Por Carlos Tórtora.-

La marcha de rechazo a la reforma laboral convocada para mañana por la CGT será probablemente el hecho político más importante de fin de año. La cúpula sindical se vio obligada a convocarla ante la orden de Javier Milei de que el Congreso sancione rápidamente el proyecto. Ante las versiones eufóricas que en la Casa Rosada señalaban que el gobierno ya tenía los votos necesarios en el Senado, Patricia Bullrich fue menos categórica y no dio definiciones. De todos modos y pese a que esta semana Luis Caputo desembolsó los ATN comprometidos a la mayor parte de las gobernaciones amigas, lo cierto es que es casi imposible sancionar la ley antes de fin de año. La batalla en el Congreso será entonces más larga y generará un lapso para la confrontación en la calle.

Así las cosas, hay varias incógnitas a despejar. Una es si, en medio de un fuerte clima de desmovilización social como es el actual, el sindicalismo puede volver a la movilización masiva.

Como ya es clásico en Milei, el gobierno se propone ganar la batalla mediática capitalizando el malestar ya crónico de gran parte de la clase media con el gremialismo. Pero en el Ministerio de Seguridad temerían que la marcha se engrose con el aporte de las columnas de la izquierda y del PJ bonaerense. En este terreno puede darse una competencia entre el cristinismo y los axelistas, que ahora pulsean por imponer sus candidatos a la conducción del PJ bonaerense que debe renovarse próximamente.

En el entorno de Cristina Kirchner no olvidan que la mayor parte de la conducción cegetista está apoyando la candidatura presidencial de Kicillof.

Incierto destino

Si lo que ocurra en el Congreso deriva en una postergación de la votación por la reforma laboral, los caciques gremiales estarían entonces obligados a convocar en pleno el enero a un plan de lucha. Nos encontraríamos entonces ante un panorama bastante conflictivo, porque Milei estaría obligado a endurecer su reacción. En cambio, si ocurre lo contrario y el gobierno obtiene un rápido triunfo en el Congreso, hay que empezar a pensar en una enorme crisis sindical, que muy probablemente se contagie al peronismo político.

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