciales fueron echados de sus puestos varios cientos de docentes universitarios. Todos esos cargos docentes, menos uno, fueron ocupados por flamantes docentes, que aceptaron las cátedras que les fueron regaladas gracias a la expulsión de los docentes judíos.

En 1938 solo un profesor se negó a ocupar el puesto de los judíos expulsados de sus cátedras: Massimo Bontempelli, el escritor y compositor, se negó a ocupar la cátedra del distinguido crítico literario Attilio Momigliano; de todos modos, la ocupó Giuseppe de Robertis. El destino es cruel en épocas tan trágicas: en 1948 Bontempelli no pudo asumir como senador… por haber sido fascista. El matemático Mauro Picone, quien creó el Instituto de Cálculo Aplicado, escribió en 1939: “Urge, por lo tanto, que los científicos de raza aria colaboren lo más activamente posible para mostrar cómo la ciencia puede progresar igualmente sin la intervención judía”. Tan solo siete años más tarde, con Italia liberada, y en conmemoración del matemático judío Guido Fubini, muerto en el exilio en 1943 en Nueva York, se manifestó contra los “insensatos, infames procedimientos raciales’ que antes había aplaudido, y los definió como ‘vergüenza eterna”.

Sin embargo, lo absolvieron de la depuración antifascista posterior a la guerra –era un fascista convencido– porque ayudó a varios matemáticos judíos, entre ellos a Guido Ascoli. Picone (1885-1977) fue el director del IAC desde su fundación en 1932, e influyó en Manuel Sadosky, que estuvo trabajando en dicho instituto en 1948 y 1949; el Instituto de Cálculo (IC) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, que Sadosky dirigió en sus comienzos y hasta el golpe militar de 1966 contra el presidente Arturo Illia, tuvo un enfoque imbuido por el IAC. De hecho, la computadora comprada en 1955 para el IAC –la segunda computadora universitaria de Italia– era del mismo proveedor, Ferranti, que la comprada posteriormente en el IC en 1958.

La lista de los emigrados, ocultos, capturados, asesinados por los nazis es numerosa, mucho más que la –desgraciadamente corta– lista de sobrevivientes de los campos de concentración y de exterminio, entre ellos el químico y escritor Primo Levi. Mencionaré sucintamente a algunos refugiados en la Argentina, no solamente matemáticos, y no solamente universitarios: César Civita, empresario, fundador de la Editorial Abril (previo paso por Nueva York, llegó en 1941); Rodolfo Mondolfo, filósofo, profesor en Tucumán; Alessandro Terracini y su hermano Benvenuto, este último lingüista; Beppo Levi; Aldo Mieli, historiador de la ciencia, originariamente en Santa Fe en la Universidad Nacional del Litoral; Eugenia Sacerdoti de Lustig, médica y científica; Renato Treves, abogado (también en Tucumán); Dino Jarach, especialista en derecho tributario, profesor en la Universidad Nacional de Córdoba, en la Universidad Nacional del Sur y, finalmente, en la Universidad de Buenos Aires; Andrea Levialdi, físico, y unos cuantos más”.

BEPPO LEVI

“Levi nació en Turín el 14 de mayo de 1875. Era uno de nueve hermanos, más uno que murió poco después de nacer. El padre era abogado. Estudió matemáticas en la Universidad de Turín. Ingresó a la carrera de matemáticas a los diecisiete años y se recibió en 1896, a los veintiuno (obtuvo la laurea, que en esa época era equivalente al doctorado). Se formó en la escuela italiana de geometría algebraica, con profesores como Corrado Segre, Enrico d’Ovidio, Giuseppe Peano, Vito Volterra (especializado en análisis funcional y biomatemáticas, sobre todo). Volterra y Segre eran judíos; Peano, en particular, fue un personaje particularmente importante: los axiomas de Peano sirvieron para una fundamental definición formal de los números naturales. Levi fue ayudante de cátedra en Turín, ayudó con su magro sueldo a la familia, que después de la muerte del padre en 1898 comenzó a tener dificultades económicas. Pasó a ser profesor secundario para ganar más dinero (y poder ayudar mejor a su familia) hasta 1906, en que fue nombrado profesor en la Universidad de Cagliari. Pese a su mucha carga de trabajo y a haber tenido que ‘pasearse’ por varias ciudades de Italia, pudo escribir numerosos artículos científicos, por los cuales finalmente obtuvo la cátedra en Cagliari.

