Por Carlos Tórtora.-

Javier Milei y su séquito no pueden disimular su euforia por el triunfo de Donald Trump y tanto entusiasmo se debe casi exclusivamente a una razón: esperan que la futura administración republicana se convierta en garante de un nuevo salvataje financiero a la Argentina. Se trata obviamente de que EEUU fuerce al FMI a darle crédito a la Casa Rosada de un modo parecido a lo hecho con Mauricio Macri en el 2018. Pero las circunstancias ahora son distintas. Algunos de los principales socios del FMI, como Alemania y Japón, se opondrían a volver a financiar a un defaulteador serial. No se advierte, por otra parte, que Trump vaya a tener una necesidad estratégica de contar con el gobierno libertario.

El escaso peso estratégico de la Argentina gravita entonces en contra de las chances de Milei para conseguir ayuda. Los libertarios sostienen en privado que el derrumbe del gobierno de la región que más se identifica con el suyo haría que Trump se preocupe algo por la suerte del experimento libertario. Se trata de un razonamiento que puede tener algo de cierto pero que habrá de probarse en los hechos.

Por ahora y hasta el 20 de enero, día en el que Trump asuma la presidencia, el negocio de Milei parece estar en vender humo. O sea, crear expectativas positivas sobre la relación bilateral tratando de que los mercados acepten este tono de optimismo.

Cisnes negros

Pero si en esta etapa de transición entrara en crisis la bicicleta del carry trade y se hicieran insoportables las presiones para un sinceramente cambiario, Milei debería tratar de que Trump anticipe un salvataje a la Argentina, lo que no sería para nada sencillo.

Si la Casa Rosada le vendiera a la sociedad la idea del salvataje republicano y luego éste no llega, el malhumor social podría entonces multiplicarse y convertirse en un búmeran. Como un jugador de póker acostumbrado a blufear, el presidente debe jugar ahora una partida en la cual un paso en falso puede costarle muy caro.

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