Por Luis Alejandro Rizzi.-

A esta altura de mi vida me permito llamar a las cosas por su nombre y, más allá de la necesidad de actualizar nuestra legislación general y volver a esa diferencia esencial entre el derecho público y el privado, estoy convencido de que el llamado “derecho del trabajo” llegó a su fin.

La reforma del Código Civil y Comercial del año 2015 avanzó en esa dirección, sin perjuicio que, erróneamente según mi modo de pensar, contiene una remisión al “derecho laboral”.

Uno de los temas que se presta al delirio es el de la necesidad de una “reforma laboral para facilitar la creación de empleo registrado o blanco” como si hasta ahora no lo hubiera.

Es cierto, hay sólo 6 millones de trabajadores registrados como tales, “relación de dependencia”, y es cierto que en los últimos años no se crea trabajo a la vez que se caen puestos de trabajo, que en los 21 meses de este gobierno habría llegado a los 127 mil casos.

Pero no ya la pérdida de puestos de trabajo, sino la falta de creación de empleo no se debe exclusivamente al costo de nuestra legislación laboral, sino a la falta de inversión, debido a que el país no ofrece garantías de seguridad legal.

Hay mas de un 35% de juzgados vacantes, no se integró la Corte Suprema de Justicia, se gobierna por medio de DNUs que el Congreso no considera, como el caso del 70/23, y ni la Corte define sobre su legitimidad.

Se hizo un mal uso de las facultades delegadas y el Congreso ni chistó y muchos menos los colegios que agrupan a los abogados.

Se mantiene vigente la ilegítima ley 26122, que el poder judicial ya debió haber declarado inconstitucional una y cien veces.

Y ahora, con el mejor cinismo de la sofística, tratamos de convencernos de que, modificando un puñado de artículos de las leyes laborales, el empleo fluirá como los bellos arroyos de las sierras, con sus aguas dulces y cristalinas.

Por favor, señores, no más mentiras.

Lo que conspira es la precariedad de nuestra legislación y el prepeo político.

Vayamos a las cosas; desde el 1 de enero de 2000 a la fecha, el tipo de cambio pasó de uno a uno a uno a 1.475.

Un peso de aquella fecha equivale a 1.749 de hoy, ó 0,0003, lo que significa que la inflación fue en ese lapso del 179.367,34%

Es evidente, el que apostó al dólar perdió…

Ese nivel de inflación explica que todo juicio, no sólo los laborales, luego de un trámite de años, sus montos parezcan siderales, pero no es más de lo que se desvaloriza nuestra moneda.

La inflación promedio mensual desde el 1 de enero de 2000 a la fecha fue del 2,45 mensual, un 33% anual, que no es ni más ni menos que el promedio actual.

https://calculadoradeinflacion.com/argentina.html?md=enero&ad=2000&mh=noviembre&ah=2025&q=1&s=cpi

Es cierto, hay “caranchos” en los juicios laborales, en los accidentes de tránsito y en los mini créditos de usurarios que pueblan nuestra justicia comercial en los que nadie presta atención, porque estos no destruyen puestos de trabajo sino vidas de familia.

Sabemos que todas las profesiones y oficios tienen sus caranchos, que hay pedófilos en las “mejores familias”, no por ello podemos generalizar.

No son grandes reformas las que necesita el país, ni debemos chantajear con ese tema; es nuestra conducta de todos los días la que debemos poner bajo escrutinio.

No hay magia ni milagros, no habrá más “Bessent”, ni créditos de 20 mil millones, ni creo que el 9 de octubre de 2025 se repita el 9 de octubre de 2027.

Ningún ser humano tiene, gracias a Dios, “la verdad atada”, y mucho menos los “Morgan’s boys”.

Lo más dañoso de todo es el “secretismo”, que es un modo de distraer, haciendo creer que se está en vísperas de una suerte de parusía.

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