Por Hernán Andrés Kruse.-

ARTÍCULO 3: LAS MATERIAS DE ENSEÑANZA

“Creo que:

La vida social del niño es la base de concentración o correlación en toda su preparación o desarrollo. La vida social proporciona la unidad inconsciente y el fondo de todos sus esfuerzos y de todas sus realizaciones. Las materias del programa escolar han de marcar una diferenciación gradual partiendo de la primitiva unidad inconsciente de la vida social. Nosotros violentamos la naturaleza del niño y dificultamos los mejores resultados éticos al introducir al niño demasiado rápidamente en una cantidad de estudios especiales, de lecturas, escrituras, geografía, etc., sin relación con su vida social.

El verdadero centro de correlación de las materias escolares no es la ciencia, ni la literatura, ni la historia, ni la geografía, sino las propias actividades del niño. La educación no puede ser unificada en el estudio de las ciencias, o en el llamado estudio de la naturaleza (nature study), porque, aparte de la actividad humana, la naturaleza no es en sí misma una unidad; la naturaleza en sí es un número de diversos objetos en el espacio y en el tiempo, y toda tentativa para hacer de ella el centro del trabajo es introducir un principio de dispersión más que de concentración. La literatura es la expresión refleja y la interpretación de la experiencia social; he aquí que haya de suceder y no proceder a tal experiencia. No puede, por tanto, ser la base aunque sí el sumario de la unificación. La historia tiene valor educativo, en cuanto presenta fases de la vida y del desarrollo sociales. Si se la forma simplemente como historia, se le arroja en el pasado lejano y se convierte en muerta e inerte. Considerada como una relación de la vida y el progreso social, adquiere plenitud de sentido. Yo creo, sin embargo, que no puede ser considerada así, excepto cuando el niño es introducido directamente en la vida social.

La base primaria de la educación se halla en las capacidades del niño, actuando según las mismas líneas constructivas generales que han producido la civilización. Las actividades llamadas expresivas o constructivas han de ser el centro de correlación. Éstas dan la medida para el lugar de la cocina, la costura, el trabajo manual, etc., en la escuela. Ellas no son estudios especiales que se han de introducir por encima o por debajo de otros como medios de descanso o compensación o como actos adicionales. Creo, más bien, que representan, como tipos, formas fundamentales de actividad social; y que es posible y deseable que la introducción del niño en los materiales más formales del programa se haga por medio de estas actividades.

El estudio de las ciencias es educativo, en cuanto expone los materiales y los procesos que han hecho de la vida social lo que es. Una de las más grandes dificultades en la enseñanza actual de las ciencias es que se presenta el material en forma puramente objetiva, o se le trata como una nueva y peculiar especie de experiencia que el niño puede añadir a la que ya posee. En realidad, la ciencia es de valor porque proporciona la capacidad para interpretar y controlar la experiencia ya adquirida. Se ha de introducir, no tanto como una nueva materia, sino mostrando los factores ya incluidos en la experiencia anterior y proporcionando los instrumentos con los que puede ser fácil y eficazmente regulada esta experiencia.

En la actualidad, se pierde mucho del valor del estudio de la literatura y del lenguaje, porque se elimina el elemento social. El lenguaje es tratado casi siempre, en los libros de pedagogía, simplemente como la expresión del pensamiento. Cierto que el lenguaje es un instrumento lógico; pero es fundamental y primariamente un instrumento social. El lenguaje es un medio de comunicación; es el instrumento por el cual un individuo llega a participar en las ideas y sentimientos de otro. Cuando es tratado simplemente como un medio de adquirir información individual o como un medio de mostrar lo que ha aprendido, pierde su motivo y finalidad social. No debe existir, pues, una sucesión de estudios en el programa escolar ideal. Si la educación es vida, toda vida tiene, vista desde fuera, un aspecto científico, un aspecto de arte y cultura y un aspecto de comunicación. No puede ser, por tanto, verdad que los estudios adecuados para un grado sean meramente la lectura y escritura, y que en un grado ulterior sean introducidas, la literatura o las ciencias.

