Por Guillermo Cherashny.-

Durante el primer año del gobierno de Macri se ventilaron las causas de corrupción del kirchner-cristinismo, cuyo valor exponencial se dio con los videos de la Rosadita contando dólares y los bolsos de José López que fueron el clímax y que se asemejaron a los juicios de los derechos humanos de Raúl Alfonsín, aunque todavía no hubo ninguna condena. Pero mucha gente no tenía idea de la corrupción K, porque hubo muchos años de bonanza económica y la opinión pública tomó conciencia con La Rosadita y el convento de General Rodríguez.

El macrismo, por tradición familiar, siempre fue beneficiario de la obra pública, que en la Argentina es sinónimo de corrupción, ya que no hay ninguna obra que se hiciera por el valor real, porque siempre se sobrefacturó, primero con el 3% y siguió subiendo el retorno hasta que en al época K estuvo entre el 30 y el 200% y en algunos casos más todavía.

Gracias a la alianza Cambiemos y con el manto de honestidad con que Elisa Carrió cubrió a Mauricio Macri, convirtiéndolo prácticamente en un émulo moderno de Arturo Humberto Illia, aunque la exageración sea muy grande.

Pero este fin de año volvió la sospecha sobre el presidente, su íntimo amigo Nicky Caputo y su primo Angelo Calcaterra. Esta semana, con el despido de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas, apareció Carlos Colunga, presidente de Mac Air Jet, la empresa de aviones de Franco Macri y Colunga, quien amaba las fiestas con chicas jóvenes y caras en perfil.com como confeso autor del desplazamiento de la Costantini a través de la sociedad Mac Air-Avianca, que busca rutas locales que Aerolíneas no le quiso dar. Colunga, con la venia de Franco, se asoció con Jorge Capitanich en Aerochaco, una línea aérea que buscaba rutas de AA y, como Ricardo Jaime no se las concedió, Colunga -que los domingos concurría al bar Pepino de San Isidro junto a Manuel Vázquez, asesor de Jaime, Corcho Rodríguez y otros famosos más- intentó negociar con Vázquez pero, como éste no le dio las rutas, Colunga lo denunció a Ricardo Jaime, quien ahí empezó su calvario en la justicia, es decir, de un intento de Colunga de asociarse con Jaime que no se dio porque el cordobés secretario de transporte no se quiso meter con el elefante blanco de Aerolíneas, terminaron como enemigos en la justicia.

Ahora nuevamente Colunga echa a Isela Costantini por supuesta complacencia con el personal de Aerolíneas Argentinas y avanza contra las rutas de la línea estatal pero esta vez con un presidente hijo de un compañero de juergas de toda la vida.

El otro manto de sospecha son las confesiones de los dueños de Odebrecht, que pagaron 35 millones dólares a los K para obtener una obra pública y las más importante es el soterramiento del Sarmiento, donde el primo Calcaterra tenía la minoría; pero ahora, por decreto presidencial, se quedó con la mayoría en detrimento de los brasileños que, al financiarla el estado argentino por contrato privado, se quedaron con la minoría. Como para adjudicar el soterramiento Odebrecht pagó sobornos, esa obra está viciada de origen y, al caer el financiamiento brasileño, el presidente debió llamar a una nueva licitación para que otra empresa consiga el financiamiento internacional, ya que los 3.000 millones de dólares de la obra son un escandaloso negociado que el estado, con la estrechez fiscal que tiene el país, de ningún modo debe financiar con las necesidades que hay.

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