Por Luis Alejandro Rizzi.-
En la Argentina de fin de año se hace difícil distinguir entre la ficción, la narrativa oficial y la realidad.
Las ventas en mercados y autoservicios mayoristas cayeron en septiembre, lo que significa que el consumo masivo cae.
El consumo masivo es el mejor método para ponderar la situación social y es el dato que debe tener en cuenta cualquier gobierno para saber cuál es su nivel real de aceptación.
El 44% de las ventas se pagaron mediante el uso de tarjetas de crédito, que es el medio que registra morosidad creciente.
Los bancos Santander y BBVA anunciaron que frenaron el otorgamiento de créditos en el país a la vez que extremaron “la cautela” por la situación económica.
El dólar está cerca del borde superior de la banda y aún no sabemos a qué nivel de tasa se rolearon poco menos de 14,5 billones de pesos de deuda.
Esto datos se deben contraponer con el 27% de votos del total del padrón que logró el gobierno el pasado 26 de octubre.
La fotografía de esa elección y la nueva configuración del congreso suena más a ficción que a verdad.
Siempre se habló en nuestra historia política de dos Argentinas, una secreta y otra formal o legal.
Fue Eduardo Mallea quien acuñó esa palabra de “Argentina secreta”, que otros distinguían -Marcelo Sánchez Sorondo entre ellos- entre un país formal y un país real.
Ésa es precisamente una de las características de nuestra normalidad, que es la convivencia de la formalidad institucional con la Argentina secreta o real.
La pregunta es cuánto tiempo podrá convivir este oxímoron o dilema político.
Si pensamos en los “factores de poder”, con el alcance que le dio Ferdinand de Lasalle, nos encontramos con una irrealidad, que es la fortaleza del gobierno de Milei; se sustenta en que en la Argentina no tenemos “factores de poder” y los “grupos de presión” como lo fue la CGT o los camioneros de Moyano hoy no pasan de ser ridículas y tristes caricaturas.
En este yermo presente Milei es el único factor de poder real, que gobierna por medio de DNUs y desde el 10 de diciembre será dueño del tercio decisorio.
La Argentina, institucionalmente, ha llegado al límite de su fragilidad.
El pasado 9 de octubre las famosas “muletas” de Ricardo Balbín salvaron esta fragilidad institucional, pagando la módica suma de dos mil millones de dólares, que se recuperaron a los pocos días “con ganancias financieras y políticas”.
La Argentina fue un “mercado de pulgas” para el poder financiero de Wall Street y una claque barata para Donald Trump, a la que el gobierno se subordinó incondicionalmente.
Patxi Andión lo decía con mejor gracejo en estos versos:
Se revenden conciencias
Recompramos la piel
Nos vendemos de cara
Le compramos a usted
Y si quiere dinero
Se lo damos también
Usted lo da primero
Y nosotros, después.
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