Por Claudio Valdez.-

Maquiavelo, analista político de la modernidad, enunció “el fin justifica los medios”, máxima que interpretada como “todo vale”. En verdad, estaba referida a una causa superior: lograr el Estado Nacional italiano, “la Italia unida”.

Hoy, políticos y comunicadores sociales de nuestro país, temerosos por los sucesivos fracasos de las dirigencias durante más de 40 años, pregonan con insistencia: “Hay que votar para sostener el sistema democrático”. Sobrevaloran así “al sistema”, que no debería ser más que un medio para el logro de superiores fines. De poco sirve “votar para sostener el sistema” si este no tiene capacidad para satisfacer las concretas necesidades de la población.

Sabemos que “el voto” es una forma de legitimación que permite expresar la voluntad ciudadana; pero ¿Qué sucede cuando la preferencia y confianza pública resultan burladas?, aún en contra la voluntad de los propios elegidos y por causas ajenas a la personalidad de los mismos, devoradas por la “maquinaria política” que se encarga de esterilizar manifiestos afanes y esfuerzos: se concluye con decepción que “no vale la pena votar”.

¿Qué podría pasar entonces?; seguramente nada resultaría diferente: seguirían encaramados en “los cargos” los oportunistas, aprovechadores e ineficientes, como vienen haciéndolo desde las últimas décadas.

Por experiencia sabemos que la voluntad del electorado no tiene capacidad para optimizar la capacidad de sus representantes, ni mucho menos para perfeccionar el sistema vigente, que si bien se menciona como democrático solo alcanza para ser encuadrado como demagógico, clientelista, prebendario y de injustificable dependencia económica.

¿Puede este drama ser superado? Por supuesto que siempre es posible orientarse hacia una verdadera democracia, que no es otra que el régimen político “que hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”.

Los partidos liberales, organizaciones intermedias y distintas “agrupaciones contestatarias” han demostrado que no están en capacidad de lograrlo: carecen de estadistas y tampoco cuentan con dirigentes leales, lo que descalifica al sistema que durante más de cuatro décadas debería haberlos formado. Convalidarlo es perjudicar a nuestro territorio nacional, nuestra población y su voluntad política que clama por bienestar y progreso, además de esterilizar todo esfuerzo por el logro del indispensable bien común.

Urge hoy proteger la existencia comunitaria y nuestra propia existencia individual y familiar, reafirmando un “Estado argentino justo, libre y soberano”, que poco tiene que ver con “votar para sostener el sistema”. Votar para sostener el sistema se hizo hasta el presente y muy probablemente es la causa de nuestros pesares; por aquello de que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. ¡Sin duda, los argentinos de bien merecen más!

Share