Por Carlos Lazzarini.-

Época propicia para correr los límites. Los distintos referentes de la oposición se permiten relajar, cruzar de balneario, hablar con interlocutores ocasionales y no habituales o aparentemente casuales. Compartir mates, juegos de carta, desayunos, asados. Hacerlo al sol o en la intimidad, con fotos o sin ellas. Todo según la circunstancia y el interés. También para proyectar, para imaginar futuros encuentros y testear repercusiones. Soltar imágenes y esperar el rebote. Se trata de probar y, si las cosas no resultan, argumentar que son cuestiones del verano. Casualidades. Permitidos de la temporada. Algo así como que lo que pasa en la playa, queda en la playa.

Sin embargo, estas imágenes evidencian algunas intenciones. Hay un gran sector del peronismo que intenta acelerar los acercamientos. A veces se tira demasiado de la cuerda. Por caso, pareciera que el flamante titular del PJ bonaerense, Gustavo Menéndez, acelera más rápido de lo posible. Hay encuentros, como el de Massa y CFK, que asoman imposibles.

¿Habrá chances de unir a todos los que en las últimas elecciones fueron con espacios propios. Pareciera que más que antes. Pero tampoco tanto. Mucho depende de la capacidad y tolerancia de los distintos referentes y de necesarios procesos de maduración. Y, por supuesto, de los caminos que se elijan. Una interna, por caso, podría significar la puerta que de otra forma algunos no se atreven a cruzar. Pero también, aunque resulta en cierta forma paradojal, los acercamientos de la oposición dependen del oficialismo. Hay políticas del gobierno que generan climas propicios para los acercamientos (caso reforma previsional) y otros no tanto. Son estas iniciativas que se discuten en el Congreso, y otras que también influyen en el humor social, las que signan el ritmo de la oposición.

El gobierno maneja con pericia ese equilibrio. Mientras avanza con medidas que considera necesarias para el futuro del país, pero que repercuten negativamente en la opinión pública (y junta a la oposición) también acelera cambios que obliga a sus adversarios a no quedar fuera del nuevo clima de época. Y ahí perfora posibles alineamientos. Son batallas, como la previsional, la laboral y otras que se avecinan, donde el gobierno va midiendo consensos posibles, necesidades económicas, e impacto social. Unos y otros miden los tiempos, que nunca son lejanos. Imposible no poner todo en la línea de tiempo con plazo en 2019.

El verano no sólo parece un tiempo y espacio propicio para que la oposición mueva los límites y pruebe escenarios futuros. También los movimientos de los principales referentes del oficialismo empiezan a alimentar especulaciones. Imposible que no quede en evidencia, y que así se refleje en conversaciones de temporada, la caída en la imagen positiva del Presidente por un lado, y las asertivas medidas de la gobernadora que no para de concentrar elogios. Comparación desigual si se repara en las medidas que debe tomar uno y otro, pero inevitables al fin.

Los interesantes movimientos en el cuadrilátero que componen Macri, Peña, Vidal, y Larreta, son cada vez más observados por quienes siguen con atención los balanceos del poder. En ese sentido, serán interesantes los encuentros programados en el sur por el propio presidente con la gobernadora y el jefe de gobierno porteño, aunque no menos interesantes son los gestos hacia la UCR, y otros actores periféricos con incidencia en los ámbitos de referencia.

A la gobernadora le gusta repetir que la provincia está en obra. Y que no hay municipio en donde no se perciba alguna en ejecución. Pero un poco más le gusta reflejar el trabajo realizado en el universo de lo intangible. Por caso, la pelea contra las mafias políticas, policiales y sindicales, ahora contra el juego y otras por venir. Tanto, que seguramente el primer mandato de la gobernadora transitará sobre dos ejes centrales: la batalla contra las mafias (que es además la que consolida y le da argumentación a la promesa del cambio) y la transformación del conurbano bonaerense. La primera está claramente encaminada, con la que se identifica y la identifican, la que la construye como líder y le da oxígeno para otras medidas por ahí no tan agradables para la opinión pública. Y por otro lado, la política para la necesaria transformación del Gran Buenos Aires será, en todo caso, la que termine de consolidarla como una gobernadora que deja una huella en la Provincia. No importa cuánto logre. El haber recuperado los fondos que le pertenecen a la provincia, y la oportunidad de amalgamar un plan contundente para el conurbano, serán cuestiones más que suficientes.

Tal vez de acá al 2019 no sea tanto lo que se pueda plasmar, pero bastará que, como en el caso de la pelea contra las mafias, se perciba una genuina intención de transformar (y no emparchar) la realidad cotidiana de los habitantes del GBA, para que pueda consolidar una gestión verdaderamente exitosa. Se verá después, las decisiones que se tomen en el oficialismo con respecto a las probables reelecciones. La oposición bonaerense debería estar pensando ya en cómo mejorar las propuestas para la necesaria transformación del conurbano, más que pararse en las críticas de lo que falta por hacer. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

Share