Por Jacinto Chiclana.-

Estaba en estado pre-fiambre.

Fría, pálida, con esas ojeras moradas, características de los cuasi cadáveres.

Todo parecía indicar que sólo le faltaba un pequeño empujoncito para dejar el mundo de los vivos e ingresar de lleno en el mundo de la oscuridad y la penumbra.

Lo poco que se hablaba de ella no provocaba reacción alguna, más allá de algunos nostálgicos que se desesperaban para que abandonara ese estadío zoombico de crisálida con vocación abortiva, que no volverá a ver la luz, por imperio de vaya uno a saber que rara mutación genética.

¡Pero somos tan estúpidos…!

¡Tan predecibles… casi inimputables!

Tuvimos que resucitarla.

Resulta que desde hace más de doce años, causas esenciales de misteriosos crímenes que se franelean con lo político, procesos abiertos por drogas o precursores ingresados a toneladas al país, hechos de corrupción de todos los colores, personajes que aún pululan entre nosotros libremente, como el ratón de cloaca del vicepresidente que supimos conseguir y tantos y tantos casos que ocuparon algún día las páginas principales de los diarios, duermen siestas eternas en los cajones de juzgados que ni piensan en desempolvarlos.

Y ya estábamos tan acostumbrados a este funcionamiento con ralentí de la justicia, que lo habíamos tomado como algo tan natural como ir a hacer pis todas las mañanas.

Pero resulta que ahora, demostrando que somos los más grandes boludos que existen en este planeta, la resucitamos de un plumazo, cuando estaba en estado letárgico en el lejano Sur, bien abrigadita, pero felizmente callada e inactiva.

Dormida como Blancanieves, después de haber mordido la manzana, esperando anhelante el beso del príncipe encantado que la sacara del trance y la volviera a la realidad.

Y ese príncipe encantado… se llama Bonadío.

No le encajó el ósculo sanador, pero la citó a declarar… y la volvió a la luz.

Podría haber esperado y dejarla hasta el final.

Podría haber escuchado las declaraciones de todos los otros envueltos en el vergonzoso tema de la venta del dólar futuro y dejarla a ella para el final.

Podría haber dejado que se macerara en su propio caldo frío e insípido.

Podría haberla convocado mucho más tarde, no sólo cuando ya casi estuviera fría como la babosa del caracol en invierno, sino además cuando los índices económicos mejoraran, después de ir arreglando los miles de entuertos que nos dejó de herencia.

Pero no.

Está visto que padecemos el síndrome de la eyaculación anticipada.

Y entonces había que citarla ahora… justamente A-HORA, como decía Moria.

No tenemos cura, somos más lelos que Forrest Gump.

Muy capaces de venderle el Plus Ultra del museo de Luján a un inmigrante semi analfabeto y nos vanagloriamos de una supuesta viveza criolla que nos abarca a todos por igual, pero a la hora de los bifes, somos más dolobus que ningún otro en este planeta.

Nos metimos solitos dentro de la jaula del león hambriento; tiramos la llave por los barrotes… y despertamos a la bestia.

Le otorgamos, generosos y magnánimos, el beso del príncipe y la volvimos a la vida en el peor momento.

No, si dan ganas de agarrar una bigornia, ponerlas encima y en la puntita redondeada, practicar un poco de herrería con la masa de diez kilos, tratando de moldear cuadradas las terlipes…!!

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