Por Jorge Castro.-
El 8 de agosto pasado comenzó el nuevo sistema de poder mundial basado en el comercio y las inversiones con eje en EEUU, que abarca 170 países en el mundo y que ha sido una creación deliberada de Donald Trump.
La regla de esta extraordinaria construcción es la necesidad de revertir el gigantesco déficit comercial y de cuenta corriente de EEUU, que asciende este año a U$S 1.6 billones, y que es una de las causas fundamentales del desequilibrio básico de la economía mundial.
Los 2 parámetros cruciales que guían al gobierno de Trump son: a) la magnitud del déficit comercial con EEUU que presentan los distintos países del mundo; y b) la necesidad para las exportaciones estadounidenses de abrir los mercados de estos países con arancel cero (0%).
El eje del nuevo orden global es EEUU, en su condición de eje irrestricto del capitalismo contemporáneo, y que aspira a convertir, a través de su superior productividad, su actual predominio en una hegemonía plena sobre el sistema en su conjunto.
Los datos de la economía norteamericana son suficientemente reveladores del éxito de Trump en el ejercicio pleno de esta estrategia: tras haberse contraído 0.5% en el 1er trimestre del año, EEUU se expandió 3% entre abril y junio, 1 punto por encima de las previsiones más optimistas; y lo hizo con una inflación de 2.7% anual, que implica una caída de ½ punto respecto al alza de 3.4% experimentada en el trimestre anterior.
Todo esto ocurrió mediante una reducción sistemática del déficit fiscal practicada por el Secretario del Tesoro Scott Bessent que lo llevaría de -6.4% del PBI en 2024 a -3% en 2028; y al mismo tiempo lo recaudado por los nuevos aranceles establecidos por el gobierno de Trump que son los más elevados de la historia desde la década del ‘30 (17.8%), alcanzaría a más de U$S 300.000 millones en 2025, destinados en su totalidad a pagar en forma anticipada la deuda pública de U$S 37 billones, y de esa manera comenzar a disminuirla.
Lo notable es que esta política de tarifas súper altas en vez de aumentar la inflación la ha reducido y en vez de limitar el comercio internacional lo ha multiplicado.
La clave de este acertijo reside en 2 cuestiones centrales: a) los exportadores extranjeros prefirieron asumir prácticamente la totalidad del costo de los nuevos aranceles, ante el riesgo de perder espacios en el mayor mercado de consumo del mundo; y b) todo esto ha sido acompañado por una extraordinaria desregulación que ha desatado la pasión por invertir e innovar (“animal spirits”) propia de la civilización norteamericana, con rebaja de costos en todos los planos y sectores, y ante todo el de los combustibles.
El núcleo de este nuevo orden global es la alianza estratégica con China, y que se ha manifestado en la transferencia prácticamente sin restricciones de la tecnología más avanzada de la Inteligencia artificial.
Significativamente, Brasil se ha convertido debido a la política de “desdolarización” lanzada por el presidente Lula en el seno de los BRICS, en el principal adversario de EEUU en este nuevo orden global, porque Donald Trump afirma que la búsqueda de una moneda alternativa al dólar estadounidense afecta los “intereses vitales” de su condición de superpotencia.
El verdadero indicador del éxito del nuevo sistema es el formidable boom de inversiones que recibe EEUU en el momento actual; y que puede estimarse en U$S 6.5 billones a partir de la aprobación del Presupuesto 2025.
Lo fundamental es advertir la direccionalidad estratégica de esta gigantesca masa de inversiones provenientes del mundo entero, y que se destina en más de 80% al desarrollo y consolidación de la infraestructura productiva y energética de la Inteligencia artificial, la tecnología decisiva del siglo XXI.
El principal instrumento de canalización de esta excepcional ola inversora lo revela la auténtica “euforia” que muestra Wall Street en los últimos 3 meses, en que todos los indicadores sin excepción han trepado a niveles record, incluyendo S&P500 y Nasdaq, que han adquirido los niveles más elevados de la historia de los mercados bursátiles norteamericanos.
Siempre hay que subrayar que más de 90% de la inversión norteamericana se realiza en capitales intangibles (patentes, marcas, reorganización empresaria, formación constante del personal), conocimiento en definitiva. Esta es la clave más profunda del extraordinario capitalismo estadounidense.
La inversión en EEUU alcanzó a U$S 4.7 billones en 2024, el doble que la inversión combinada de Alemania, Francia, Reino Unido y Japón; y este año se duplicaría o más; y todo esto se realiza en capitales intangibles, lo que es un premio a la innovación y la creatividad. Esta es la razón de ser y la explicación básica del genio del capitalismo estadounidense, hoy todo él centrado en el dominio pleno del ciclo de la Inteligencia artificial.
Lo más importante es advertir que Trump ha desatado esta auténtica pasión por innovar e invertir – los “animal spirits” – que está en la esencia misma del país de la frontera y del eterno amanecer, en los términos de Alexis de Tocqueville.
Esto es lo que está en juego en EEUU y en el mundo en este año crucial de 2025.
