Por Máximo Luppino.-

Nicolás Maduro no supo encontrar el camino de bienestar que el digno pueblo hermano de Venezuela merece. La miseria, el dolor y la falta de horizontes prósperos son realidades de un régimen político agotado que se resiste a asumir el costo de sus políticas equivocadas. La suerte oscura y drástica del régimen de Nicolás Maduro ya está echada, sólo se empecina en prolongar la tortuosa agonía de un proyecto que se encaminó a un callejón sin salida.

Gobernar es construir bienestar concreto para el pueblo. No se trata de discursos altisonantes y de promesas que se escurren en la realidad cotidiana de los obreros y empleados que sólo palpan desocupación y hambre en su cotidiano vivir.

Si el común de la gente sufre necesidades y el gobierno es impotente para lograr prosperidad podemos afirmar que la administración es mala, más allá de las ideologías y las proclamas propagandistas que digan representar.

Claro que la Nación venezolana es gloriosa por imperio de su pueblo magnífico. El desastre repudiable es la mala praxis torpe e insensible de un gobierno que reprime a los que dice representar. Las libertades de las personas deben estar siempre garantizadas, siendo los gobiernos los que deben abonar que el espíritu de las leyes fundacionales de las naciones se cumpla irrestrictamente.

Para liberar a las naciones de la opresión exterior y de los mercaderes internos se les debe facilitar la educación popular masiva, haciendo hincapié profunda en la propia raíz cultural del ser nacional. La verdad es liberadora y el altruismo enaltece a los que la ejercen. Esto no es posible si la gente padece hambre y necesidades básicas insatisfechas. El estómago vacío da una perspectiva muy distinta al que posee un pasar de plena disponibilidad material.

Coincidimos plenamente con la postura que Argentina fijó ante las Naciones Unidas votando favorablemente el informe presentado por Michelle Bachelet sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela. Argentina volvió a condenar los bloqueos y las sanciones económicas impuestas al país gobernado por Nicolás Maduro, que «agreden especialmente al pueblo venezolano.

“Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar” dijo el General tres veces presidente de la República Argentina. Los hechos concretos definen la direccionalidad de un gobierno y la condición de progreso de su población determinan si una administración es buena o mala.

En la historia del planeta abundaron gobernantes que con un discurso liberador se tornaron en verdad en crueles tiranos.

Cuando los sanos ideales son contaminados por el ego monstruoso de la propia vanidad es muy fácil perder la cordura.

“El PODER es servicio” sentencia el Papa Francisco. Vemos en nórticas latitudes cómo Donald Trump califica de “resfrío fuerte” al COVID-19 con tal de justificar sus temerarias acciones que han producido más de 200.000 víctimas fatales en los Estados Unidos. Un país rico que podría haber tratado con humanismo pleno a sus enfermos.

Tanto Nicolás Maduro como Donald Trump parecen estar encantados por los sonidos sórdidos de sus propias proclamas. Mientras, la realidad de los necesitados marcha por carriles muy distintos que los de sus vanidosas políticas.

“¡La única verdad es la realidad!”

Share