Milei y la indefensión de la clase trabajadora (2)
Por Hernán Andrés Kruse.-
“Como se sabe desde los primeros escritos de Marx, el trabajador en el capitalismo se encuentra alienado y por tanto incapaz de poder captar lo que el intelectual crítico/partido de la clase capta. Pero, al mismo tiempo, el obrero está ubicado en una posición en que el intelectual no se encuentra, que es la de hacer el mundo (para otro, los capitalistas). La ideología dominante (racional) oculta cotidianamente al obrero su condición de tal (aquí el proceso de alienación es central) así como borra el trauma originario que lo hizo obrero, muy bien explicado por Marx en su capítulo XXIV sobre la acumulación originaria. De este modo se torna nodal dar cuenta del carácter histórico que poseen las relaciones sociales capitalistas y de que su instauración fue un proceso de varios siglos, signado por la violencia, la guerra y la expropiación social. Los valores e ideas que se encuentran contenidos en el sentido común funcionan como pegamento-“argamasa”, dice Gramsci-para mantener desmovilizados a los obreros o movilizados por la ideología sindicalista que no busca romper con la dominación entre clases.
Aquí cobra fuerza el elemento conciliador de las burocracias sindicales, haciendo pasar a través de su política el interés particular como general. Se sabe que, en general, la burocracia construye hegemonía, un equilibrio entre consenso y coerción, al hacer concesiones a los obreros en reivindicaciones puntuales pero que, como es razonable, no atentan contra su razón de ser. En esta dirección Gramsci aporta mayor lucidez al decir que “el hecho de la hegemonía presupone, que se constituya, sin duda, que se tenga en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejercerá la hegemonía, que se constituya un cierto equilibrio de compromiso, o sea que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo, pero también es indudable que tales sacrificios y el mencionado compromiso no pueden referirse a lo esencial, porque si la hegemonía es ético-política no puede no ser también económica, no puede no tener su fundamento en la función decisiva que ejerce el grupo dirigente en el núcleo decisivo de la actividad económica”.
“La organización, el liderazgo, los procesos de toma de decisión y las propias direcciones sindicales, juegan un papel central en este proceso (formación de los intereses inmediatos colectivos)… La cuestión no consiste en medir en qué grado las organizaciones y las direcciones sindicales obstruyen o representan los genuinos intereses de las bases, sino que ellas mismas son poderes constituyentes de los intereses colectivos de los obreros. Por lo tanto, desde esta perspectiva, la cuestión de la burocracia trasciende las características y políticas del grupo dirigente. Lo que está en juego es el modo colectivo de organización y definición de los intereses obreros, lo que se vincula con el tipo de organización social de las relaciones” (Ghigliani y Belkin).
Sabemos que toda concepción teórico-filosófica es política porque contiene valores e intereses que generan consecuencias, directas e indirectas, sobre la realidad. Más allá de las especificidades de cada una de las direcciones sindicales y de sus lugares de trabajo, lo que comparten todas ellas es estar configuradas y reproducir prácticas y valores capitalistas en el seno de la clase trabajadora. Su relevancia tiene un interés praxístico, por eso es necesario caracterizar qué valores e intereses representan las direcciones sindicales. Analizar el nivel de conciencia en función de sus críticas o no a la sociedad política tiene su implicancia al momento de desprender acciones prácticas. Comprender la realidad desde una teoría positivista lleva a naturalizar los valores e intereses que transmiten las direcciones sindicales y que afectan sobremanera la vida concreta de los trabajadores.
A este respecto es claro el ejemplo del período inicial de la privatización del servicio de subterráneos. El secretario general de la UTA, Juan Palacios, como el resto de la dirección sindical, tuvo una complicidad directa con la aplicación de las políticas de ajuste y racionalización empresaria. El 50% de los casi 5.000 trabajadores que pertenecían a la planta estable del subte fueron despedidos. Se sumaron horas de trabajo (se pasaba de 6 a 8 horas diarias) por menos salario. En una entrevista en Prensa Obrera, el delegado Varela sostenía que “los conductores tienen que hacer 11 vueltas cuando antes hacían 6, bajó el tiempo de descanso, antes era de 40 minutos ahora es de 15”.Algunas tareas fueron asignadas a terceras empresas, en muchos casos pertenecientes al mismo grupo económico. Los nuevos trabajadores de estas “terceras” empresas cumplían 9 horas diarias de trabajo con un salario menor al que tenían los trabajadores dentro del convenio de UTA. En este proceso, la dirección sindical se mantuvo en la inacción, sin defender los intereses obreros afectados y por tanto al servicio de la patronal. Así practicaba y difundía la fragmentación, la desconfianza y el individualismo entre los trabajadores. Un delegado combativo decía: “acá, cuando se privatizó y vino Roggio, en Taller Rancagua, la burocracia se quedó sin sus delegados y gente afín porque se fueron con los “retiros voluntarios” que ellos mismos incentivaban a los trabajadores”.
Es relevante destacar que al poner el énfasis en otros conceptos (organización, liderazgo, formas de decidir, etc.), los autores generan un desinterés por comprender la ideología y la práctica de las direcciones sindicales en su relación con la sociedad política, y su incidencia concreta en la vida de los trabajadores. A su modo, Ghigliani y Belkin no dudan en evaluar desde otra posición teórica las políticas con las que interviene la “izquierda ortodoxa”. Su crítica al subjetivismo por fantasear con intereses preexistentes, desde una posición no dialéctica, los deja cautivos del objetivismo. En sus intentos por “complejizar” el fenómeno no hacen más que describir diversas variables que intervienen en el proceso, tomando partido por conceptos generales y ahistóricos como “la organización” y “los líderes”. Enfatizar en la descripción y asignar como causas explicativas una variedad de conceptos abstractos, deshistorizados, y sin elaborar de manera ponderada una cadena causal donde se manifiesten las múltiples determinaciones que operan en un concreto (Marx) llevan a esta posición a no cuestionar el régimen social existente y la tarea de las burocracias sindicales en él.
