Por Jorge Luis Vitale.-

Daniel Osvaldo Scioli se niega sistemáticamente a dar detalles de su patrimonio. Hace más de 160 días que Poder Ciudadano se lo solicito formalmente. Hasta la presidenta se lo pidió cuando se entero de que tenia plazos fijos y cajas de ahorro en dólares. Él se escuda en evasivas y, además, en decir que el decreto 9624/80,decreto de la dictadura, requiere un interés legítimo o un interés público Por otra parte desconoce la ley 12.475 de acceso a la información publica, alegando que una declaración jurada no es un documento administrativo y por otra parte viola lo dispuesto por los arts. 19 de la Convención Universal de Derechos Humanos, 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos y el 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, tratados todos a partir del 94 cuentan con jerarquía constitucional ¿Por qué se niega entonces Scioli? La razón fundamental es el patrimonio exagerado, que no puede justificar, los gastos millonarios que utiliza para la campaña y no puede de ningún modo explicar ¿De dónde surge el patrimonio del candidato a presidente, cuando el único trabajo que se le conoce, después de la quiebra de la empresa familiar, es haber sido contratado en el año 1989 por la empresa sueca Electrolux Argentina? Luego, durante la década del 90, siendo Carlos Menem presidente fue Secretario de Deportes, Diputado Nacional y luego gobernador de Buenos Aires, es decir todos cargos públicos Sin embargo, a la fecha se sabe que tiene muchos bienes, pero no existe declaración jurada que lo avale. Se supone por ejemplo que es dueño de tres estancias: La Negra de 5000 hectáreas, la Morocha de 5000 y la Estrella de 1500.Esto entre otros muchos bienes más que el candidato a presidente y hoy gobernador no aclara así como tampoco presenta declaraciones juradas

Daniel Osvaldo Scioli nació el 13 de enero de 1957, en el barrio de Villa Crespo, en el seno de una familia acomodada, en una vivienda cercana a la Avenida. Corrientes y Humboldt. Hijo de Esther y José Scioli, su abuelo poseía una casa de materiales eléctricos que luego se convertiría en casa de electrodomésticos, negocio que representaría por años la empresa familiar con varias sucursales y que terminó en un escandaloso cierre.

Se casó con la modelo y empresaria Karina Rabolini, una bella joven que estudió en el Colegio Jesús María de Recoleta.

Hasta su accidente motonáutico, ocurrido el 4 de diciembre de 1989 en el Río Paraná, su vida no tuvo grandes sobresaltos. Pero logró reponerse de este grave accidente y continuó navegando gracias a una prótesis, llegando a competir con las mejores embarcaciones del mundo logrando importantes premios. Como deportista, su carrera fue un ejemplo de superación.

Fuera del plano deportivo, la historia nos devuelve a un hombre que rara vez se ha hecho cargo de alguna responsabilidad. La quiebra de la firma familiar y las denuncias de contrabando relacionadas con la misma parecieron ser sólo una responsabilidad paterna, cuando la realidad era que la empresa la integraban varios del grupo familiar incluido Daniel Scioli. Luego vivió el incendio de su piso en avenida Callao al 2.000, casi Posadas, el cual le costara la vida al encargado del edificio al intentar salvar a una joven. El fuego destruyó también la vivienda del señor Maradán. En esa oportunidad, los daños rondaban los 200.000 dólares y dicen que Scioli se declaró insolvente. Las denuncias que el ahora gobernador nunca salió a responder, indicaban que había construido un quincho en un área ilegal y que un descuido originó el fuego. Nueve años después, el domingo 15 de diciembre de 1996, un nuevo incidente de fuego se registró en el domicilio de Scioli, cuando unos amigos de este y Karina se encontraban realizando un asado en el quincho y una brasa ardiente despertó la alerta, que no pasó a mayores, salvo por lo anecdótico y por la evidencia de un nuevo descuido. Sí es interesante destacar que, en esa oportunidad, quien se dirigió a los medios para explicar el hecho fue Marcel Bacque, asistente de Scioli en el negocio de los electrodomésticos, lo que confirma que su participación en el rubro siempre fue activa. Además de asados y electrodomésticos, también los liga la afición por los deportes náuticos y el campo.

Por el lado de su pareja, se le ha criticado el haber designado a la misma como presidente de la Fundación del Banco Provincia cuando Karina supo tener una enorme deuda con el mismo, que superaba los 2 millones de dólares. Si bien hoy dicen que las cuentas fueron saldadas y se remataron incluso algunas propiedades de la firma, no quedan muy claros los datos que aportara el hoy gobernador en su declaración jurada patrimonial siendo vicepresidente. Lo interesante es que por este tema -como a tantos otros funcionarios-, nunca nadie de la Oficina Anticorrupción le pidió explicaciones.