El progreso no está en la sucesión de estudios, sino en el desarrollo de nuevas actitudes y nuevos intereses respecto a la experiencia. La educación ha de ser concebida como una reconstrucción continua de la experiencia, y el proceso y el objetivo de la educación son una y la misma cosa. Establecer cualquiera finalidad fuera de la educación, que determina su objetivo y su nivel, es privar al proceso educativo de gran parte de un sentido, y nos obliga a emplear estímulos falsos y externos en nuestro trato con los niños”.

ARTÍCULO 4: LA NATURALEZA DEL MÉTODO

“Creo que:

La cuestión del método se puede reducir en último término a la cuestión del orden de desarrollo de las capacidades e intereses del niño. La ley para presentar y tratar las materias es la ley implícita en la propia naturaleza del niño. Siendo esto así, creo que las siguientes afirmaciones son de importancia suprema para determinar el espíritu en que debe aplicarse la educación: El aspecto activo precede al pasivo en el desarrollo de la naturaleza del niño; la expresión tiene lugar antes que la impresión consciente; el desarrollo muscular precede al sensorial; los movimientos se producen antes que las sensaciones conscientes. Creo que el estado de conciencia (consciousness) es esencialmente motor e impulsivo; que los estados conscientes tienden a proyectarse en acciones. El olvido de este principio es la causa de una gran parte de la pérdida de tiempo y de energías en el trabajo escolar.

Se coloca al niño en una actitud pasiva, receptiva o absorbente. Las condiciones en que se halla son de tal género que no se le permite seguir la ley de su naturaleza; el resultado de ello son pérdidas y rozamientos. Las ideas (procesos intelectuales y racionales) son también resultado de la acción y se desarrollan para controlar mejor la acción. Lo que llamamos razón es primariamente la ley de la acción ordenada o efectiva. Tratar de desarrollar la capacidad de razonamiento, la capacidad del juicio, sin referencia a la selección y ordenación de los medios en acción, es el error fundamental de nuestros actuales métodos de tratar este punto. Como resultado de ello, presentamos al niño símbolos arbitrarios. Los símbolos son una cosa necesaria en el desarrollo mental; pero han de emplearse como instrumentos para economizar esfuerzos; presentados por sí mismos, son una masa de ideas sin sentido y arbitrarias impuestas desde fuera.

La imagen es el gran instrumento de enseñanza. Lo que el niño adquiere de cualquier materia que se le presente es simplemente las imágenes que él mismo forma con respecto a ellas. Si las nueve décimas partes de la energía aplicada hoy para hacer que el niño aprenda ciertas cosas se emplearan sin procurar que el niño se formara sus propias imágenes, la obra de la enseñanza se facilitaría indefinidamente. Gran parte del tiempo y de la atención dedicados hoy a la preparación y presentación de las lecciones se emplearía con mayor discreción y provecho educando la capacidad de imaginar del niño y procurando que esté continuamente formando imágenes con que se pone en contacto en su experiencia.

Los intereses son los signos y síntomas de la capacidad en crecimiento. Creo que representan capacidades en germen. Consiguientemente, la observación constante y cuidadosa de los intereses es de la mayor importancia para el educador. Estos intereses se han observado como reveladores del estado de desarrollo que el niño ha alcanzado. Ellos anuncian el grado al que está próximo a elevarse. Sólo mediante la observación continua y simpática de los intereses del niño puede entrar el adulto en la vida del niño y ver para lo que está dispuesto y el material sobre el que podría trabajar más pronto y fructíferamente. Estos intereses no han de ser ni fomentados ni reprimidos. Reprimir los intereses es sustituir al niño por el adulto y debilitar así la curiosidad y viveza intelectual, suprimir la iniciativa y matar el interés. Fomentar los intereses es sustituir lo permanente por lo transitorio. El interés es siempre el signo de alguna capacidad oculta; lo importante es descubrir esta capacidad. Fomentar los intereses es dejar de penetrar más allá de la superficie, y su resultado seguro es sustituir el interés general por el capricho.