Cuando ya era profesor, su casamiento fue arreglado con una hermana… y terminó casándose con la otra. Su mujer fue Albina Bachi, quien nació en 1886. En Cagliari fue amigo del ya mencionado matemático Mauro Picone. En 1910 logró ser transferido a la Universidad de Padua (el sistema italiano permitía que, si un profesor estaba concursado en una universidad, podía transferirse a otra sin un nuevo concurso, siempre que la nueva universidad así lo quisiera, naturalmente). Allí nacieron sus tres hijos: Giulio en 1913, Laura en 1915 y Emilia en 1921. La universidad era menos importante que las de Roma, Turín o Bolonia, pero radicarse en Padua le significó estar mucho más cerca de su ciudad natal, donde todavía había parte de su familia. Levi estuvo como profesor en Padua durante toda la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en la cual, a partir de 1915, Italia participó como aliada de Francia y Gran Bretaña, y que para él tuvo penosas consecuencias familiares: dos de sus hermanos murieron combatiendo en ella, lo cual le causó un dolor muy profundo.

En Padua fundó y dirigió el Instituto de Matemática, y fue preside (decano) de la Facultad de Ciencias. Allí, aparte de continuar con sus trabajos científicos, Levi escribió el Abbaco, dedicado a sus hijos (y destinado a niños) en 1922, con un enfoque de los números naturales pensado más en ordinalidad que en cardinalidad, es decir, pensado más en que, por ejemplo, el cuatro es el ‘sucesor’ (el siguiente) del tres, que en el concepto de cuatro como representante de los conjuntos que constan de cuatro individuos. En 1922 se produjo en Italia la marcha sobre Roma y la entronización del fascismo. Beppo Levi fue antifascista desde siempre, a diferencia de otros que fueron fascistas siempre y otros que al principio fueron fascistas y después, al ver el curso de los acontecimientos, se volvieron antifascistas; un ejemplo de estos últimos fue el distinguido filósofo, historiador y político Benedetto Croce, que después se hizo antifascista, pero votó, siendo senador, por Mussolini. En honor a Croce, él fue quien redactó el manifiesto antifascista de 1925 y se negó a completar el cuestionario, tras las leyes raciales, con la declaración jurada de que no era judío.

En la Universidad de Padua, entre tanto, se fueron produciendo algunos acontecimientos que incomodaron significativamente a Levi: la Facultad de Ciencias se transformó en (y quedó reducida a) Facultad de Ciencias Químicas, y en ella Beppo Levi quedó como único matemático; finalmente la facultad fue disuelta. Levi llegó a la conclusión de que su futuro no estaba más en Padua, y logró en 1928 (después de una gestión el año anterior, que había fracasado tal vez debido a su postura antifascista: había firmado el mencionado manifiesto antifascista redactado por Croce) ser transferido a Bolonia, que, además de ser la universidad más antigua de Italia y de Europa, era de las más prestigiosas. Bolonia tenía una fuerte tradición matemática en los años anteriores. Como miembro del consejo directivo de la Unión Matemática Italiana (UMI) Levi trabó contacto epistolar con el matemático argentino Juan Carlos Vignaud, quien había enviado un trabajo al boletín de la UMI.

Años después, e inesperadamente, esto resultó un contacto afortunado. Cuando se implementaron las leyes raciales y Levi evaluó la necesidad de abandonar Italia, contactó a Vignaud, quien a su vez lo contactó con el comité encargado de la creación del Instituto de Matemática de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales aplicadas a la Industria de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), creada en 1919. Actualmente esta es la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario (la UNL tenía sedes en Santa Fe, Rosario, Paraná y Corrientes; las sedes fuera de Santa Fe se terminaron convirtiendo en universidades nacionales; la de Rosario se creó en 1968). Su decano entre 1934 y 1943 fue el ingeniero Cortés Pla, quien, antes de crear el Instituto de Matemática, había creado u organizado el de Investigaciones Microquímicas, el de Fisiografía, el de Estabilidad y el de Historia y Filosofía de la Ciencia (este último a cargo de Aldo Mieli, otro judío italiano exiliado, especialista en historia de la ciencia y valiente luchador por los derechos de los homosexuales; el Instituto fue cerrado después del golpe de Estado militar de 1943); Pla luego fue decano entre octubre de 1945 y abril de 1946 y entre 1957 y 1962, y rector de la UNL entre 1962 y 1966, cuando otro golpe de Estado provocó su renuncia.