En esta posición teórico-política las demandas y los tipos de acciones son producto de las estructuras organizacionales, los líderes, las interacciones entre los sujetos en el sindicato y las formas de decidir. Variables como concepción ideológico-política no son tenidas en cuenta como causa explicativa. Su referencia a los líderes se torna abstracta al no incorporar desde el presente las experiencias previas (y actuales), políticas y sindicales, de los dirigentes. Por el contrario, son adjudicadas como características “esenciales” y “naturales” del líder. No negamos la influencia, en tanto variables que intervienen, de conceptos que para ambos historiadores son relevantes para comprender las direcciones sindicales. Sin embargo, sostenemos que lo que está en juego es la concepción ideológico-política que se expresa en la política de la dirección obrera, y en función de ella es la forma de organizar, de construir liderazgos y formas de decidir. La concepción ideológico-política que predomine estará estrechamente relacionada con los dirigentes (concretos) que logren imponerse como dirección en el sindicato. Una política sindical crítica de la sociedad política tendrá sentido si en el presente las luchas reivindicativas están vinculadas dialécticamente con un horizonte político que busque liberar a los sujetos, colectiva e individualmente, de sus cadenas internas y externas.
“Son dos las fuentes principales que suelen invocar estos análisis: el poder de la patronal y el poder del estado… Cuando estas determinaciones materiales e institucionales no son consideradas, categorías como interés, representación o democracia, suelen contaminarse de ese racionalismo ingenuo que sirvió de base a las teorías políticas del liberalismo clásico. Ese es el caso, por ejemplo, cuando la asamblea deviene un espacio temporal mítico en el que las relaciones de fuerzas quedan suspendidas mientras obreros ideales deliberan en libertad y extraen conclusiones radicales de la experiencia de explotación… Las fuentes del poder interno de las direcciones sindicales provienen no sólo del entramado institucional de gobierno, de la conformación y representación efectiva de ciertos intereses obreros inmediatos, del consentimiento pasivo y de la movilización controlada; en determinados momentos también juega a su favor el individualismo y el conservadurismo existente entre los trabajadores. Por ello, el problema de la democracia desde el punto de vista de la construcción de poder obrero con perspectivas socialistas trasciende la crítica anti-burocrática”.
“Ni siquiera se reduce a la crítica de las formas liberales-representativas que subsisten en la vida política interna de las organizaciones gremiales en Argentina, un aspecto crucial sin duda, sino que engloba al conjunto de constreñimientos que operan sobre la política sindical. No es sólo un problema de procedimientos, aunque ello forme parte de la cuestión, sino de organización y liderazgo. En síntesis, es una dimensión más de la pelea sobre las formas organizativas y políticas de la clase en su enfrentamiento estructural, y por lo tanto irremediable, contra el capital. Una pelea en la que distintas fuerzas político-sindicales deben imponer sus agendas pero evitando el triunfo pírrico porque dependen siempre del apoyo y la disposición a actuar, ya no sólo de quienes los apoyan activamente, sino del número más amplio posible de trabajadores, organizados o no. Por ello, el análisis de la dinámica organizativa y política de la clase, que nociones como burocracia y democracia intentan captar, apunta directamente a las relaciones de fuerza” (Ghigliani y Belkin).
La asamblea en cuestión: “es un fetiche, un instrumento abstracto, una formalidad liberal”, sostienen estos autores. Alertan sobre el peligro de caer en ese tipo de democracia cuando se desconocen los poderes externos e internos que afectan un ideal funcionamiento democrático. Sostienen que el eje puesto en cómo se construye poder obrero socialista no pasa por criticar a las burocracias y desarrollar mecanismos democráticos sino, insisten una vez más, en la forma de organizarse y en los liderazgos. Para ellos, los conceptos de burocracia y democracia ya no darían cuenta de la dinámica política intra-sindical y entre los sujetos que confrontan, sino que esta creciente “complejidad” debe ser capturada por la noción de relaciones de fuerza. Lo paradójico es que conciben la asamblea de la misma manera que dicen cuestionar, es decir, como instrumento y procedimiento.
Sin embargo, sostenemos que la asamblea es producto de una concepción filosófica, de una posición política. No es el punto de partida sino que es el punto de llegada de un proceso activo, vivo. Previamente a la asamblea hay debates entre los trabajadores donde se manifiestan diferencias y acuerdos respecto del tema en cuestión: esa instancia es indispensable para generar conciencia política crítica, conciencia “para sí”. Luego de ese proceso la asamblea le da legitimidad y fuerza a la decisión que se tome (cualquiera sea). La importancia de la asamblea radica en ser un ámbito donde se debe reclamar, evaluar y sancionar, si lo amerita, al delegado, al dirigente. Así lo argumenta un delegado histórico en el subte: “La asamblea es más que la expresión de una situación dada, es más que un instrumento. Es el órgano de debate, de decisión y resolución política”. Priorizar en el análisis (y en la intervención política concreta) las relaciones de fuerza en desmedro de la asamblea significa negar que los cambios en dichas relaciones son una consecuencia dinámica de la construcción de poder de base con una perspectiva combativa y de las conquistas de la lucha.
De este modo confunden al lector planteando una escisión entre los objetivos políticos sindicales y un método de construcción política, en vez de comprender la relación, no lineal, entre ambos. Para garantizar una acción de lucha deben buscarse todos los medios que la clase crea necesarios para tal fin: en este sentido la asamblea adquiere un lugar central (no excluye la elaboración y coexistencia con otros métodos). Pero si para garantizar una “organización” con valores socialistas o una “medida de lucha combativa” contundente, los líderes formales o informales se abstienen de utilizar el método de asamblea, se subordina el debate y el pensamiento del conjunto de los trabajadores a la decisión y el saber de ellos. Esta posición tiene su anclaje en una metodología etapista y evolutiva, que busca desarrollar los elementos combativos de la clase de manera progresiva con la excusa discursiva de que los obreros tienen que “ir madurando”.
Nuestro planteo puede verse expresado en uno de los conflictos más importantes de la historia del cuerpo de delegados del subte: el conflicto del guarda. En el verano de 2001 la empresa Metrovías se embarcó en una de las medidas más importantes en términos de flexibilización: la eliminación del puesto del guarda. De manera rápida y buscando evitar la respuesta de los trabajadores, comunicaron por una publicación interna que lo eliminarían dos días después de dicho comunicado. Los guardas, según la empresa, serían reubicados en otras tareas y los conductores tendrían que hacer doble tarea, es decir, serían polivalentes. Un delegado combativo decía: “Cuando se gana la mayoría del Cuerpo de Delegados (CD) en septiembre de 2000, la UTA quiere ponerse a la cabeza, lanzan el tema de los guardas. Lo importante no es jugar sino ganar, lo opuesto a lo que hubo en esa época. La UTA nos reunía una vez por mes, nos llamaba luego línea por línea. Las denuncias, reclamos, todo tenía que pasar por la UTA, ser ordenados, prolijos. Después del conflicto del guarda nos reuníamos solos, creamos el CD como institución, éramos quienes conseguíamos las cosas, nos decían el CD rebelde. La UTA necesitaba reubicarse y decirte que ellos son los que tenían el “poder”. La UTA iba a todos lados para disputar los compañeros”.
