Por Germán Gorraiz López.-

Tras ser elegido Emmanuel Macron Presidente de la República francesa, intentó catalizar el chauvinismo de los franceses restaurando el atavismo de la Grandeur, doctrina que conjugaría el culto a la independencia económica, política y militar de Francia con la consolidación de la misión de la Nación y de la cultura francesa en el mundo.

Para ello, procedió a la implementación de un poder de corte presidencialista que convirtió a sus asesores en una auténtica camarilla de poder oficioso, (emulando al Partido Gaullista, movimiento que cubría un espectro muy amplio desde el centro-izquierda hasta la extrema derecha y en el que sus dirigentes fueron correas de transmisión subordinadas a la cúpula gaullista).

Sin embargo, la irrupción de la pandemia del COVID aunado con el conflicto ucraniano, reveló el preocupante servilismo de los países occidentales a los dictados de la OMS y de EEUU que se tradujo en la pérdida de poder decisorio de las instituciones europeas y su total subordinación a los dictados geopolíticos de EEUU, quedando Francia como una potencia irrelevante en la nueva cartografía geopolítica de la Guerra Fría 2.0.

Asimismo con Macron asistimos al finiquito de la Françafrique como ente político y económico tras los desplantes recibidos en diversos países africanos yde lo que sería paradigma las declaraciones del Presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, acusando a Francia de ejercer un «neocolonialismo paternalista». Así, en lugar de implementar una relación inter pares de la metrópolis con sus antiguas colonias, los sucesivos Gobiernos franceses habrían tratado a los territorios de Ultramar como colonias en lugar de territorios con representación parlamentaria.

En política doméstica, la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores debido a la desbocada inflación y al empobrecimiento galopante de las clases medias podría agudizar la fractura social del país que obligará a amplias capas de la población (especialmente los «sintecho», los «sinpapeles» y los desheredados de las banlieues) a depender en exclusiva de la beneficencia. En consecuencia, quedarán así diluidos los efectos benéficos de las clásicas medidas sociales (reducción de impuestos, subida de las prestaciones por desempleo y discriminación positiva en la inserción laboral y en el derecho a voto en las elecciones locales de los inmigrantes) por la cruda realidad económica.

Asimismo, a instancias de la Patronal francesa (MEDEF) y con la oposición de los principales sindicatos del país galo (CFDT, CGT y FO), el Ejecutivo de Macron propuso el retraso de la jubilación a los 64 años para el 2030, lo que sería un misil en la línea de flotación de la idiosincrasia francesa cuyo imaginario colectivo habría interiorizado su derecho a una jubilación temprana como premio a su esfuerzo laboral.

En el paroxismo de la enfermedad del Poder, Macron se ha valido del artículo 49.3 de la Constitución que permite aprobar una ley sin someterse a la votación de los diputados para aprobar la Reforma de la edad mínima de jubilación, pasando de los 62 años actuales a los 64 años en el horizonte del 2030.

Dicha decisión es legal y legítima en la democracia francesa, pero trasluce el pánico de Macron a perder la votación al no tener asegurados los votos republicanos necesarios para lograr la mayoría necesaria para aprobar una Ley sumamente controvertida que contaría con la oposición de la opinión pública francesa, amén de la mayoría de diputados y sindicatos.

Todo ello provocará la radicalización de los otrora aburguesados y sumisos sindicatos de clase (CGT, CFDT y FO) que conllevará frecuentes estallidos de conflictividad laboral y que tuvo su bautismo de fuego en la huelga general convocada por sindicatos y partidos de la oposición el día 19 de enero.

Caso de llegar a paralizar el país las protestas, podríamos asistir a la celebración de un referendum para aprobar el retraso de la jubilación a los 64 años, lo que de facto sería un plebiscito sobre la política de Macron, no siendo descartable un resultado negativo que obligaría a Macron a convocar elecciones anticipadas en las que la Unión de Izquierdas intentará lograr la mayoría en el Parlamento y condenar al ostracismo político la figura de Macron.

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