Si de manchas hablamos, muchos recuerdan la actitud del actual gobernador de no reconocer a su hija María Lorena sino hasta que el caso tomó estado público, gracias a una nota de la revista Gente.

Se lo ha criticado también por haber pasado de una línea del PJ a otra, de haber estado con Carlos Menem, con Adolfo Rodríguez Saá, con Eduardo Duhalde Formó parte asimismo de la Comisión de Investigación para el Lavado de dinero que encabezó Elisa Carrió y luego acompañó a Néstor Kirchner.

Si bien predomina la idea de que es alguien acostumbrado a “acompañar” a sus padrinos políticos, quienes lo conocen saben que tiene proyectos propios y que sus intenciones políticas suelen enmascarar ambiciones personales

El 10 de diciembre del 2007, Scioli asumió el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires, un baluarte codiciado por diversa clase de figuras de primer nivel, dada la decisiva injerencia en las elecciones que tiene la provincia. Elegido por el ex presidente Néstor Kirchner para representar los intereses del Frente para la Victoria, fue objeto de varias observaciones, entre ellas la de no tener residencia en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, algo que fue solucionado con la construcción de una vivienda que, si bien no estaba habitada -por no estar terminada-, le permitió a Scioli sortear ese impedimento. Se lo acusaba de no conocer la provincia de Buenos Aires y sus necesidades, pero durante su campaña recorrió diversos barrios mostrándose interesado en aportar un cambio con la ayuda económica de la Nación.

En esto jugó un papel importantísimo el aparato kirchnerista y en especial el Ministerio de Desarrollo Social: se desplegó una costosa campaña, y el clientelismo volvió a ser la vedette más codiciada especialmente en los partidos donde la gente tiene más necesidades. Así, muchos de los intendentes que apoyaron en su momento a Chiche Duhalde con carteles que rezaban “Queremos a Chiche”, se alinearon a los vencedores Néstor y Cristina obteniendo favores económicos para sus distritos y mejoras para sus imágenes desgastadas por la mala gestión y la derrota política.

Scioli asumió en una provincia cruzada por enormes problemas, un poder judicial saturado, corrupto, ineficiente y una policía con idénticas características, hechos que estiraron al máximo la tolerancia del orden. Pero la responsabilidad de la situación no tenía otro origen que la política: años de gestiones ineficientes, de manoseos políticos e intereses personales, degradaron instituciones tan necesarias para una gobernabilidad creíble y eficaz; ergo, el caos era algo inevitable, sea Scioli, o quien fuera el jefe del ejecutivo. El destino era el mismo, no se puede detener un tren sin control empujado por años de desmadre, esto ni siquiera contando con un buen piloto.

No hay dudas de que nadie quiere hundirse en su propio barco, pero desde el inicio, su gestión no ha sido de las mejores. En distintas áreas, los problemas lejos de mejorar se han acentuado, tal vez no tanto por su propia acción, si no por -como lo decíamos- el desgaste de años de desidia.

Los hospitales se encuentran en una crisis terminal y no hay foto de entrega de ambulancias o inauguraciones que tape esta realidad.

En cuestiones sociales, muchos de los planes implementados no se están cumpliendo, y otros anunciados aún no están instrumentados, con lo cual, en ambos casos, sólo algunos pocos se benefician de ellos, si podemos llamar “beneficio” a la caridad.

Y hablando de subsidios, la entrega de estos sigue sin control, encontrando en el camino a aprovechadores que, sin necesidad económica, los perciben. Tan absurdo es el mecanismo irregular, que en algunos casos se otorga “planes” a mano de obra barata, como el caso de integrantes de barras bravas de clubes, que luego acuden a actos políticos, bien para alentar o en épocas de elecciones, como fuerza de choque.

En materia económica, la provincia arrastra un déficit que no se mejora ni con las mejores ocurrencias de exigir pagos tributarios, algo que -de acuerdo a sus propios antecedentes- parecía desconocer.

El Ministerio de Trabajo provincial es otro de los puntos débiles de la gestión, poca iniciativa, poco trabajo y mucha publicidad. Pero de “hacer” poco y nada.

En cuanto a educación, la gestión no ha podido desanudar la problemática con los gremios, la realidad es que el nivel en las escuelas públicas es preocupante. En el mismo sentido, ya podemos considerar alarmante el grado de deserción escolar. Si bien los recursos son escasos, varios Consejos Escolares de la provincia han sufrido sendos escándalos por el uso discrecional de esos dineros.