La empresa decidió empezar la aplicación de dicha medida por la línea B, donde se había modernizado el sistema de señalización pero, fundamentalmente, porque allí la dirección gremial influenciaba a los delegados del sector. Sin embargo, la delegada Lentini, afín en ese momento, a la burocracia, le comunicó a los delegados combativos del “plan” que se estaba preparando. La posibilidad de tener esta información posibilitó una respuesta rápida. Los guardas y conductores que se veían afectados por la medida decidieron ir a la sede del sindicato a reclamar que se los defendiese. Muchos de esos obreros seguían teniendo expectativa en la dirección sindical. La demanda obrera tuvo efectos. Los funcionarios de UTA tuvieron que acudir a la asamblea de la línea B y acordar con los trabajadores un paro sorpresivo en horario pico, de ocho a nueve de la mañana. Midiendo fuerzas, la patronal respondió lanzando 218 telegramas de despido, impidiendo que retomaran sus tareas los conductores y guardas una vez finalizado el paro. Este hecho hizo sobrevolar el fantasma del conflicto de 1999. El paro, y luego los despidos, frenaron los subtes, generando un caos en la ciudad.
El Ministerio de Trabajo de la Nación tuvo que intervenir dictando la conciliación obligatoria por lo que los trabajadores, sin intención de ello, ganaban diez días para seguir un plan de lucha y con la garantía que ofrece ese instituto jurídico de volver todo a la situación previa al conflicto. Con el trabajo político gremial de los activistas y delegados combativos y la comprensión por un sector importante de trabajadores de que la lucha es la única herramienta que tienen para poder enfrentar y vencer el miedo a perder el trabajo, revirtieron nuevamente la relación de fuerza. El conflicto duró tres meses, y en ese desarrollo la dirección sindical fue variando su posición al calor de la acumulación de poder del sector combativo. La burocracia pasó de plantear que “sólo apoyarían medidas de lucha racionales a una defensa incondicional del puesto del guarda”.
La victoria en el reclamo marcó la nueva tendencia: la firma del acta con la reincorporación de todos los despedidos revelaba la derrota de la política de la patronal pero también de la burocracia. Al inicio de la gestión empresaria la dirección gremial tenía la iniciativa tanto de la implementación de las medidas de la empresa, como de sus “aparentes” reclamos obreros, pero con el transcurso de los conflictos fue quedando rezagada respecto del sector de trabajadores conscientes de sus intereses y derechos. La dirección gremial intentaba colgarse del movimiento de trabajadores para darle otra orientación política, canalizarla por otros medios y hacia otros fines. Un delegado del Partido Obrero decía: “Tenemos el ejemplo de lo que pasó con los guardas, cuando los directivos gremiales pactaron con la empresa, y los delegados combativos le impusimos la política a ellos. Que la dirección gremial participe no quiere decir que ésta defiende los intereses obreros”.
(*) Mauricio Tome (Facultad de Ciencias Sociales-UBA): “Reflexión teórico-política sobre la burocracia sindical” (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales)-2013.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Es mejor Cristina que Victoria Villarruel?
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
24/11/024
Javier Milei activó premeditadamente la crisis institucional más importante que puede suceder en una república: el enfrentamiento directo entre el Presidente y su vicepresidente (vicepresidenta, en este caso). Aunque el mileísmo lo niegue con unánime insistencia, lo cierto es que el jefe del Estado está obsesionado con algunas encuestas que muestran a Victoria Villarruel con iguales o mejores índices de popularidad que el propio Milei. ¿Celos porque seduce a la opinión pública? Sí.
¿Pruebas? Desde febrero pasado, Villarruel no forma parte del organigrama oficial del Gobierno, aunque formalmente es una funcionaria del Poder Ejecutivo. La página web oficial que da cuenta del organigrama del Gobierno coloca al Presidente en primer lugar; a su hermana, Karina Milei, en segundo lugar, y en la tercera posición está el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Sucedía lo mismo cuando el jefe de los ministros era Nicolás Posse. “¡Afuera!”, como suele decir Milei. Todo tiene el color y las formas de la arbitrariedad. Antes del secretario o la secretaria general de la Presidencia, que es el cargo de Karina Milei y que tiene jerarquía de ministro, están protocolarmente el vicepresidente de la Nación, el jefe de Gabinete y el canciller.
El mileísmo dice que el Presidente pegó sobre Villarruel en el momento oportuno porque, en realidad, tenían ganas de azotarla desde hacía rato. La realidad indica que concedió esa entrevista periodística para hablar mal de su vicepresidenta. Y habló muy mal según el lenguaje del mileísmo y sus significados: “Está cerca de la casta”, dijo de Villarruel. No hay muchos insultos del oficialismo más importantes que ese. La oportunidad es extraña porque la última noticia pública que se tuvo de Villarruel fue que había cerrado el recinto del Senado para evitar que la oposición le armara una reunión del cuerpo y comenzara a rechazar leyes y decretos de necesidad y urgencia como quien descarta papeles inservibles. La decisión es legal, porque el reglamento interno de la cámara establece una serie de requisitos para reunir al cuerpo, pero no es legítima ni mucho menos democrática. El recinto de un cuerpo parlamentario está precisamente para que los legisladores de distintas extracciones políticas puedan debatir y aprobar o rechazar las leyes.