El contacto con Vignaud condujo a que, felizmente, Levi fuera contratado para dirigir el Instituto de Matemática. Beppo Levi zarpó para la Argentina en un barco cargado de gente que huía de Europa (el italiano Oceanía) el 20 de octubre de 1939, a los sesenta y cuatro años, con su mujer y sus dos hijas, y llegó el 6 de noviembre a Buenos Aires. Ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial, pero Italia todavía no se había unido bélicamente a Alemania, o sea, los barcos italianos podían surcar el Atlántico sin temor a ser hundidos (salvo, por supuesto, por algún error garrafal de las potencias combatientes). Su hijo varón emigró a Palestina, al futuro Estado de Israel, donde se radicó. (El libro de Laura Levi sobre su padre está dedicado a los dos sobrinos hijos de su hermana y los dos de su hermano.) En la Argentina estuvo en Rosario hasta su muerte en 1961. El Instituto fue inaugurado en mayo de 1940, pocos días después de que Beppo Levi cumpliera sesenta y cinco años. Es decir, un año antes de la edad en la cual usualmente un profesor de universidad argentina debe acogerse a los beneficios de la jubilación, Levi comenzó su odisea en un país desconocido del otro lado del océano Atlántico. Y al año siguiente, o sea a la edad tradicional de la jubilación, comenzó a dirigir un flamante instituto.

La familia Levi llegó con visa turística obtenida irregularmente (las palabras de Laura Levi en la biografía de su padre son muy elegantes: ‘No había sido obtenida, como en muchos otros casos, con un procedimiento totalmente regular’). De hecho, cabe mencionar que, más de medio siglo más tarde, la investigadora argentina Beatriz Gurevich encontró en la Embajada argentina en Suecia, cuando ya pensaba que todas las copias habían sido destruidas, la copia de la circular 11 del ministro de Relaciones Exteriores y Culto durante el gobierno del presidente Roberto Ortiz, José María Cantilo, fechada el 12 de julio de 1938, que, de forma implícita, negaba el acceso a judíos al país, ni siquiera con visa de turista. Levi y su familia estuvieron dos días en Buenos Aires y luego viajaron a Rosario en dos autos, acompañados por el joven matemático español Luis Santaló, que estaba hacía un mes, exiliado después de la derrota republicana en la guerra civil española, y había sido contratado como investigador principal del Instituto de Matemática (o sea, Santaló, que posteriormente se convirtió en un distinguidísimo matemático, fue su primer ‘subordinado’). En enero de 1940 obtuvieron sus permisos de residencia en regla.

La actividad de Levi en Rosario fue inmensa: creó la revista Mathematicae Notae, que se publicó entre 1941 y 2008, y también las Publicaciones del Instituto de Matemática, que después de un tiempo se subsumió en Mathematicae Notae. El propio Levi, incansablemente, publicó en ellas 11 y 42 artículos, respectivamente. También publicaron muchos artículos Luis Santaló y Mischa Cotlar, además de otros prestigiosos autores. Cotlar, proveniente de Rusia, también fue un brillante matemático aquerenciado en nuestro país. Levi tuvo muy buena relación con Enrique Gaviola y con Guido Beck, los dos físicos más importantes de la Argentina de la época; sus colaboradores inmediatos fueron el ya mencionado Santaló, Pedro Elías Zadunaisky (‘padre’ de la matemática aplicada en nuestro país) y Rafael Laguardia (el ‘padre’ de la matemática uruguaya). Estuvo un tiempo en “su” Instituto (1942-1943), también como contratado, el físico Andrea Levialdi, que había estado en el Observatorio Astronómico de Córdoba, que también había venido a la Argentina a causa de las leyes raciales, y que años después volvió a Italia.

Cuando terminó la guerra y se anularon las leyes raciales, prefirió quedarse: si retornaba podía “molestar intereses constituidos” (como lo expresó en alguna ocasión) y el Instituto podía morir, no tenía todavía suficiente envergadura para subsistir sin la dirección de una persona de su calibre. Su labor, entonces, se mantuvo unos cuantos años más; su esposa Albina murió en un viaje a Italia en 1951. En 1955, con motivo de sus ochenta años, la Revista de la Unión Matemática Argentina le dedicó un número (volumen XVII) entero, con contribuciones de distinguidos matemáticos internacionales como Guido Ascoli, Mischa Cotlar, Lucien Godeaux, Mauro Picone, Jacques-Louis Lions y otros.

Levi murió en Rosario el 28 de agosto de 1961, muy activo a los ochenta y seis años. En la Argentina fue fundamentalmente difusor del pensamiento matemático. Entre sus libros se puede mencionar Leyendo a Euclides (de 1947, reeditado en 2000), una amenísima introducción a la obra del gran matemático griego del período helenístico. Es considerado el creador de la escuela matemática de Rosario, ciudad que lo honró muy merecidamente ya que hoy el Instituto Superior Nº 25 de Rosario y el Instituto de Matemáticas de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario llevan su nombre”.

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