Por Claudio Valdez.-

Por décadas se quiso olvidar que el 4 de junio de 1943 la población escuchó una proclama militar que difundía: “Se han defraudado las esperanzas de los argentinos, adoptando como sistema la venalidad, el fraude, el peculado y la corrupción. Se ha llevado al pueblo al escepticismo y la postración moral, desvinculándolo de la cosa pública, explotada en beneficio de siniestros personajes movidos por la más vil de las pasiones”.

Se informaba a la ciudadanía el propósito de rescate de “la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, el castigo a los culpables y la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos. El sostenimiento de nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas, sino los hombres quienes han delinquido en su aplicación”.

La Argentina, manteniendo su “tradicional neutralidad” iniciaba un cambio político que respondía a nuevas circunstancias y necesidades ilusionando con el tiempo de “La hora de los pueblos”, mientras la “2da. Guerra Mundial” expandía su hecatombe destruyendo con inusitada crueldad poblaciones, valores culturales y humanitarios.

En un Estado altamente intervencionista, expresado por centralizado oficialismo y un innovador sindicalismo de masas surgiría un conductor político que pronto propondría su “Tercera Posición” (“ni yanquis, ni marxistas”). La “viveza criolla” de las emergentes dirigencias aprovecharía las riquezas del país del modo acostumbrado por el régimen denunciado y depuesto, pero excusándose en las necesidades del “gasto social”.

Uno de los coroneles organizadores de este inesperado y confuso reordenamiento político era promotor de “justicia social”. Evocando esa gesta castrense, años después manifestó: “Con el alma llena de espíritu patriótico y sin mezquindades de ninguna especie, aquellos revolucionarios del año 1943 lanzamos una proclama, que yo mismo escribía la noche anterior” (Juan D. Perón. 1895-1974). Curioso es que la proclama en cuestión no difería demasiado de lo que la ciudadanía avaló durante décadas posteriores por propuestas de todas las facciones de la política electoral.

“La corrupción y la postración moral” fueron cuestiones prevalecientes desde entonces, con la sucesiva periódica actualización de “quienes han delinquido” dañando al Estado, la nación y su pueblo mediante el aprovechamiento de pervertido ejercicio político. ¡Las estrecheces políticas, económicas y socioculturales que el país continúa soportando son su resultado!

Las renovadas autoridades siguen sin lograr las “promesas electorales de campañas” y sus informes, reclamos y mensajes en el Congreso no alcanzan para restablecer el republicano “estado de Derecho” como voluntad institucional, tampoco para validar la suprema majestad de “la justicia” en el ámbito tribunalicio. Respecto al mal ejercitado concepto de “democracia”; poca duda cabe que significa “hacer lo que el pueblo quiere y defender su solo interés”, pero el pueblo sigue siendo defraudado. La validez de la malograda proclama continúa pendiente.

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