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"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

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Opinión

Mientras tanto… ellos piensan en las candidaturas de 2023

Por Ricardo Bustos.-

Si algo le faltaba al terrible flagelo de la pandemia para provocar más destrucción en el tejido social de Argentina, es la enorme cantidad de niños y adolescentes que han dejado la escuela y muchos de ellos están trabajando para ayudar en sus hogares.

Leyendo un artículo en el DiarioAR, según Bárbara Perrot, coordinadora del proyecto MAP16 de la OIT en Argentina, el principal factor detrás del empleo infantil es la situación laboral de los adultos del hogar, por eso se profundiza en momentos en que aumenta la inactividad o se deterioran las condiciones de trabajo. “Cuando el mercado laboral pierde dinamismo esto repercute en otros miembros del hogar, que de alguna manera funcionan como trabajadores secundarios. Salen para tratar de compensar esa caída de ingresos”.

Los primeros años de vida son determinantes para la trayectoria de las personas.

Al ser una contracara de la pérdida de educación, el trabajo infantil deja muchas veces un “efecto cicatriz”. “Marca la trayectoria laboral futura porque destina a esas personas a los puestos de trabajo peor remunerados, que requieren menos calificación”, apuntó Perrot. “Muchas veces es un círculo intergeneracional -los padres transitan estas trayectorias de trabajo infantil e inserciones laborales precarias y sus hijos lo repiten- y muchas otras veces no, porque los padres hacen un esfuerzo enorme para que sus hijos no pasen por lo mismo”.

Es una obviedad: lo que pasa en los primeros años de vida es fundante para las personas, se arraiga y determina en gran parte la trayectoria futura. “Sin una buena alimentación seguramente un chico va a tener dificultades en desarrollarse en un montón de situaciones. Además, las carencias suelen acompañarse de una alteración del clima en el hogar y propiciar menores niveles de educación y chicos vulnerados en sus propios ámbitos intrafamiliares», apuntó Pompilio, para quien hay que prender al menos una alarma ante el popular discurso de la meritocracia.

«Cuando vos ves la cantidad de chicos que no comen bien, que viven en un ambiente de hacinamiento o de violencia intrafamiliar y le sumás la problemática del consumo de sustancias problemáticas el hecho de que algunos chicos de barrios vulnerables puedan terminar la secundaria y piensen en un terciario o la universidad es directamente un milagro -dijo. Un milagro de esfuerzo».

Por su parte Alejandro Castro Santander, referente de Argentinos por la Educación y director general del Observatorio de la Convivencia Escolar, indicó que, previo a la pandemia, se conocían los problemas crónicos que hay a nivel tecnológico, didáctico, de capital cultural, hábitat educativo, en la educación argentina, pero que con la Pandemia se agudizaron.

Al problema de los contagios por Covid 19, se suma el problema de la pobreza. Así, lo testifica Castro Santander: “La pobreza en general está arriba del 40%, en el caso de los niños arriba del 60%. Es un tema muy significativo y tiene que ver no sólo con el hecho en sí, sino también con la imposibilidad que tienen muchos alumnos de comunicarse de manera digital con sus docentes ya que requieren determinados tipos de dispositivos y con una conectividad a internet con características específicas. Esto sabemos cómo afecta a la educación.”

El hecho de que la pobreza se haya incrementado hace que, muchas veces, los padres les piden a sus hijos en edad escolar que salgan a trabajar. “Directamente deben abandonar la escuela; ya no se presenta esta polaridad de estudiar o estar vivo. No. En este caso, hablamos de comer o ir a la escuela”.

No es menos grave el tema de la pobreza extrema en Argentina, especialmente en niños y adolescentes.