Dicen que la propia vicepresidenta tomó esa decisión molesta con ella misma por haber cerrado el recinto, aunque resolvió hacerlo, cuentan que razona, para blindar a su gobierno de las tretas opositoras. En diciembre del año pasado, Villarruel logró reunir a 39 senadores no peronistas ni kirchneristas que le permitieron integrar las comisiones sin la prepotencia política de los seguidores de Cristina Kirchner. El peronismo tiene 33 senadores y la mayoría se alcanza en el Senado con 37. Solo le faltan al peronismo cuatro senadores para la mayoría absoluta. Con todo, aquellos 39 senadores con los que Villarruel se pavoneó hace un año ya no están. “A esa mayoría la dinamitó la constante mescolanza política que arma y desarma Santiago Caputo”, dicen altos funcionarios del Senado.
¿Cuál es, entonces, la culpa de Villarruel? Funcionarios del Gobierno deslizan que a Milei le molesta la impotencia del oficialismo en la Cámara alta del cuerpo. El Presidente nunca se detiene para ver qué errores cometieron los suyos antes de culpar a otros. ¿Por qué Villarruel pudo reunir 39 senadores hace un año y ahora queda solo un puñado insignificante de miembros de esa cámara en condiciones de acompañar al Gobierno? No es, desde ya, consecuencia de que al Gobierno le vaya mal. Al contrario, Milei aprovechó su mejor semana, si bien se miran los datos de la economía, de las encuestas y sus encuentros internacionales (Donald Trump, Emmanuel Macron y la italiana Giorgia Meloni en menos de una semana), para despacharse contra los periodistas y, lo que es peor, contra su vicepresidenta. También le hizo a Villarruel una crítica pública por su reunión con Isabel Perón en Madrid, un encuentro cuya justificación, es cierto, le complicó la existencia a la vicepresidenta. La viuda de Perón representa todo lo malo de la política argentina y de su historia reciente, pero ella suele decirles a sus íntimos que el mayor problema de su gobierno, en los años 70, no fueron los militares, sino la insoportable presión sanguinaria de las organizaciones guerrilleras. Es verdad que tanto el ERP, primero, como los Montoneros, después, se levantaron en armas contra un gobierno elegido por la sociedad, aunque haya sido pésimo, y que esa insurgencia armada les abrió las puertas del gobierno a los militares. Villarruel, que es hija de un oficial del Ejército que murió en 2021, suele poner especial énfasis siempre en la acción de los grupos guerrilleros en la década del 70 como el precedente que explica la posterior irrupción de los militares. En esa coincidencia implícita se explica su reunión con la expresidenta afincada en España desde hace más de 40 años.
Otro reproche de Milei a Villarruel consiste en la oposición de esta, también pública, a la nominación del juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia. “No creo que haya sido la mejor elección, siempre fue una candidatura controversial”, se despachó sobre Lijo en una reciente disertación en el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, algo podría estar sucediendo en el Senado con el acuerdo por parte del kirchnerismo y la candidatura de Lijo. Este polémico candidato y Manuel García-Mansilla, el otro candidato, ni polémico ni cuestionado, necesitan del aporte de al menos una parte del peronismo. El acuerdo senatorial de esos candidatos requiere de los dos tercios de los votos de los senadores presentes en el recinto. Son 48 votos eventuales, imposibles de alcanzar sin una parte del peronismo. El viernes se sumó Lucía Corpacci, senadora peronista y exgobernadora de Catamarca, a la firma del despacho de la Comisión de Acuerdos del Senado, indispensable para que la propuesta del Gobierno sea tratada por el plenario del cuerpo. Corpacci, familiar de la otrora poderosa dinastía catamarqueña de los Saadi, no haría nada sin la aprobación previa de Cristina Kirchner, mucho menos en un tema de tanta repercusión política y pública.
La supuesta alianza de Milei con Cristina Kirchner sucede en un momento raro, porque el Presidente acaba de privarla a ella de jubilaciones, pensiones y suplementos por “vivir en zona austral” por valor de 35.000 dólares mensuales. La vergüenza no existe para algunos políticos: Cristina Kirchner vive en la Capital (o en Olivos) desde hace por lo menos 30 años. En Santa Cruz es solo una turista frecuente. De todos modos, ciertos trazos de un acuerdo subterráneo comenzaron a percibirse con el tratamiento de la ley de ficha limpia. De aprobarse, esa ley dejaría a la expresidenta fuera de la competencia electoral el año próximo. Se necesitaban 129 diputados para abrir la sesión de la Cámara de Diputados, pero el presidente del cuerpo, el mileísta Martín Menem, la levantó por falta de quorum cuando había 128 diputados (faltaba solo uno) y había transcurrido un minuto después de la hora establecida. Las esperas interminables hasta iniciar una sesión plenaria son lo más común que suele ocurrir en el Congreso. Más aún: había 129 diputados en el recinto, pero algunos no estaban sentados. Cuando los legisladores se sientan, un mecanismo da cuenta de sus presencias en una pantalla gigante de la cámara. Hay antecedentes, con todo, de que los legisladores que están de pie dentro del recinto también forman parte del quorum. Sucedió, además, algo curioso: había 128 diputados cuando ingresó el socialista Esteban Paulón, que gastó tiempo buscando su banca en lugar de sentarse en cualquiera. Cuando Paulón la encontró y el número de asistentes marcó los 129 necesarios, en el acto se levantó de su banca Marcela Coli, una diputada radical que está en el bloque de Facundo Manes. Otra vez 128 diputados, uno menos. Entonces, Menem decidió levantar la reunión. También merodeaba dentro del recinto, aunque no se sentó nunca, el presidente del bloque peronista, Germán Martínez, seguramente para observar la suerte de su jefa. Martín Menem debió emplazarlo a sentarse o a abandonar el recinto. No hizo nada. Los diputados enfermos están obviamente justificados, pero hubo varios que no son kirchneristas y que se ausentaron de la reunión porque tenían enfermos a familiares, amigos o vecinos. Un caso llamativo fue el de Florencio Randazzo, supuestamente con un pariente enfermo, cuya presencia hubiera permitido la reunión para aprobar la ficha limpia.