En el ítem Justicia, la cosa se pone más oscura, las políticas implementadas años antes no han dado resultados satisfactorios Medidas “huérfanas” no alcanzan para mejorar el sistema judicial, esto lo han dicho hasta el cansancio los juristas y profesionales. ¿Para qué tener las mejores medidas, si luego no se aplican? Es decir, se corre el mismo riesgo que hasta el momento: criminalizar la pobreza, alentar las “revanchas” mafiosas de quienes utilizan la ley como método de intimidación y castigo, pero por sobre todas las cosas, se terminan arruinando vidas de inocentes que “pagan” por los pecados de otros.

Por ello, deben existir reglas claras, pero también debe existir igualdad, el juez, el fiscal, el defensor, el policía, el político que no cumple con la ley o su función, debe tener responsabilidad.

De lo contrario, parecería que los chicos delincuentes nacen delincuentes, y por eso entonces no tienen derechos, mientras que a funcionarios corruptos, se les concede arrestos domiciliarios, falta de mérito por el beneficio de la duda y otras comodidades a las que no todos acceden.

Parece que nadie se anima a mencionar que la verdadera fábrica de delincuentes surge de la mala política, de los “protegidos” que son todo servicio de políticos, de los funcionarios corruptos que proliferan creyendo que lo que no roben ellos vendrá otro y lo hará. De los desvíos de mercadería y fondos destinados a los más necesitados que aparecen a la venta en Paraguay, Santa Fe, Chaco y las fronteras del norte

La inseguridad es que esa “cosa rara” en boca de Scioli y ahora todos los días nos anuncia más patrulleros, agentes, etc.

El tema de la Seguridad bonaerense quedó para lo último, no porque sea lo más importante, sino porque es lo más visible: es lo que inquieta a la gente y hace que los políticos se equivoquen al hablar y, peor aún, en las medidas tomadas.

Scioli no es el responsable de la galopante inseguridad, mal que le pese a muchos. Podría escribir culpándolo de lo que ocurre por ser el gobernador, pero no deja de ser una víctima más de este entramado político peligroso No hay duda de que ha heredado una policía corrompida desde sus orígenes y, si el gobernador es responsable de asesorarse mal, nadie pretende que sea un experto en seguridad, pero sí debe tener la capacidad de darse cuenta que se han burlado de él.

Cuando Scioli accedió a un pedido de los jefes policiales de que les devuelvan sus jerarquías, ya que muchos añoraban el título de Comisario, se equivocó en el discurso, dijo: “quiero que la policía vuelva a sus años de gloria y que cada uno sepa quién es el comisario”, la realidad es que la policía de la provincia de Buenos Aires no tiene un historial de gloria, sino todo lo contrario. Por años ha sido objeto de criticas y sospechas, y esto no desmerece a aquellos policías que sí son héroes, pero la realidad es otra, hay que empezar a decir las cosas por su nombre y en el día a día, la policía es corrupta. Ese nivel de corrupción, potenciado con la impunidad, ha llevado a que algunos efectivos crucen la delgada línea de la legalidad.

Se han intentado muchas fórmulas para depurar la institución -que debería ser garantía de seguridad y orden-, pero todas han fallado, porque se ve el árbol pero no el bosque.

Cuando uno dice corrupción, no habla de la corruptela del policía “manguero”, del que le cobra al quinielero, a la prostituta, al “transa” del barrio o el que les cobra peaje a los delincuentes de poca monta. Hay cosas que pocos periodistas parecen saber y que los políticos simulan desconocer, y más grave aún, ningún funcionario judicial quiere investigar. Hablamos de narcotráfico, secuestros, robos a entidades bancarias, trata de personas, operaciones ilegales sobre ciudadanos para intimidar, zonas liberadas y hasta vinculaciones con el terrorismo.

Ya se hablaba de lo difícil que era controlar algunas actividades non sanctas de los efectivos policiales cuando Felipe Solá luchaba con algunos miembros de la Justicia federal por desfederalizar las causas por infracción a la Ley 23.737, medida que por lo bajo se creía iba a permitir que “los muchachos” tuvieran una nueva caja chica con esas causas y aflojaran la ola de secuestros que tenía en jaque al gobierno provincial. Es decir, si la queja de la Justicia era la cantidad de causas que se acumulaban, no se entendía para qué sumar más trabajo. En realidad se buscaba darle más poder a la policía bonaerense y además una participación en las investigaciones por drogas. Poco a poco se comenzó a ver a la policía bonaerense en los medios, realizando operativos antidrogas, algo que históricamente realizaban las fuerzas federales. Como era de esperar, no tardaron en llegar los escándalos, las denuncias y las sospechas, pero muchos miraron para otro lado.

Los aprietes, secuestros y mejicaneadas no son algo nuevo en la policía bonaerense, como tampoco lo son los pases de factura.

