Por Luis Orea Campos.-

La diferencia entre un ilusionista y un mentalista consiste en que el primero es un artista que hace creer al público que suceden cosas imposibles o extrañas, mientras que el mentalista va más allá y utiliza la sugestión o la magia escénica para realizar control mental de sus espectadores.

Pero ambos tienen en común que juegan con la mente del público, creando la ilusión de que algo ocurre a pesar de que no es lógico.

Exactamente lo que Milei y su troupe de tarotistas, peluqueras, saltimbanquis, monjes negros y advenedizos que no aprobarían una sola materia de ciencia política han logrado con marcada eficacia convenciendo al público de que no existe otro remedio más que el brutal ajuste para encaminar la economía del país exhibiendo como un estandarte de su razón el dudoso índice de inflación.

Pero acercando la lupa y disipados los vapores del encanto lo que en realidad han hecho es un truco de psicoquinesia (mover objetos con la mente) trasladando la inflación desde el índice del INDEC al bolsillo del ciudadano donde no se puede medir pero sí sentir.

Y como es natural, los que más lo sienten son los 23 millones de personas sumergidos en la pobreza y condenados a luchar por la subsistencia sin escuchar de sus gobernantes otra cosa que festejos por la suba de los bonos que está enriqueciendo obscenamente a amigos y favorecedores oportunamente avisados.

Es maravilloso el truco. Muchos integrantes de la tradicional clase media se preguntan azorados como es que si la inflación ha bajado tanto se siguen enterrando en créditos y deprendiéndose de los ahorros que alguna vez pudieron guardar.

La respuesta es muy sencilla, el efecto inflacionario solo bajó en el índice gubernamental no en la realidad, porque subieron brutalmente los impuestos los precios y las tarifas mientras el ingreso se arrastraba lastimosamente por los suelos de la economía reduciendo notoriamente lo que se gasta en otros menesteres que también son parte de la vida. ¿Cuál es la diferencia con el efecto de la inflación?

Aunque encuestas serias dicen que el 60% todavía considera que en realidad la inflación no está bajando y no perciben que su ingreso haya equiparado al aumento del costo de vida esos mismos sondeos cantan que el público sigue encandilado por el arte del mentalista y lo sigue aplaudiendo con entusiasmo adormecido por la prédica de medios y economistas cuyos clientes llenan sus alforjas con plata dulce.

En otras palabras, al igual que el dólar, la economía está en el mismo punto donde arrancó en 2023. Pero con gran parte de ciudadanos mucho más pobres cuyo 56% está muy o bastante de acuerdo en que Milei “está resolviendo los problemas del país” cuando en realidad está resolviendo muy poco.

Subieron con importantes aumentos seguros, cochera, luz, agua, impuestos y siguen subiendo expensas, combustibles, gas, mecánicos, repuestos, telefonía, medicina prepaga, remedios etc., etc., y, por supuesto, también sube la mora en tarjetas, expensas y créditos.

Alguien podría preguntarse cómo esa clase media empobrecida que aplaude no se da cuenta del deterioro que ha sufrido su situación -similar a la que hubiera sido si continuaba la inflación- pero resulta que es absolutamente normal que aplaudan como sucede en cualquier sala de espectáculos en la que el artista manipula la mente de los espectadores para hacerles creer que pasan cosas que en realidad no pasan y el público aplaude entusiastamente su habilidad para engañarlo.

La ficción es la materia prima del mentalismo que a su vez tiene ciertos vínculos con principios neurológicos que son utilizados para engañar al cerebro de los presentes mediante la explotación de la predisposición de ellos a ser engañados creando con este mecanismo mixto una especie de burbuja ilusoria.

Y como dijo el director de la consultora Equilibra Martín Rapetti “las burbujas se alimentan de confianza, euforia y especulación. Y se pinchan. Vean la historia”

En el mismo sentido Fernández Díaz en un excelente artículo en LN rescató una frase lapidaria de Michael Crichton: «La historia siempre se repite; la gente cae en las mismas trampas y comete los mismos errores una y otra vez».

Como mentalista, Milei puede ser muy bueno, pero el ejercicio del gobierno requiere además aptitudes que brillan por su ausencia en el universo libertario.

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