Ni García-Mansilla ni Lijo están dispuestos a responder hoy si aceptarían una designación en comisión. “Sus pliegos están en tratamiento parlamentario y una nueva firma en la comisión señala que el Gobierno está buscando un acuerdo político para sus designaciones”, argumentaron cerca de ellos, y agregaron: “Eso de que los designarían en comisión son puras hipótesis”. ¿Quién está trabajando en ese acuerdo? Versiones coincidentes señalan que los diálogos secretos existen entre Santiago Caputo, que controla gran parte del Gobierno sin cargo, sin firma y sin responsabilidad formal, y Eduardo “Wado” de Pedro, un cristinista fanático que durante algún tiempo fingió cierta cortesía política. El Gobierno impulsó también la eliminación de las elecciones primarias y obligatorias. Esa fue una aberración política de Néstor Kirchner para encerrar al peronismo en un corral, pero que le cuesta mucho dinero al Estado y que tortura a la sociedad en los años electorales. Sin embargo, la primera interesada ahora en eliminar las PASO es Cristina Kirchner porque luchó por la presidencia del Partido Justicialista para tener el monopolio de la confección de las listas de candidatos a legisladores en 2025. Las PASO les darían a sus opositores dentro del peronismo la alternativa de desafiarla en una elección interna. Milei está haciendo todo lo posible para que eso no le suceda a Cristina. Los políticos desconfiados eligen primero a sus adversarios y después, o nunca, a sus aliados.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Los riesgos del apogeo de Milei
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
24/11/024
En el último tramo del primer año de Javier Milei en el poder se comienzan a observar rasgos capaces de delinear la arquitectura que La Libertad Avanza, o los libertarios, van imaginando para la democracia. En la percepción de Marlies Glasius, académica de la Universidad de Ámsterdam, los sistemas tradicionales en la nueva época también estarían dando cabida a lo que define como “iliberalismo”. Formas de gobierno más cerradas, personalistas y hasta autoritarias.
En el caso de Milei se estaría verificando un paralelismo entre su momento de auge y la consolidación en su narrativa de viejos y nuevos enemigos. Regresando a la holandesa Glasius, sin hacer distinción de ideologías, revela que aquella tendencia se potenciaría con prácticas amenazantes hacia las autonomías y divergencias naturales de cualquier democracia. Se podría, a trazo grueso, señalar el reciente recorrido presidencial: la venia para la aparición en público de lo que sus propios militantes denominan “guardia pretoriana”; los nuevos ataques al periodismo convencional bautizado por él como “torturador”; el anuncio de la ruptura pública en la cima del Poder Ejecutivo al declarar a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, como una marginal política. Ladera, según aquella visión, del círculo rojo o de la meneada “casta”.
Convendría reparar en esta coyuntura donde se encuentra Milei. Tal vez ayuda a comprender el contexto descripto. La estabilidad macroeconómica del último mes y medio parece haber provocado desplazamientos en la opinión pública. De acuerdo con la consultora ARESCO, una de las que señaló su caída en septiembre, el Presidente estaría ahora con valores similares a los que tuvo en noviembre del 2023 cuando derrotó en el balotaje a Sergio Massa. La imagen que estaba en 49.9% hace un mes se estiró hasta el 54.1%. La valoración de la gestión llega al 53.5%. Las expectativas, el verdadero combustible de su poder, también han venido escalando. Del 31% en septiembre pasó al 40% en octubre. En noviembre está redondeando un 48%.
En otras circunstancias, a lo mejor, la irrupción de la “guardia pretoriana” o el “brazo armado” de Milei pudo haber pasado como simple extravagancia de la política argentina. Sucedió otras veces con Alejandro Biondini, del Partido Nuevo Triunfo, nacionalista extremo que ahora combate a Milei por su alianza irrestricta con Israel. Parece otra cosa. Al lenguaje increpante que utiliza la cabeza pretoriana, Daniel Parisini, el Gordo Dan en la clandestinidad de X (retuiteado siempre por el Presidente y compinche del joven asesor Santiago Caputo) que llama “zurdos de mierda” al que piensa distinto, se agregó una coreografía de reminiscencias fascistoides y la convalidación que brindaron con su presencia legisladores nacionales, provinciales y funcionarios del Gobierno.
Un detalle de la geografía sirvió también para la compaginación final. El acto se realizó en el Salón de la Sociedad Italiana de San Miguel. Un municipio donde hace años realiza una fuerte actividad pública un sector muy conservador de la Iglesia Católica, el Opus Dei. Contradictor del Papa Francisco. La intendencia estuvo largo tiempo a cargo de Joaquín de la Torre, ex ministro de María Eugenia Vidal, sumado a las filas libertarias. Su hermano, el médico Pablo De la Torre, resultó echado de mala forma del ministerio de Capital Humano, que conduce Sandra Pettovello. Fue Secretario de Niñez y Familia. Nunca se conocieron los verdaderos motivos aunque, al comienzo, dejaron trascender problemas de idoneidad. Los hermanos evitaron cualquier enojo público contra el Gobierno.
La “guardia pretoriana” compuso el prólogo del libreto que durante la semana pasada desarrolló Milei. El autor fue el intelectual Agustín Laje y cargó contra el periodismo desnudando, quizás por su juventud, falta de conocimiento. Sostuvo que antes la gente no podía interactuar con los periodistas y que era esclava de sus opiniones. “Hasta que llegó tuiter”, subrayó. Mucho antes estuvo Internet, convertido en puente entre oyentes-lectores-televidentes y periodistas.
Aquel puntapié inicial fue retomado por Milei. Mencionó la corrupción de los medios de comunicación. Debe haberla como en cualquier ámbito, incluido el oficial. Dijo que “a pesar de que generamos noticias maravillosas, hablan pestes, quieren mentir, calumniar, ensuciar, decir cualquier aberración y pretenden que yo ni siquiera las conteste”. El Presidente parece tener dificultades para distinguir una respuesta de un insulto. Las mismas dificultades para entender que sus “noticias maravillosas” pueden no serlas para todos. Se trata de la pluralidad de opiniones que suele atravesar de modo vertical a cualquier pirámide social.
En aquel pico de ira Milei explicó que, por aquellos motivos, los periodistas odian a la red social X y nosotros, los libertarios, amamos a la red X”. Vale una precisión: X es una formidable herramienta de divulgación informativa que posee estándares diferentes al de un medio de comunicación tradicional. Entre muchas cosas, porque el periodista da la cara o pone su firma mientras aquella red social navega mayoritariamente en el anonimato.
Solo el tiempo podrá determinar cuánto de los beneficios innegables de la red X transforman su tráfico en un aporte para mejorar o cambiar los sistemas políticos. El ícono al que siempre se suele remitir es la célebre Primavera Árabe del 2011. Una barahúnda de protestas populares contra los regímenes autoritarios. Pasada la euforia, y con la excepción de Túnez, la mayoría de las naciones (Libia, Siria, Yemen, Jordania, Egipto) no han logrado quebrar el estatus anterior a la revuelta promovida por las redes.