Si la Auditoria de Asuntos Internos, realmente funcionara como una auditoria, encontraría que muchos efectivos policiales no pueden justificar sus bienes, su nivel de vida y mucho menos sus ascensos. No hace mucho, el periodista Ricardo Ragendorfer escribió un artículo -tímido a mi gusto- sobre los policías sospechados e involucrados en el secuestro del empresario Leonaldo Bergara. Mencionó en el mismo la relación de un comisionado con secuestros y personal a sus ordenes involucrado y hasta refirió que algunos jefes policiales pagan por sus destinos. Ahora bien, ¿alguien cree que esos pagos por destino son los ahorros de ese policía, gastados por el solo hecho de ir a dónde le gusta? No hay que ser muy inteligente para entender que sólo se trata de una inversión que se recuperará como sea.

Lo que nadie ha desmentido ni explicado en la denuncia del colega, es quién y cómo permite que esto pase. Evidentemente fallan los controles.

La policía de la provincia, al igual que los menores y los delincuentes, no se corrige con medidas efímeras, la mano dura no hizo más que alentar corrupción en la propia policía. Vale recordar en ese sentido el allanamiento a la Auditoria de Asuntos Internos, donde se denunciaba que se cobraban coimas para mejorar la situación de algún efectivo sometido a investigación.

¿Paradojas del destino? Quizás. Pero, en los hechos, la primera dama bonaerense, Karina Rabolini, pasó de ser deudora del Banco Provincia a presidir la fundación de la entidad, orientada a la ayuda social. Pese a los esforzados intentos por ponerle un punto final al tema, la deuda de la mujer del gobernador pasó a engrosar la “lista negra” de los misterios de la Provincia.

Hoy Karina asegura que la deuda está saldada. “Pagué como cualquier hijo de vecino”, afirma una y otra vez, asegurando incluso que lo hizo antes de que Scioli se lanzara como candidato a gobernador. Posiblemente se refiere a la época en que el exmotonauta se preparaba para ser jefe de Gobierno porteño.

A fines de la década del ‘90, la ex modelo manejaba “Karina Rabolini y Asociados”, una empresa textil que fabricaba ropa interior y que funcionaba en Pergamino, en un edificio de cinco mil metros cuadrados por el cual pidió un crédito hipotecario al Banco Provincia por 750 mil dólares, para montar las instalaciones y comprar el inmueble.

Pero la crisis económica arrasó con el emprendimiento de la hoy primera dama. Cuando las dificultades para competir con las marcas importadas empezaron a arreciar, la empresa se cerró y el crédito pendiente del Banco Provincia ingresó, en el fatídico año 2001, a la cartera de “incobrables”.

Según manifestó la ex modelo en diversas declaraciones periodísticas, el pago de la deuda se hizo de dos formas: “parte en bonos y parte en efectivo”. Y cita como año el 2005. Hoy Rabolini comercializa productos de belleza que llevan su nombre. Desde agosto de 2002, y sin deudas en este nuevo emprendimiento, Virgin SA fabrica cosméticos, cremas para la piel, perfumes y anteojos de sol

Retomando el supuesto saldo de la deuda con el Banco Provincia, la actual primera dama contó que ésta fue pesificada y se sumaron intereses; hubo, además, un desembolso en efectivo por 760 mil pesos y otro pago en títulos por tres millones de pesos. En total se habrían cancelado 3.760.000 pesos. Pero el panorama sería un poco más complejo.

Dudas

Las cifras hablan por sí solas. En el patrimonio de Rabolini, que Scioli declaró recién tres años después de convertirse en vicepresidente de Néstor Kirchner, figuraba la deuda que la ex modelo tenía con el Estado. En 2003 le debía 142 mil pesos a la AFIP. En 2004, esa cifra se redujo a 132 mil pesos, en tanto que en 2005 bajó hasta los 22 mil.

Respecto de la deuda con el Banco Provincia, la ex modelo aparecía en carácter de «fiadora», y en la declaración se consignaba que «se estaban llevando adelante gestiones que permitirán la cancelación total de la obligación».

Por su parte, el contador de Scioli, Rafael Perelmiter, quien luego se desempeñó como Ministro de Economía bonaerense, aseguraba por aquel entonces que «la deuda llega a los 700 mil pesos, tal vez un poco más”. Lo reconocía. Y se anunciaba que la primera dama había pedido “préstamos” que le permitieran pagarla en su totalidad.

De allí en más, Rabolini aseguró estar al día con el Banco Provincia, ubicando la fecha en algún difuso momento “previo al lanzamiento de Daniel”. Hoy preside la fundación de la entidad “ad honorem”. No es para menos, teniendo en cuenta que nunca quedó demasiado claro el saldo de su deuda. Por todas estas razones, para saber el real patrimonio de Daniel Scioli, no queda otra alternativa que efectuar una denuncia penal por enriquecimiento ilícito, conforme el artículo 268, incisos 1, 2 y 3 del Código Penal.

Share