Las emociones son el reflejo de acciones. Esforzarse en estimular o despertar las emociones aparte de sus actividades correspondientes es introducir un estado de espíritu insano y nocivo. Si podemos formar hábitos correctos de acción y pensamiento, con referencia a lo bueno, a lo verdadero y a lo bello, las emociones se cuidarán en su mayor parte de sí mismas. Después de la inercia y la estupidez, el formalismo y la rutina, nuestra educación no está amenazada por ningún otro mal mayor que por el sentimentalismo. Este sentimentalismo es el resultado necesario de la tentativa de divorciar el sentimiento de la acción”.

ARTÍCULO 5: LA ESCUELA Y EL PROGRESO SOCIAL

“Creo que:

La educación es el método fundamental del progreso y de la reforma sociales. Todas las reformas que se apoyen simplemente en la aplicación de una ley, o en la amenaza de ciertos castigos, o en los cambios de disposiciones mecánicas o externas son transitorias y fútiles. La educación es una regulación del proceso de llegar a participar en la conciencia social; y la adaptación de la actividad individual sobre la base de esta conciencia social es el único método seguro de reconstrucción social. Esta concepción tiene debidamente en cuenta los ideales individuales y sociales. Es acertadamente individual porque reconoce la formación del carácter como la única base genuina del recto vivir. Es social porque reconoce que este carácter recto no ha de ser formado por conceptos, ejemplos o exhortaciones meramente individuales, sino más bien por la influencia de cierta forma de vida colectiva o comunal sobre el individuo, y que el organismo social mediante la escuela, como órgano suyo, puede producir resultados éticos.

En la escuela tenemos la reconciliación de los ideales individuales y colectivos. El deber de la comunidad respecto a la educación es, por tanto, su deber moral supremo. Por la ley y el castigo, por la agitación y discusión, la sociedad puede regularse y formarse en un modo más o menos azaroso y casual. Pero mediante la educación, la sociedad puede formular sus propios fines, puede organizar sus propios medios y recursos y formarse así con precisión y economía en la dirección en que desea moverse. Una vez que la sociedad reconoce las posibilidades de esta dirección y las obligaciones que imponen estas posibilidades, es imposible concebir los recursos de tiempo, atención y dinero de que podrá disponer el educador. Es misión de todos los interesados en la educación insistir sobre la escuela como el interés primario y más efectivo del progreso y reforma sociales, de suerte que la sociedad pueda llegar a comprender lo que la escuela significa y a sentir la necesidad de dotar al educador de los medios suficientes y adecuados para realizar su misión.

La educación así concebida representa la unión más perfecta e íntima de la ciencia y el arte que pueda concebirse en la experiencia humana. El arte de dar así forma a las capacidades humanas y de adaptarlas al servicio social es el arte supremo, que requiere para su servicio a los mejores artistas; ninguna inteligencia, simpatía, tacto, capacidad ejecutiva son sobrados para tal servicio. Con el desarrollo del estudio psicológico, aumentando el conocimiento de la estructura individual y de las leyes de desarrollo; y con el desarrollo de la ciencia social, aumentando nuestro conocimiento de la acertada organización de los individuos, todos los recursos científicos pueden realizarse para los fines de la educación.

Cuando la ciencia y el arte unan así sus esfuerzos, se alcanzará el motivo más decisivo para la acción humana, se excitarán los resortes más genuinos de la conducta humana y se garantizará el mejor servicio de que la naturaleza es capaz. El maestro tiene la misión no sólo de educar a los individuos, sino de formar la verdadera vida social. Todo maestro debería comprender la dignidad de su profesión; la de ser un servidor social destinado a mantener el verdadero orden social y a asegurar el desarrollo social acertado. De esta suerte, el maestro es siempre el profeta del Dios verdadero y el introductor en el verdadero reino de Dios”.

(*) Psicología Educativa-Profesor Félix Temporetti-Carrera de Psicología-UNSAM- Rosario).

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