Por Luis Alejandro Rizzi.-

Leyendo diversos medios, advierto que uno de los temas de nuestra época es que los costos para vivir se incrementan más que los ingresos.

Este hecho viene desfigurando la política, en especial en los regímenes democráticos en los que los gobiernos se eligen por voto popular.

Un caso emblemático fue el de Zohran Mamdani en la elección para alcalde en la ciudad de Nueva York.

En ese distrito, el costo de vida -inflación- fue desde el año 2000 a la fecha de 131% y los ingresos sólo lo hicieron en un 70%.

Esa brecha de 60 puntos implica un descenso en la calidad de vida.

Mamdani hizo campaña haciendo pie en tres temas sensibles: el precio de los alquileres, transporte público gratuito y guarderías para niños. También habló de crear mercados comunitarios de alimentos.

No se puede dudar de la loabilidad de las intenciones, pero sí se puede dudar sobre la posibilidad de su concreción.

Si incrementa impuestos, la diferencia se trasladará a precios; si congela el precio de los alquileres, caerá la oferta y la inversión en el segmento.

El acceso gratuito al transporte público se deberá financiar con impuestos más altos y la incidencia se trasladará a precios, de donde quizás a la gente le saldría más económico pagar el boleto que otros bienes más caros.

Lo mismo con las guarderías para niños; si el costo de vida se incrementa, mayores subsidios deberá destinarles, ya que su mantenimiento también se encarecerá.

No es solución imponer mayores contribuciones a los “ricos”, ya que hay un límite, en el que por lo menos el sentido común nos diría que no es rentable ser “tan rico”, conviene serlo un poco menos. De todos modos, sabemos que la “riqueza” siempre encuentra vías legítimas de elusión.

Ocurre un fenómeno insoluble para la política y la economía: es imposible satisfacer todas las necesidades o demanda de la gente; siempre estará presente la escasez, sea de recursos o de bienes y servicios.

En la vida diaria abundan las muestras de gente que vive con lujos que lindan con las mejores fantasías y el mercado presenta una oferta indescriptible por su ilimitada variedad.

Ante esa realidad, la gente común ve que sus ingresos son insuficientes para mantener su nivel de vida, no ya de antaño sino de unos pocos años atrás.

En esta realidad, en grandes segmentos sociales se produce este descontento contra la “política”, a la que se responsabiliza por estos hechos, de abundancia inalcanzable y de disminución de expectativas.

Sólo una formación cultural podría hacer entender esta realidad que es así como de la existencia de limitaciones, algunas hasta pueden parecer injustas, propias de la vida.

El concepto de justicia social pasaría por uno de los principios filosóficos expuestos y explicados por Rawls: evitar que los menos favorecidos empeoren. Lo difícil es fijar las pautas para ponderarlo.

Esta situación de hecho hace casi imposible la previsibilidad.

La gente se enamora y desamora fácil y rápidamente de las dirigencias y sus promesas, cautivantes pero imposibles de cumplir.

No creo en los milagros y menos en los económicos.

La escasez es la única verdad para las fuerzas del cielo y de la tierra.

Es una frontera de la vida inexpugnable.

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