Por Héctor Horacio Dalmau.-

Otra vez las inundaciones agregaron un aporte más que dramático a lo que vivimos los argentinos; y lo que más duele es que nadie, al parecer, es responsable que un riacho como el Luján, que apenas sobrepasa los seis metros cúbicos por segundo de caudal promedio, y el Río Salado del Sur, con unos ochenta, se desborden, dejando paralizados y sin respuestas a quienes conducen la Provincia de Buenos Aires, y a los que tan irresponsablemente como ellos pretenden conducirlas, con medidas fijadas por sus “equipos técnicos”, integrados por consuetudinarios fracasados de cuanto gobierno manejó y maneja esa provincia-país.

Con muy especial atención escuché a todos y cada uno de ellos, y realmente me he sorprendido el grado de equivocaciones conceptuales que desparraman ante los micrófonos de cuanto periodista se lo pone contra el rostro. Y esas barbaridades sostenidas me han hecho tratar de comunicarme, por todos los medios, con todos y cada uno de los candidatejos, sea a Presidente de la Nación, como a Gobernador del primer Estado argentino, que se adueñará de nuestras vidas por cuatro, ocho, o (como la Farolera que se tropezó) 16 años. Porque el que agarra el bastón no lo larga por ocho años y después, obligado por la ley -si no logra modificarla-, le presta a uno de su banda, el cual ,con mucha suerte, se lo debería devolver tras cuatro almanaques, cosa que no es frecuente en la Argentina.

Pero volviendo a las aguas, como siempre, trato de ofrecer alguna solución. Me lo he permitido desde antes de que se zambullan las tierras de las cuencas del Luján y del Salado; he tratado de advertir, enviándoles algunas ideas transformadas en proyecto para direccionar los excedentes pluviométricos, que tanto daño causan, pero me quedé como “El Penado 14” haciendo señas, sin que nadie me escuche. Por esa simple razón, es que les envío un proyecto de mi autoría para manejar esos seis metros cúbicos (nada), del río Luján, manejando sus aguas desde sus nacientes (como se debe, más allá que alguien hable de una “LEY HIDRÁULICA”, que establecería que las obras se deben iniciar desde la desembocadura). Lo que por experiencia propia me atrevo a asegurar que es incorrecto, y de allí, que los “planes maestros” hayan fracasado, porque son planes pero, para ser maestros les falta mucho. De porfiado que soy, les pego el dibujito que en mis delirios creo que es la solución para que el río Luján no amenace más a la Patrona de nuestro país.

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