Por Hernán Andrés Kruse.-

En una entrevista con El Observador 107.9 el presidente de la nación afirmó que el país necesita imperiosamente financiamiento por entre 11 mil y 12 mil millones de dólares para avanzar con la eliminación del cepo al dólar en 2025. Ello significa que el país, una vez más, negociará con el FMI (y, en caso de ser necesario, con fondos privados de inversión) el otorgamiento de dicho préstamo.

La historia se repite hasta el hartazgo. Cuántas veces hemos escuchado de los presidentes que supimos conseguir que era imprescindible negociar con el prestamista internacional de última instancia para sacar al país del atolladero en que se encontraba. El 8 de mayo de 2018 Mauricio Macri se dirigió al país para anunciar un acuerdo con el FMI para solucionar definitivamente los problemas que asolaban al país. Dijo el presidente:

“Ustedes saben que tengo un compromiso de decirles la verdad siempre. También que me metí en política y me postulé para la presidencia para trabajar todos los días para que cada argentino pueda vivir mejor y desarrollarse plenamente. Mi convicción es que estamos recorriendo el único camino posible para salir del estancamiento, buscando siempre evitar una gran crisis económica que nos haría retroceder y dañaría a todos. Para esto implementamos una política económica gradualista que busca equilibrar el desastre que nos dejaron en nuestras cuentas públicas, cuidando a los sectores vulnerables y al mismo tiempo creciendo, generando así más empleo y desarrollo. Esta política depende mucho del financiamiento externo. Durante los dos primeros años hemos contado con un contexto mundial muy favorable, pero eso hoy está cambiando.

Las condiciones mundiales están cada día más complejas y por varios factores: están subiendo las tasas de interés, subiendo el petróleo, se han devaluado las monedas de países emergentes, entre otras variables que nosotros no manejamos. El problema que tenemos es que somos de los países del mundo que más dependemos del financiamiento externo, producto del enorme gasto público que heredamos y que estamos ordenando. Frente a esta nueva situación y de manera preventiva he decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para que nos otorgue una línea de apoyo financiero. Hace minutos hablé con Christine Lagarde, su directora, y nos confirmó que vamos a arrancar hoy mismo a trabajar en un acuerdo. Esto nos va a permitir fortalecer este programa de crecimiento y desarrollo, dándonos un mayor respaldo para enfrentar este nuevo escenario global y evitar crisis como las que hemos tenido en nuestra historia. Esta decisión la tomé pensando en el mejor interés de todos los argentinos, no mintiéndoles como tantas veces nos han hecho. Les digo a todos los argentinos, en especial a toda la dirigencia, que cumpliendo con los compromisos y alejándonos de la demagogia y la mentira estoy convencido de que el camino que tomamos va a lograr un mejor futuro para todos. Muchas gracias” (fuente: Casa Rosada-Presidencia).

El 31 de enero de 2022 Alberto Fernández, emulando a su antecesor, anunció al país un nuevo acuerdo con el FMI. Dijo el presidente:

“Quiero anunciarles que el Gobierno de la Argentina ha llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Gobernar es un ejercicio de responsabilidad. Sufríamos un problema, y ahora tenemos una solución. Teníamos una soga al cuello, una espada de Damocles, y ahora tenemos un camino que podemos recorrer. Sin acuerdo, no teníamos un horizonte de futuro. Con este acuerdo, podemos ordenar el presente y construir un futuro. En comparación con otros anteriores que la Argentina firmó -y es bueno recordarlo- este acuerdo no contempla restricciones que posterguen nuestro desarrollo. No restringe, no limita ni condiciona, los derechos de nuestros jubilados que recuperamos en el año 2020. No nos obliga a una reforma laboral. Promueve nuestra inversión en obra pública. No nos impone llegar a un déficit cero. No impacta en los servicios públicos, no relega nuestro gasto social y respeta nuestros planes de inversión en ciencia y tecnología.

Además, vamos a poder acceder a nuevos financiamientos, precisamente, porque este acuerdo existe. Este entendimiento prevé sostener la recuperación económica ya iniciada. Prevé que no habrá caída del gasto real y sí un aumento en la inversión de obra pública del Gobierno Nacional. Tampoco dispone saltos devaluatorios. Sin el acuerdo, las posibilidades comerciales económicas y de financiación que nuestra Nación necesita estarían seriamente limitadas. Este acuerdo no nos condiciona. Podremos actuar ejerciendo nuestra soberanía y llevar adelante nuestras políticas de crecimiento, desarrollo y justicia social. Es un acuerdo basado en la confianza del mundo en nuestras capacidades. Tenemos que crecer para poder pagar. De otro modo no era posible, y tampoco lo será. Teníamos una deuda impagable que nos dejaba sin presente ni futuro y ahora tenemos un acuerdo razonable que nos va a permitir crecer y cumplir con nuestras obligaciones a través de nuestro crecimiento.