Entre las referencias a las supuestas malicias periodísticas hubo una que llamó la atención. El Presidente reveló que habría sido víctima de espionaje en la Quinta de Olivos. Según había trascendido tiempo atrás, para conocer el modo en que viven sus cuatro perros. Milei dijo que el predio fue sobrevolado por tres drones. La seguridad del mandatario los habría derribado. Nunca se divulgó quiénes habrían hecho la operación. Bastante sencillo de desentrañar. Opacidades del poder extraviadas en el tiempo.
La estrategia de coyuntura del Presidente puede haber sido atizada por el regreso victorioso de Donald Trump en Estados Unidos. Elon Musk, dueño de X, ocupará por un año un ministerio. El líder republicano llegó con una apuesta a la radicalización que incluyó a “la casta” (demócratas y viejos republicanos), a la Justicia y a los medios de comunicación. En ese afán por extremar la pureza pensando en las legislativas 2025 Milei se encargó de darle un empellón a Villarruel. ¿Hacía falta transparentar esa crisis? Tal vez no, aunque el momento de euforia pudo haber franqueado el consejo de un “guardián pretoriano” que convocó a “cerrar escudos con el Presidente, porque van a ir por él”. Hace tiempo que los “libertarios puros” desconfían de los tratos de la vicepresidenta con ciertos políticos de la vieja guardia.
Dentro de aquella estrategia se mechan también algunos revoleos. Nadie tiene certeza cuando el Gobierno dice la verdad y cuando finge al comunicar su afán por hacer aprobar el Presupuesto, conseguir la eliminación de las PASO y sancionar la Ley de Ficha Limpia que hace ocho años deambula por el Congreso.
Los gobernadores aliados del PRO y los peronistas que se acercaron a la administración libertaria (Raúl Jalil, de Catamarca y Osvaldo Jaldo, de Tucumán) llegaron a este fin de semana sin ninguna garantía que sus pedidos serán contemplados en el Presupuesto 2025. La realidad puso en marcha un operativo que ya fracasó una vez: la posibilidad de que el martes que viene se intente otra sesión para modificar la reglamentación que concede validez a los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU).
Suena a gesto desesperado para intentar forzar al Gobierno a ocuparse del Presupuesto. Milei no se inmuta con las dilaciones y abre otros frentes: el proyecto para eliminar las PASO. Un cambio que podría ocurrir en medio del año electoral. Difícil pero dulce para el paladar presidencial: tendrá otro argumento si la iniciativa se diluye para acusar a “la casta” de erogaciones de innecesarias para el Estado. Entre los apuntados podrían estar, paradójicamente, sus aliados del PRO.
Las paradojas están a la orden del día en el teatro de la política. El macrismo es entusiasta impulsor de la Ley de Ficha Limpia, cuya sesión fracasó la semana pasada. Los libertarios aseguran que acompañan. No se notaría tanto. Quizás porque no querrían correr el riesgo que Cristina Fernández deba resignar su postulación si aquella norma se aprueba. Aun así muchos expertos dudan acerca de si podría entrar en vigencia en pleno año electoral.
El kirchnerismo está atrincherado detrás de la modificación que en 2009 dispuso del artículo 33 de la Ley Orgánica de los partidos políticos. Estableció que las personas procesadas por delitos de derechos humanos están impedidas de ejercer cargos electivos y partidarios. Aquel artículo incluía también en la prohibición a “quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento”. Dicha equiparación fue defendida en la Constituyente de 1994 por Horacio Rosatti. Ahora titular de la Corte Suprema. La diputada del PRO, Silvia Lospenatto, denunció esa arbitrariedad casi mafiosa del kirchnerismo.
Martín Menem, a cargo de la sesión de Ficha Limpia, no concedió un minuto de espera cuando el quórum estaba cerca. Un diputado libertario del Chaco desapareció. La diputada de LLA Marcela Pagano tiene licencia debido a un embarazo delicado. En otras ocasiones límite fue convocada. La semana pasada no.
Viejísimas tretas de “la casta” que los libertarios incorporan sin rubor.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei se enfrenta a dos opciones: gobernar con o sin presupuesto
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
24/11/024
Suele suceder que los gobiernos cometen sus peores errores en los momentos de gloria, cuando creen que llevan todas las de ganar. Varios presidentes argentinos pueden atestiguarlo.
Le pasó a Alfonsín en 1986, cuando en vez de profundizar la lucha contra la inflación y cerrar los juicios contra los militares, dilató ambas cosas para tratar de formar el Tercer Movimiento Histórico. Le pasó a Menem en 1995, cuando se ató a la Convertibilidad y se dedicó a buscar la re-reelección. Y a Néstor Kirchner en 2005, al abrazarse a Chávez para echar al Fondo.
Cada uno aprovechó una victoria política circunstancial para internarse por un sendero que lo llevaría a la postre a la ruina, siguiendo la que se presentaba como la más tentadora de las alternativas que tenía por delante y descartando otras más trabajosas, en las que siempre habitaba alguna dosis de incómoda, y de momento innecesaria, revisión de las condiciones que habían generado ese inicial éxito.
Con Milei, puede que no tengamos que esperar tanto para que la tentación y el error irreversible se hagan presentes. Porque el hombre está especialmente entusiasmado consigo mismo, tiene menos restricciones para actuar de parte de la gente de su partido, el Congreso y la burocracia (es la contracara de ser un gobierno ultra minoritario: puede realmente gobernar solo, o eso puede parecerle), y las opciones que tiene delante son todas riesgosas, y todas tentadoras.
Como sea, es muy visible que el Presidente está viviendo la etapa de consolidación en que ingresó su gobierno con euforia futbolera, con el ánimo de un Messi que está a un tris de poner al mundo entero a sus pies. Y eso de por sí es un problema. Sobre todo porque los problemas que tiene que resolver son todavía gigantescos y sus recursos muy precarios; y él ha demostrado ser un político muy intuitivo y adecuado al momento que vive el país, pero no es Messi.
Ya ese desajuste entre entusiasmo y realidad sería alarmante sino fuera también, en alguna medida al menos, la clave de los éxitos que Milei ha logrado hasta aquí. Así que, ¿cómo negarle su derecho a hacer más de lo mismo?