Hay una formidable burbuja inversora en infraestructura IA
Google, Amazon, Microsoft y Meta/Facebook invertirán más de U$S 750.000 millones entre este año y 2026 en la construcción de la infraestructura básica de “data centers” (“servers”, supercomputadoras, y redes de interconexión) de la Inteligencia artificial (IA); y esto es parte del gasto global en infraestructura IA que tendrá lugar entre 2025 y 2029, y ascendería a U$S 3 billones.
La característica de las grandes revoluciones tecnológicas del capitalismo (“un sistema auto-inducido de acumulación que se despliega a través de sucesivas revoluciones tecnológicas”, dice Josep Schumpeter) es que tienen un significado a la vez espontáneo y al mismo tiempo hondamente necesario.
Por eso la regla básica de la acumulación capitalista es la “destrucción creadora”, que destruye lo viejo y crea lo nuevo.
Las etapas de profunda “destrucción creadora” están siempre acompañadas por fenomenales sobre-inversiones, brotes de manías especulativas y profundas depresiones, todo ello empujado por gigantescas burbujas especulativas (ver Charles Kindleberger, “Manías, pánicos y cracs”).
Carlota Pérez advierte que a través de esas burbujas inmanejables se realiza la construcción de la infraestructura de cada revolución tecnológica.
Lo de “burbuja especulativa” no es una metáfora literaria: los 1eros 6 meses de 2025 experimentaron un alza récord de todos los índices de Wall Street (incluyendo S&P500 y Nasdaq).
El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) señala que más de 95% de las empresas “high tech” que cotizan en Wall Street tienen en este momento una tasa de retorno de 0%.
En estas condiciones es fácil advertir que se aproxima un “crash” de envergadura en EEUU.
“Las crisis no son un rayo en un día de verano, sino el resultado del mal tiempo persistente”, dice Schumpeter.
Por eso no tienen un carácter catastrófico, pero si extraordinariamente disruptivo que abre paso a intensas innovaciones.
Mientras tanto, gracias al frenesí especulativo, múltiples y nuevas actividades crecen por saltos. Es el caso de la biotecnología de vanguardia (“bio-tech”), de la robótica nanotecnológica, y de la creación de nuevos materiales, que hace menos de 3 años simplemente no existían; y ahora cotizan a la cabeza de los mercados bursátiles.
Al mismo tiempo, la industria de la salud está experimentando el cambio más grande de su historia, mientras que las compañías de automóviles autónomos (casi siempre 100% chinas, salvo Tesla de Elon Musk) ya están modificando en sus raíces el transporte global.
Toda información sobre EEUU hoy, y en especial cuando se refiere al gobierno de Donald Trump, habla siempre de billonarios y multimillonarios como si se tratara sólo de gente muy rica, cuando en realidad son innovadores de alta tecnología, extraordinariamente exitosos, y auténticos triunfadores. Este es el lenguaje de la época, lo otro – el temor y la envidia a los súper ricos – es el pasado.
Lo que sucede en este momento en el estado de Texas ejemplifica en forma extrema lo que está sucediendo en EEUU y en el mundo en el momento actual.
JP Morgan y el Grupo Financiero de Mitsubishi (UFJ) han resuelto invertir U$S 22.000 millones en Vantage Data Centers – la mayor propietaria de infraestructura IA del mundo – con el objetivo de que construya en Austin, Texas un campus de más de 500 hectáreas para que instalen allí las grandes empresas “high tech” sus súper-computadoras, que procesan miles de millones de informaciones en sus “data centers”.
Los primeros 10 “data centers” que se instalarán en el campus de Vantage en Austin entrarán en operaciones el próximo año, y los restantes 30 antes de 2028.
Esto significa que del capital que se necesita para construir la infraestructura IA necesaria para el despliegue de la Inteligencia artificial en EEUU y en el mundo en los próximos 10 años, sólo U$S 1.5 billones será provisto por las propias empresas “high tech”, empezando por las 4 principales, que son Amazon, Google, Microsoft, y Meta/Facebook, mientras que la otra mitad de U$S 1.5 billones debe ser aportada exclusivamente por el mercado mundial, a través de un crecimiento extraordinario del endeudamiento tanto público como privado; y el dato crucial a retener es que en este momento no hay suficientes capitales disponibles para esta tarea titánica.
En síntesis, el capitalismo se ve obligado hoy a crear más capitales, sin que esto implique un salto abrumador del fenómeno inflacionario.
Ya se sabe que la regla fundamental del capitalismo desde sus orígenes en la Revolución Industrial hasta este momento es que la necesidad es la única creadora de lo nuevo.
De ahí el éxito abrumador de la verdadera explosión de las “bitcoins”; y también el vuelco de las “hedge fund” a los fondos de pensión y jubilaciones. Es la exigencia de la necesidad la que aplasta el culto al riesgo en Wall Street hoy.
Lo que sucede con Vantage en Austin se reproduce en Tennessee con Elon Musk / xAI, y con Meta/Facebook en Abilene (las 2 en Texas): todo en Texas es más grande dice el gobernador Greg Abbot.
