Por Luis Alejandro Rzzi.-

“El programa funciona cuando se le inyectan dólares”, Marina dal Poggetto.

“Lo bueno si breve, dos veces bueno”, dijo Gracián, y la breve frase de la economista resume la política económica del gobierno, cuyo fundamento de última instancia es religioso, “las fuerzas del cielo”.

Sabemos que todo fundamento religioso descansa en la fe, como supuesta prolongación de la racionalidad.

El tema de este tiempo del gobierno y de los salmos de sus creyentes son las “reformas estructurales”, de las que muchos hablan con la suficiencia propia de todo mercenario, pero que no se conocen o se esbozan en fábulas repetidas, como que hay que reducir el gasto, que pagamos 156 impuestos, que se pusieron en orden las cuentas, que se bajó 5 puntos el gasto, que se redujo la inflación, etc., etc., etc…

“Cuando los dólares desaparecen, se traba”, también dijo Dal Poggetto.

Este “plan”, si aí se lo puede llamar, necesita dólares, que por ahora no llegan de un superávit del comercio exterior, sino de blanqueos, el FMI y recién de la “gentileza” de “Scott”.

Es obvio que el plan funciona con un respirador artificial, “peso sobrevaluado”.

Uno tiene la impresión de que al enfermo en estado desesperante se le confecciona un traje con la mejor tela italiana, para el casamiento de su hija que no llegará a presenciar. Nadie se anima a decirle a la familia, “no gasten dinero al pedo…, que son los dólares que se queman para mantener un tipo de cambio “entre bandas…”

Otro debate es la necesidad de acumular reservas. La pregunta es cómo se hace sin un flujo creciente y superavitario de divisas, que hoy no llegan a los diez mil millones por año. Si en este marco acumuláramos reservas, caería el mínimo superávit actual, subirían los precios locales y hasta nuestros ricos se volverían indigentes.

La pregunta es: “¿Cómo hacemos para acumular reservas, sin matar al paciente?”

Nos responden: “haciendo las reformas estructurales”.

Nadie pondera la pericia puesta de manifiesto para bajar el gasto, cuyo resultado es el creciente deterioro en progresión geométrica de la infraestructura, los accidentes ferroviarios con suerte, y otras carencias que además encarecen la logística e impiden, por los costos, exportar más.

Muy pronto Julio de Vido podría tener compañeros de celda. La jurisprudencia ya existe.

Las “reformas estructurales” tienen el valor del “cielo” para la religión, que no existe como lugar ni como destino; es sólo la profundidad eterna del espacio.

“Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río”, enseñó el filósofo hace miles de años, 2400 por lo menos; pues bien, el concepto de “reformas estructurales” sólo tiene el valor del mito, porque la vida es reforma diaria, y no se advierte que las cosas cambien y, si lo hacen, no es precisamente para bien.

Hay una tarea muy sencilla: hacer un poco mejor las cosas de todos los días y eso no está pasando.

El gobierno cree que está protagonizando milagros. Muchos así dicen creerlo; creen que alcanzamos de una buena vez la tan ansiada “utopía argentina”, pero para muchos es más buen una “distopía”, el 60 o 72 por ciento que no los votó, según tomemos los que votaron, un 67% o el total del padrón.

Gatopardismo novedoso; que algo cambien, para que todo empeore.

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