Sumemos a lo anterior que “hacer más de lo mismo” es difícil de determinar qué significa exactamente, porque no está muy claro qué es lo que lo ha llevado al éxito, si su radicalidad o su pragmatismo, o una combinación azarosamente virtuosa de ambos.
Lo cierto es que Milei y sus colaboradores más estrechos tienden a pensar que lo que les permitió ganar las elecciones el año pasado, luego instalar su agenda y su programa económico, a continuación avanzar en su gestión, y ahora empezar a cosechar los frutos, fue que actuaron siempre unilateralmente, siguiendo sus preferencias y haciendo apuestas de máxima, desoyendo toda objeción en contrario, sugerencias alternativas o vías intermedias.
Pero se puede describir lo sucedido de modo muy distinto, con buenos argumentos: en verdad, el Milei de la motosierra perdió la primera vuelta frente a Massa, y si se recuperó en el balotaje fue porque se dejó apoyar por los centristas y se moderó; si logró después instalar su agenda y su equipo de gobierno fue porque soltó el lastre de sus asesores económicos de campaña y de la loca idea de la dolarización; luego si pudo avanzar con esas políticas se lo debió por lo menos tanto a la tozudez como a que negoció pragmáticamente en el Congreso, siguió incorporando funcionarios del macrismo, y no prestó oídos a su entorno de fanáticos que lo incitaban a romper lanzas con la casta; y si por último ha logrado consolidarse en el poder y empezar a recoger frutos del esfuerzo de la sociedad detrás del ajuste es porque se amoldó aún más pragmáticamente a las condiciones externas reinantes, negociando razonablemente con gobiernos y organismos cuyo apoyo necesitaba para lograr financiamiento, y asegurándose el apoyo de legisladores de otras fuerzas para sostener sus decretos y vetos.
Haya sido de un modo o de otro, tiene ahora la oportunidad de ratificar un curso más unilateral, y mostrarle definitivamente al país y el mundo entero que el éxito, si lo consigue, será en exclusivo suyo; o usar la posición de fuerza conquistada para negociar con ventaja con los demás actores, para involucrarlos y comprometerlos en su apoyo a mediano y largo plazo.
Las dos opciones tienen sus pros y sus contras en distintos terrenos, y habrá que ver también cómo se comportan los demás para inclinar la balanza en una dirección u otra. Pero en lo esencial lo que suceda dependerá de lo que haga el gobierno, en unos pocos asuntos bien importantes que debe resolver de aquí a comienzos del año próximo. Entre los que destaca uno que ya hace tiempo está en el candelero: el presupuesto 2025.
Milei parece, por ahora, decidido a no ceder nada en los números y pautas que estableció al presentar el proyecto, con un discurso refundacional y un acto de afirmación militante, a mediados de septiembre. Y si por efecto de esa inflexibilidad el proyecto fracasa, porque incluso los opositores moderados se niegan a aprobarlo sin cambios, el presidente promete gobernar de nuevo con el de 2023, lo que le daría la ventaja de permitirle gastar la mayor parte de la recaudación del año próximo fuera de la ley, al decidir por decreto el destino de las “ampliaciones presupuestarias”. Y encima, lo ayudaría a confirmar la escena que más le gusta: una en que él gobierna solo, y va resolviendo los problemas heredados, mientras los demás se ocupan de obstaculizarlo o en el mejor de los casos condicionarlo para satisfacer “intereses de casta”. Escena que obviamente deslegitima a los opositores en general, pero en particular es injustamente descalificadora con los moderados y colaborativos.
La contracara de esos beneficios son bien conocidos: sin presupuesto quedará la duda de si no bastará un tropezón, condiciones externas más desfavorables, un vuelco de la opinión pública, necesidades electorales imprevistas del propio oficialismo, para que el país vuelva a las tropelías populistas con las cuentas públicas; y más en general flotará la sospecha de que Argentina sigue siendo imprevisible, porque todo depende de la voluntad de una persona y la principal oposición, junto a buena parte de las organizaciones e instituciones del país, la odian tanto que si lograrán imponerse desharían absolutamente todo lo que esa persona viene intentando. Aun con esos temores puede que se justifique comprar bonos del país, porque se venden de un día para otro y ofrecen grandes beneficios de corto plazo, pero no tendrá mayor sentido enterrar inversiones que no se pueden abandonar en un santiamén.
Pero tal vez tan o más importante que eso resulta el hecho de que, en caso de optar por gobernar otro año más sin presupuesto, los demás se terminarán de convencer de que no hay forma de convivir sanamente con Milei y su fuerza: o uno se somete y acepta su imperio absoluto, o lo pelea aún al precio de sacrificar los fines compartidos. Con lo cual lo más probable es que, no solo los políticos, sino también los votantes, hagan exactamente lo que más les conviene, ahora le digan en todo que sí al presidente, y en cuanto él se debilite le salten al cuello y lo condenen como único responsable del fracaso. Como ya lo hicieron con todos los predecesores que estuvieron en ese mismo lugar.
Claro que optar por el otro camino, negociar el presupuesto, habilitando las sesiones extraordinarias para alcanzar un acuerdo con los opositores moderados y los gobernadores, tiene también sus dificultades. Ya se vio con la Ley Bases, cuando el gobierno enfrentó un dilema semejante: no va a ser poco lo que tendrá que ceder. Y nada asegura que, una vez sentado en la mesa, la sangría se detenga; porque los gobernadores, legisladores y demás actores institucionales autónomos y necesitados de recursos son muchos, y querrán insistir con las deudas de las cajas previsionales, luego con la obra pública, después con las universidades y así al infinito.
Pero de eso se trata gobernar en democracia. Que la negociación nunca se agote, siga y siga. Con la salvedad, además de que, cuando alguien quiere escaparse de ella, el resultado suele ser peor: los conflictos se judicializan, traban el funcionamiento institucional y todos pierden. Y el tiempo que se pierde ya no se recupera. Se vio justamente con la Ley Bases, presentada como un paquete incuestionable la primera vez, simplemente para hacerle perder seis meses a la nueva gestión, hasta que ella se apercibió del problema y logró que se aprobara lo que desde un principio debió haber priorizado.
