Por Italo Pallotti.-

En esta Argentina nuestra, donde las cosas de pronto ocurren con una celeridad de minutos, pero su trascendencia puede durar años, a cada uno le da la posibilidad de ser un observador singular. Unos porque les interesa el devenir diario y lo encapsula en su recuerdo por siempre; y otros, porque su insensibilidad o su ignorancia no le permite siquiera canalizar sus emociones y simplemente es un sujeto poco menos que anónimo en la realidad de su entorno; de su país, en definitiva. La ciudadanía vive en estos días las celebraciones, o el recuerdo para no exagerar, de la llamada “nueva Democracia”. El balance no puede ser más contradictorio. Para algunos, los mencionados al comienzo, tiene aristas importantes, según le haya ido en la diaria y otros a los que la diversidad de políticas y secuencias culturales lo han ido depositando en una senda oscura de claudicaciones. De fracasos, incertidumbres y penurias. Todos, no obstante, llegaron a un sitio donde ni siquiera pensaron arribar. Buen pasar unos, los más audaces; estancamiento en los más aislados por circunstancias de su andar o por simple “pasar por la vida”, porque quizás su destino es por un lado ese. Como balance, esto es tan viejo que produce escozor de solo pensarlo. Cada cual con una porción de supervivencia. Su rinconcito, algunos con cierta mueca de sonrisa y muchos con gesto adusto; con esa bronca visceral porque le cuesta entender lo que pasa.

Tiempos de una barbarie silenciosa. Con esa nostalgia de algún tiempo que fue y pudo ser mejor, aún. Pero hubo tantos que con una innoble calidad de ser humano lo llevó a claudicar en sus principios y nada le importó su vecindad. Su entorno. Y ese perderse, alejarse, de modo brutal sobre los límites de la moral y el raciocinio llevó a una mayoría burlar los límites de lo justo, lo correcto. La corrupción y su costado mafioso, fue la consecuencia. Nada paró esa mancha venenosa. Esparcida de manera brutal. Sin límites controlables. Porque la audacia de muchos por un lado, y la injusticia por el otro fue tierra fértil de tanta infamia. La maldad y la deshonra, como forma de vida. Porque quienes debieron ajusticiar a los bandidos, durmieron una siesta perdurable que facilitó el accionar. Ya sea en lo individual, en la política, y ahora (bah! es una forma de decir, porque viene de antaño) en el fútbol de un modo torpe, casi de ficción por lo inaudito y a la vista de todos. El dinero fácil, obnubiló las conciencias. Prostituyó códigos.

En ese contexto, todo barranca abajo. La impunidad como lema. Un reclamo que hiere por lo duro; aunque con leve respuesta. Una exigencia que madura ante lo escandaloso por lo dañino de su secuela. La violación de derechos del semejante permanente y extendida en el tiempo. La exención de justicia, o la tardanza en aplicarla, atrae a nuevos sabandijas al ruedo de lo impune. Cual reptiles succionando la paz de los ciudadanos y, aún más grave, los estamentos del Estado de Derecho. ¿Y las auditorías? Da la sensación, durmieron el sueño de los justos. De otro modo, nada se explica. Llegaron demasiado lejos. Lo que se toca, está contaminado. Podrido, para ser exacto.

Fenomenal trabajo para destrabar semejante embrollo, en las nuevas autoridades. En dos años, apenas si algún atisbo de corrección aparece en el horizonte; aunque algunos parecen querer sacar los pies del plato, a pesar de aquellos esfuerzos. Cuando se vislumbra algo nuevo hay bajo el sol, una nueva nube viene a empalidecer el accionar. La infidelidad por las normas, está latente. Justo es reconocer que este bienio nos trajo una serie de parámetros que sin ser de lujo están aportando una nueva impronta. Logros significativos en el orden social (al menos si se lo compara con lo escandaloso del gobierno anterior), inflación en baja, quietud del dólar, mejora de las relaciones internacionales, Superávit fiscal, reducción de la pobreza (aunque cuestionada), macroeconomía estable, reducción de la brecha cambiaria, baja del riesgo país. Cierto “despertar”, al parecer, de la Justicia. Mientras, es también cierto, la micro, para una gran mayoría, tarda en mejorar y las deudas siguen, como de costumbre, asfixiando el crecimiento. Por lo expuesto, ya sea por la aparente acción sobre lo malo y la esperanza que lo bueno no se diluya, nos lleva a exponer lo del título: “Vieron, todo llega”. O no, según se mire.

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