Por Paul Battistón.-

No está todo dicho pero las encuestas apuntan al triunfo de Lula en primera vuelta dejando sin posibilidades a Bolsonaro en una segunda. No habría puñalada que apuntalará lo que las redes y las concentraciones parecieran demostrar, un Bolsonaro con posibilidades.

Una economía fulgurante sería el soporte ideal para que el populismo pudiera extenderse temporalmente. El gigante en marcha podría soportar políticas progresistas sin que fueran notorias en sus efectos siempre adversos. Lo atractivo no pasara por la economía, la campaña de Lula no ha ocultado una radicalización de sus propuestas que ha sido tomada con naturalidad por sus seguidores pero antagónicamente muestra una resistencia mayor de sus detractores que no experimentan una resignación apoyada en una posible alternancia izquierda-derecha como pudo existir en los primeros gobiernos de Lula. La sensación se refleja como a todo o nada sin tapujos. Los medios sostienen un engañoso cambio respecto a Lula apoyado en la mayor amplitud de su coalición. No hay en Lula la necesidad de una fachada para su retorno, nadie espera un Lula mejor con los respectivos significados que mejor puede tener visto desde cada extremo. Lula intenta volver más Lula. El antiguo Brasil mamushka comienza a desdoblar las posiciones de sus capas superpuestas pero salta a la superficie además de las mismas el diferente peso específico de cada una de ellas en las distintas regiones de Brasil y la percepción de que han contribuido en distintas proporciones al actual éxito económico. Brasil no tiene ante sí el riesgo de una grieta surgiendo de una crisis, tiene ante sí el riesgo de nuevas fronteras surgidas de un éxito. Su mamushka interior pretende hacerse piel desconociendo desde un relato radicalizado la razón de los logros de un país puesto en una marcha firme con una economía recuperada de forma contundente tras el parate mundial que significó las disparatadas cuarentenas pandémicas. Para muestra solo basta una deflación.

Las inercias siempre juegan al ocultamiento de sus propios impulsos o fricciones. El progresismo puede volver con la tranquilidad de una inercia de éxito heredada (no de ellos mismos). Será la oportunidad de ver una quieta guerra entre certezas e ideologías.

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