La diferencia es que esta vez, con el año electoral ya lanzado, la batalla puede ser mucho más costosa para todos, incluido el oficialismo, que debería saber que no es el único que en 2025 se juega a suerte o verdad, ni el único que sabe elevar las apuestas.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El regreso de los dinosaurios a la política argentina
Jorge Fernández Díaz
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
24/11/024
La superstición de la novedad domina y atonta a la opinión pública. Se nos asegura con énfasis que estamos en presencia de un fenómeno nuevo y original, pero como en “Jurasic Park” solo el desarrollo tecnológico y la intervención personal e interesada de los tecno-ricos representan de verdad algo moderno e innovador; el resultado, por el contrario, no es precisamente un viaje al futuro, sino un inquietante regreso a la prehistoria y un resurgir no de criaturas de gran originalidad, sino de los rancios y trillados dinosaurios.
Que están de vuelta, a pesar de que Charly García en los albores de nuestra democracia sugería que iban a desaparecer porque supuestamente serían derrotados por el progreso colectivo y la libertad individual. Se equivocaba, y lo que hoy se presenta como nuevo no es otra cosa que lo más viejo del mundo: tiranosaurios, velocirraptores, darwinismo salvaje y un pensamiento jurásico con packaging de época. Tenía razón Michael Crichton, que poseía una cabeza científica y especulativa como Verne, pero que era un lector muy atento de Conan Doyle: “La historia siempre se repite; la gente cae en las mismas trampas y comete los mismos errores una y otra vez”.
Amparado en su indudable éxito macroeconómico (chapeau de nuevo) y en un optimismo social que es provisorio y que únicamente se referencia en ese factor puntual y decisivo, el gobierno libertario –corresponsal argento de una liga internacional de populistas de derecha– ha resuelto avanzar aquí con una agenda reaccionaria recalcitrante. Esto le permite generar nuevos enemigos a quienes “domar” y mantener por un tiempo la iniciativa política, eso sí: con el riesgo de confundir una estrategia de salón con el sentido común de la calle, y un microclima ultramontano con la conciencia de una sociedad abierta y sensata que no está a la derecha de Milei (allí solo se levanta una pared) sino mayormente cerca del centro, con perdón de esta última palabra que tanto repugna al señor Presidente.
Jóvenes oscurantistas con ideas antiguas, que son admiradores indisimulables de Pinochet y justifican el macartismo, se han lanzado con entusiasmo a esta cruzada; el imperio romano es su inspiración y la necesidad de entronizar un emperador, su máxima aspiración inconfesa. Es en este contexto triunfalista donde irrumpió la Organización Fuerzas del Cielo, que se presenta como “el brazo armado” del León. El episodio no resultó muy afortunado y hubo que retroceder en chancletas. Sucedió hace unos años algo similar con La Cámpora, que ebria de poder y fanatismo, jugaba puertas adentro con el folclore setentista. Cuando este articulista narró en detalle esa trastienda de épica frívola, tuvieron a bien enviar a un ministro a esta redacción para explicar, muy preocupados, que ellos solo eran “herederos simbólicos” de Montoneros, pero que repudiaban sus crímenes. La nueva Orga libertaria, después de una tenebrosa retórica bélica, bajó también un cambio: una cosa es el juego y otra la realidad, donde los talibanes y las promesas violentas pueden ser piantavotos a la luz del día. Anida en ese universo de falsos “militantes sacrificiales”, por otra parte, la idea de que experimentamos “un cambio cultural irreversible”. Hemos escuchado varias veces esta prematura aseveración: la pronunció en su momento con grandilocuencia el kirchnerismo y luego la replicaron equivocadamente los republicanos de Cambiemos. En cada caso, la gente los bajó a bofetadas de esos sucesivos pedestales: el electorado cambia cada vez más rápido de opinión, y convierte a los victimarios de las redes sociales en víctimas acorraladas, y viceversa. Los nuevos tiempos son electrizantes, pendulares y de doble vía, compañeros, y hay que tener mucho cuidado con que el tren no te sorprenda en el carril incorrecto y te lleve por delante.
Los jurásicos de esta hora son alegres inquisidores por vocación, y usan un lenguaje sexualizado y sodomizador mientras claman por cancelaciones al sexo en la literatura: esta semana se escandalizaron por dos párrafos eróticos en una novela a la que convirtieron involuntariamente en un mega best seller. Puede que desde el punto de vista pedagógico Cometierra no sea adecuada para un secundario –lo ignoro–, pero la campaña que le armaron a su autora fue infame y preanuncia una vocación censuradora: recordemos que sus primos hermanos de España, los dinosaurios de Vox, intentaron algo parecido con Orlando, obra maestra de Virginia Woolf. Es necesario que el periodismo realice “alertas tempranas” acerca de estos hábitos y compulsiones: estaría renunciando a una de sus obligaciones centrales si se dejara acobardar por las amenazas públicas y si se sintiera intimidado por el clima de época: si es necesario resultará imperioso contrariar incluso a las propias audiencias. A veces se gana y a veces se pierde. Tocó enfrentarse a la tiranía woke y tocan ahora estas advertencias, más cuando en el poder han elegido a la prensa como enemigo fácil. Con el mismo lenguaje burdo con que se denomina “comunista” a cualquier disidente –volvemos a las modulaciones zafias de la Triple A y de Videla–, se intenta desacreditar al periodismo, olvidando que fue gracias a ese “oficio maldito” que los corruptos desfilaron por tribunales mientras el líder hacía campaña electoral para Scioli y luego limaba a Macri. Adicto al autobombo y a la obediencia boba, el general Ancap quiere bajarle el precio a quienes pueden denunciar los enjuagues de sus muchachos y triturar a los que cuestionan el relato escrito cada día por el Triángulo de Hierro y difundido con ferocidad por sus guerrilleros digitales, y solo tolera chupamedias y propagandistas en los medios de comunicación. Los demás son “torturadores profesionales”, a quienes perseguir y lastimar: “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo” te lo debo. Porque su libertad, como dice Loris Zanatta, “es la libertad de pensar como él”. Nada sorprendente: los emperadores sueñan con un mundo sin objetores y los dinosaurios son inseguros, siempre temen extinguirse. Y toda esa aprensión íntima, ese pánico congénito y secreto, se conjura de una sola manera: impartiendo miedo. Eso ya era viejo en el salvaje período jurásico.