India no ha logrado resolver la cuestión agraria y Trump la castiga por eso
India y EEUU son 2 de las 3 mayores economías agroalimentarias del mundo (la 3era es China), pero mientras que la superpotencia norteamericana produce esa inmensa masa de agroalimentos con sólo 800.000 “farmers”, cuya productividad es la mayor del sistema global, India necesita 700 millones de agricultores para producir algo similar.
Por eso es que India necesita aranceles de 120% / 80% / 70% que son los más elevados del sistema global.
A esto se refiere Donald Trump cuando afirma que la mayor parte de la producción india es “una economía muerta” incapaz de innovar y acumular.
De ahí que el mandatario norteamericano le haya impuesto a India un arancel combinado de 50%, 25% en concepto de “aranceles recíprocos”, y otro 25% como una sanción geopolítica por ser uno de los 2 grandes compradores de energía de Rusia.
Dice Jean Bodin que “la esencia de la soberanía es el ejercicio arbitrario del poder”.
Lo asombroso es que un país en estas condiciones, que tiene clausurado el acceso a casi 30% de su producto bruto interno, le haya impuesto a EEUU un déficit comercial de U$S 67.000 millones en 2024, con un comercio bilateral de poco más de U$S 200.000 millones anuales; y esto ocurre entre la 1era y la 4ta economía del sistema global.
Trump se niega a aceptar que India mantenga cerrados sus gigantescos mercados agroalimentarios a las exportaciones estadounidenses, y rechaza como irrisorio y absolutamente ajeno a la mentalidad norteamericana, el argumento de Narendra Modi de que está obligado a proteger el status quo de su incapaz de competir producción doméstica.
Trump se especializa en quebrar el statu quo en todas partes al mismo tiempo, y ahora se ha concentrado en la India.
De ahí que, con toda naturalidad, Trump le exija ahora a Narendra Modi que rompa el status quo y transforme en competitiva su producción doméstica. Los problemas sólo pueden resolverse a través de un superior nivel de productividad. Esto para Trump es cuestión de sentido común y los argumentos místicos o culturales no lo impresionan.
Hay que advertir que este es un camino que Narendra Modi ha intentado, y ha fracasado rotundamente frente a una virtual insurrección campesina que se desató entre 2020 y 2021, y que hizo que el gobierno de Nueva Delhi retrocediera nítidamente sin ambigüedad de ningún tipo.
El gobierno indio aprobó en 2020/2021 3 leyes que habilitaban a las compañías privadas a comprar directamente las cosechas de los productores, con el objetivo de mejorar sus ganancias con mayor libertad de acción, y comenzar así un proceso de acumulación e innovación tecnológica que les permitiera competir.
Los 700 millones de productores del subcontinente rechazaron rotundamente esta innovación, y exigieron permanecer exclusivamente con el Estado como único comprador a precios fijos del país creado en 1947, tras 2 siglos de dominación británica, por Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru.
Todo el sistema de vinculación entre el agro indio y las estructuras estatales es un ejemplo acabado de parálisis burocrática y de una elevada y sistemática corrupción.
Esto explica por qué el mayor intento de reforma de Narendra Modi fue derrotado por sus propios beneficiarios; y desde entonces la parálisis agroalimentaria de la 4ta economía del mundo ha sido prácticamente total; y entonces llegó Donald Trump, el experto en quebrar el statu quo, tanto en EEUU como en el sistema mundial.
Hay un ejemplo histórico que es imprescindible traer a colación. El hecho fundamental que permitió la conversión de China en la 2da economía del mundo (U$S 18.6 billones / 19% del PBI global), y la única capaz de disputar la primacía tecnológica con EEUU, fue que el proceso de reformas que comenzó en 1978 liderada por Deng Xiaoping, cuando volcó el país al capitalismo y a la globalización, fue la prioridad absoluta que otorgó a la transformación del agro chino con sus 5.000 años de historia, antes que a la industria y a las ciudades. “Todo gira siempre en China – le dijo Mao Tse Tung a André Malraux – sobre la primacía del campesinado y la ruralidad”.
El hecho de que China creciera durante más de 30 años a una tasa acumulada de 9.9% anual – el nivel más elevado en el periodo más prolongado de la historia del capitalismo desde la 1era Revolución Industrial (1780/1840) – se debió exclusivamente a la previa resolución de la cuestión agraria. En los procesos históricos verdaderamente decisivos el orden de los factores es esencial al producto.
Todo depende ahora de lo que haga Narendra Modi y su gobierno en los próximos días, meses y años, en los que deberá actuar sobre la premisa de que su principal rival geopolítico en el continente asiático, que es la República Popular, ya ha sellado un pacto de cooperación, y potencialmente de asociación, con EEUU; y que Xi Jinping y Donald Trump, ese gran destructor del status quo, acordaron que el mandatario estadounidense viaje a Beijing, probablemente este año y en el mes de octubre.
El tiempo apremia para el país de la civilización sin tiempo que es India, la 4ta economía del mundo que pronto será la 3ra.
04/09/2025 a las 5:50 PM
¿Cómo juega la guerra frontal contra el narcotráfico iniciada en el Caribe por el gobierno de EEUU? Creo que es determinante para el desarrollo del programa tan brillantemente expuesto por Jorge Castro