Tengo fe en la Argentina. Sé que somos capaces de levantarnos y salir adelante. Confío en el dinamismo de nuestras empresas, la fortaleza de nuestra industria, el compromiso de quienes trabajan, la valía de nuestras científicas y científicos, el talento de nuestros emprendedores, la enorme capacidad de nuestras pymes y en los sueños de nuestros jóvenes. Creo en la Argentina. Debemos crecer y debemos honrar nuestras obligaciones al mismo tiempo que hacemos una Argentina más justa, con más desarrollo, con mejor infraestructura. Seguiremos, también, la senda de ordenar las cuentas públicas sin condicionar nuestras políticas de justicia social. Tengo confianza en la Argentina y en las líneas generales de este acuerdo que elevaré al Congreso de la Nación para su consideración. Necesitamos que apoyen este convenio y apelo así al compromiso nacional de todos y todas (…)” (fuente: Página/12, 31/1/2022).

La esencia de ambos discursos es la misma. “El acuerdo con el FMI es el único camino para rescatar al país de la ciénaga en que anteriores presidentes, con sus nefastas políticas económicas, lo hundieron”, sentenciaron tanto Macri como Alberto. Nos mintieron descaradamente en la cara. Se mofaron de nuestra credulidad. Subestimaron nuestro coeficiente intelectual. Porque ambos acuerdos tuvieron como desenlace el esperado: un atentado contra el nivel de vida de la inmensa mayoría del pueblo. Es por ello que conviene siempre tener presente la conocida sentencia de Albert Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Si los acuerdos con el FMI celebrados por Macri y Alberto (tal como aconteció con los acuerdos celebrados por anteriores presidentes, tanto civiles como militares) fracasaron, el acuerdo anunciado por Milei también fracasará.

Emerge, por ende, en toda su magnitud, la decisión de Néstor Kirchner de cancelar toda la deuda con el FMI. El 15 de diciembre de 2005 el presidente patagónico se dirigió al pueblo para efectuar semejante anuncio. He aquí su texto completo (*).

“Autoridades presentes; Gobernadores; representantes de las distintas entidades; representantes de las Fuerzas Armadas; de la Confederación General del Trabajo; amigos, amigas; ciudadanos, ciudadanas: tenemos la firme convicción de superar la Argentina de los viejos y recurrentes problemas. Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política sabemos que esta es la oportunidad del cambio, de la transformación profunda. El cambio que puede consolidarse no depende de una persona, ni de un grupo de elegidos o iluminados; es tarea colectiva, diversa, plural. Somos conscientes de estar transitando un momento histórico fundamental y estamos decididos a ser protagonistas de este cambio de época. Nos han educado durante mucho tiempo para la impotencia, para el no se puede, nos quieren hacer creer que lo nuestro nada vale, que no tenemos la capacidad o la constancia para valernos como nosotros, como país. Nos quisieron meter en el alma la certeza de que la realidad es intocable, nos quieren convencer que son tan grandes las dificultades que es mejor que nada cambie. Quieren hacernos creer que no hacer nada nuevo es la única opción realista. Creemos, sin embargo, que nuestro futuro será hijo de nuestra capacidad para articular respuestas colectivas y solidarias de nuestro compromiso con la defensa del interés conjunto. Intentando superar el infierno en que caímos, sabemos que estamos recuperando la esperanza y que debemos adueñarnos de las herramientas para construir nuestra autonomía. Para dar continuidad al cambio se deben superar de raíz los problemas de arrastre, creando las condiciones para una estrategia de desarrollo a largo plazo. Un problema de arrastre central y condicionante, es nuestra deuda.

En el día de la fecha, hemos tomado las decisiones institucionales, que nos permitirán destinar nuestras reservas de libre disponibilidad al pago de la deuda total con el Fondo Monetario Internacional. Hace 50 años que viene siendo motivo de nuestros desvelos. La República Argentina abonará anticipadamente al Fondo Monetario Internacional, a fin de año, la suma total adeudada de capital de 9.810 millones de dólares. Nuestros vencimientos para el 2006 sumaban 5.082 millones de dólares; en el 2007 ascendían a 4635 millones de dólares, para complementar en el 2008 unos 432 millones, de igual moneda, anticipando de este modo nuestros pagos para la cancelación total, concretamos un ahorro en intereses de casi mil millones de dólares. Como el costo de financiamiento con el organismo supera el rendimiento obtenido por colocación de las reservas, la diferencia se incluye en aquel ahorro directo. Al destinarse el pago de reservas de libre disponibilidad se garantiza un efecto monetario neutro. La medida puede adoptarse en función de la solidez que el modelo de producción, trabajo y crecimiento sustentable, con inclusión social, que venimos aplicando va adquiriendo. Sin apoyo alguno del Fondo Monetario Internacional y sobre la base de la sustentabilidad del superávit fiscal y externo que mantenemos, así como la solvencia económica lograda. A su vez la magnitud de este fuerte desendeudamiento, junto con el nuevo perfil de la deuda que ya hemos reestructurado, contribuirá al fortalecimiento y la previsibilidad del proceso de recuperación, expansión y transformación, que venimos protagonizando los argentinos”.

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