Según el sitio «InfanciaEnDeuda», en el país, 5,6 millones de niñas, niños y adolescentes son pobres. Entre estos, 1,3 millones están en la pobreza extrema y pasan hambre. Entre los adultos, la pobreza afecta al 29,7%, unos 18 puntos menos que entre los que tienen menos de 17 años, según un informe de UNICEF. De la mano de la infantilización de la pobreza crecen la deserción escolar, el trabajo infantil y la malnutrición. #InfanciaEnDeuda pide reforzar las políticas públicas para revertir esta situación, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), que ayuda a reducir la pobreza extrema.Las organizaciones civiles que llevan adelante la causa #InfanciaEnDeuda renovaron el reclamo de atender con urgencia la situación socio-económica de los niños, niñas y adolescentes de la Argentina, Según el relevamiento, el 47,4% de los chicos y chicas es pobre. La tasa aumenta al 85% cuando el niño reside en un hogar cuyo jefe o jefa está desocupado; al 64% cuando es inactivo, y al 65% cuando es un asalariado informal. La vulneración de derechos básicos de la niñez y adolescencia incide negativamente en la primera etapa de la vida y reproduce la situación de pobreza hacia la adultez.

De la mano de la infantilización de la pobreza crecen la deserción escolar, el trabajo infantil y la malnutrición. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el 12% de los niños/as de 5 a 17 años trabajaba en actividades domésticas intensivas (4,3%) y/o en el mercado (9,5%) a pesar de que la Ley 26.390 incorporó a partir de 2013 la prohibición de emplear a menores de 16 años.

«El trabajo infantil, perpetúa la pobreza, el desempleo, el analfabetismo, el crecimiento de la población y otros graves problemas sociales» (Kallash Sathyarthi).

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Ricardo Bustos

Locutor Nacional, Comunicador Capioví, Provincia de Misiones, Argentina

3 comentarios en «Mientras tanto… ellos piensan en las candidaturas de 2023»

  • ESE NO ES EL PROBLEMA.
    EL PROBLEMA ES QUE SI A UN CHICO LE DECÍS HASTA LOS 18 AÑOS QUE NO TIENE QUE TRABAJAR, TENEMOS LO QUE TENEMOS HOY. VAGOS INSERVIBLES Y DROGADOS CON EL CELULAR (EN UN 90%)

    Respuesta
      • Cuando yo era chico mi primera obligación era ir a la escuela luego al colegio y finalmente, por opción y no por imposición, ir a la universidad.
        Eramos cinco hermanos (dos mujeres y tres varones) de los que quedamos solamente dos, mi hermana menor y yo.
        Vivíamos en una casa grande en la calle Godoy Cruz con un fondo que para mí era inmenso y que sólo puedo recordar en la generosidad del verano.
        La tranquilidad del barrio sólo se veía alterada por traqueteo del tranvía 64 y la pitada del tren que en los días de viento norte parecía que se metía dentro de la casa.
        Pasaron muchos años y aún recuerdo nítidamente que después de hacer los deberes y de tomar la leche con tostadas a los cinco hermanos nos esperaban las tareas de la casa que las asumíamos como una aventura y no como un castigo. Todos hacíamos de todo, desde limpiar el gallinero hasta regar las plantas lavar y secar los platos.
        Mientras nos bañábamos lavábamos la ropa interior y las medias.
        Un día le pedí a mi hermana mayor que me cosiera un botón del saco del colegio y me dijo que prestara atención porque tenía que aprender a hacerlo solo. Lo cosió y luego cortó el hilo al ras me entregó el botón y me dijo ahora hacelo vos, tardé más de media hora para enhebrar la aguja y coserlo pero aprendí.
        En otra oportunidad ella estaba planchando en la cocina y me enseñó a planchar sin quemar la ropa. Así fue como de mi familia aprendí a no depender de otros y de no pedirle a otros que hagan por mí lo que puedo hacer solo.

        Actualmente los «chiques» no saben hacer nada, ni siquiera saben escritbir en letra cursiva y menos aún leer. Así es la sociedad que hemos construido en 200 años, una sociedad de inútiles que no saben ni limpiarse los mocos, por eso la solución no pasa por darles un pedazo de tierra porque lo único que harían con esa tierra es es construir una toldería con una letrina.
        No existe la cultura del trabajo, no les interesa trabajar ni aprender a trabajar, no ya en un empleo sino para subsistir dignamente.
        Hacer una huerta familiar, tener dos o tres gallinas ponedoras, una pareja de conejos y dos árboles frutales es posible siempre y cuando se tengan ganas y un poco de dignidad.

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