Por Carlos Tórtora.-

El 12 de este mes fracasó por falta de quórum la sesión de la Cámara de Diputados para tratar el proyecto de ley para limitar el uso de DNUs por parte del Poder Ejecutivo. La ausencia de los diputados del PJ catamarqueño más otros 5 peronistas determinó el fracasó de la sesión. Hace dos días y por idénticas razones, se cayó la sesión para tratar la derogación del DNU 846/2024 que faculta al gobierno a realizar canje de deuda sin pasar por el Congreso ni cumplir con la ley de administración financiera.

En la misma línea, también fracasó por falta de quórum la sesión para aprobar la ley de democracia sindical, que se proponía, entre otras cosas, prohibir la reelección de las autoridades gremiales.

Entre los grandes temas, no se puede dejar de recordar los otros recientes dos fracasos legislativos de la oposición. La misma no alcanzó los dos tercios necesarios para que se aprobara la insistencia sobre dos leyes vetadas por Javier Milei: la de movilidad jubilatoria y la de financiamiento universitario.

Es decir que Milei consiguió un gran avance. Pasó de anular las leyes contrarias al gobierno a directamente impedir que se traten. El broche de oro sería la no aprobación del presupuesto y la prórroga del mismo de hace dos años.

En la práctica, el Congreso está prácticamente cerrado, aunque su actividad sea intensa, porque no es capaz de ponerle frenos a los excesos de poder del Ejecutivo.

La suma del poder público

La defección del Congreso de su obligación constitucional de controlar al Ejecutivo coincide con otra realidad política, en este caso paralela. Milei y Cristina Kirchner están llevando adelante un plan para restablecer el bipartidismo, lo que incluye la reorganización de la Corte Suprema y la jibarización del PRO y la UCR.

Estos dos fenómenos, la anulación del Congreso y el cogobierno Milei-Cristina, convergen en uno solo: la desaparición de la oposición y de todo balance de poder. En definitiva, el inicio, por parte del presidente, del ejercicio de la suma del poder público.

Una pregunta que inmediatamente surge es si puede funcionar un sistema Republicano cuando los tres poderes dependen de la cabeza de uno. La respuesta es que no; en su acometida contra la casta, Milei se lleva puesta la división de poderes de un modo sólo comparable con los gobiernos militares.

La única esperanza pasa ahora por la soberanía popular. Como están las cosas hoy, sólo una derrota en las urnas podría hacer, el año que viene, que Milei se modere en su rol presidencial. En cambio, si el gana, estaríamos ante la legitimación de una dictadura encubierta.

Share