Por Hernán Andrés Kruse.-

El lunes 17 de febrero el presidente de la nación y Jonatan Viale dieron, sin proponérselo, una clase magistral de fornicación del periodismo independiente. La opinión pública tuvo conocimiento de este hecho indigno gracias al periodista Ari Lijalad, quien compartió en su cuenta de X un clip del video en el que se observa a Milei expresándole a Viale lo siguiente: “Che, pero ¿no era que se pactaban las preguntas?” La respuesta, en tono risueño, de Viale estremece: “Sí, sí, éstas me las anotó Adorni; Karina y Caputo éstas otras”. A partir de ese momento el hijo de don Mauro retomó el tema de la causa que señala al presidente por supuesta estafa y asociación ilícita. Milei insinuó que su defensa jurídica quedaría en manos del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. “¿Libarona seguirá toda la estrategia judicial?”, insistió Viale. “Bueno, es ministro de Justicia, o sea, digamos, es el que entiende del tema”.

A partir de ese momento la entrevista se centró en un tema por demás relevante: la pretensión de Milei de convencer a la opinión pública de que al tuitear sobre la conveniencia de hacer negocios con la criptomoneda, lo hacía en carácter de ciudadano común y no como presidente. “Sí, recordó Viale, pero ya te diste cuenta de que no, que sos presidente, me lo dijiste antes”. “Sí, pero mi cuenta es personal”, insistió el presidente, no percatándose de que al ser presidente todas sus acciones y decisiones, por más privadas que sean, son cuestiones de estado. “¡Pero sos el presidente!”, insistió Viale. En ese momento la conversación fue interrumpìda por Santiago Caputo, quien le pide a Viale “cortar”. El asesor se acercó al presidente para hablarle en voz baja y Viale manifestó: “Sí, yo entiendo, me doy cuenta: te puede traer un quilombo judicial”. Segundos más tarde el hijo de don Mauro le consultó al presidente: “¿cómo veníamos?”. “No sé, volvé a preguntar sobre $LIBRA, ¡qué se yo!”, propuso el presidente. “Dale, vuelvo desde ahí”, contestó Viale (fuente: Perfil, 18/2025).

En la entrevista, Jonatan Viale no actuó como periodista sino como operador político. Pero para ser honesto intelectualmente, debo reconocer que el hijo de don Mauro lejos está ser el único periodista que actúa de esa manera. En la vereda de enfrente, unos cuantos periodistas de C5N operan en favor del kirchnerismo, más específicamente, me parce, en favor del gobernador bonaerense. Ahora bien, la pregunta que cabe formular es la siguiente: ¿se puede ejercer el periodismo de manera independiente en la Argentina? La respuesta se cae de madura. Los periodistas son empleados de los grandes medios de comunicación. En consecuencia, trabajan en relación de dependencia, lo que significa que dependen de los dueños de los multimedios. Si en lugar de Viale hubiera estado un periodista de C5N, y si en lugar de Milei hubiera estado Kicillof, dicho periodista hubiera actuado tal como lo hizo Viale. En definitiva, quienes trabajan en los grandes medios de comunicación no son periodistas sino operadores políticos, actúan al servicio de “la casta política”.

La relación entre periodistas y políticos es fascinante. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Andreu Casero Ripollés (Universidad Jaume I (Castellón, España) titulado “Modelos de relación entre periodistas y políticos: La perspectiva de la negociación constante” (Estudios sobre el Mensaje Periodístico-2008). El autor distingue cinco modelos de relación entre el periodismo y la política. “Su identificación, aclara, se basa en la articulación de dos grandes ejes: el grado de independencia o dependencia de los periodistas respecto de los sujetos políticos, es decir su nivel de autonomía profesional, y la naturaleza conflictiva o cooperativa de los vínculos que los unen”.

1) “El primero es el modelo adversarial que se encuentra anclado en la teoría liberal, procedente del siglo XVIII. Sus orígenes y expansión se sitúan en los Estados Unidos gracias a la existencia de una asentada tradición de libertad de prensa, férreamente protegida y salvaguardada constitucionalmente. En este contexto, el periodismo se concibe como un cuarto poder o un verdadero “gobierno en la sombra”. Su función estriba en supervisar sistemáticamente la actuación del sistema político e informar de la misma a los ciudadanos, para que éstos puedan obrar en consecuencia. Actúa, así, como contrapeso, desde una perspectiva netamente defensiva, para evitar los abusos del poder político y proteger tanto los intereses públicos como los valores democráticos. Lejos de desarrollar un papel subordinado a las directrices políticas, los periodistas sólo deben lealtad a su público, al conjunto de ciudadanos. En su nombre, llevan a cabo una intensa labor de vigilancia, escrutando la acción política a modo de perro guardián (watchdog), desde una posición de obligada independencia y equidistancia basada en el predominio de la ideología de la objetividad. Una tarea que tuvo en el mítico caso Watergate (1972), que costó el cargo al presidente estadounidense Richard Nixon, uno de sus puntos culminantes. La asunción de una constante actitud de control y fiscalización de la actuación de los políticos genera múltiples tensiones entre éstos y los periodistas. La relación entre ambos ámbitos se articula a partir de la rivalidad y la desconfianza mutua. Esta circunstancia se traduce en la aparición de frecuentes enfrentamientos y en la puesta en práctica de campañas de hostigamiento”.

2) “En el extremo opuesto, se sitúa la segunda modalidad de relación entre periodistas y políticos. Se trata del modelo colateral que se caracteriza por el predominio del paralelismo político. Los periodistas aparecen, aquí, como portavoces de puntos de vista similares a los sostenidos por partidos e instituciones políticas, hecho que los convierte en paladines de ideas y posiciones defendidas por sujetos del sistema político. Pese a que conservan su independencia aparente y formalmente, actúan respondiendo a pautas trazadas por la clase política. El sistema mediático se ve subordinado, así, a la lógica política, perdiendo parte de su autonomía profesional. Su sometimiento a directrices y objetivos propios de los actores políticos los coloca, con mayor o menor grado de intensidad en función de cada caso y cada contexto, bajo los parámetros de la instrumentalización política. Se trata, pues, de un periodismo “complaciente”, en el que predomina un tipo de profesional que asume un papel de abogado o de “defensor”, encargado de sostener en la esfera pública central una determinada opción política o una ideología”.

3) “El tercer modelo que da cuenta de las relaciones entre periodistas y políticos es el de la competición. Bajo esta perspectiva, ambos ámbitos pugnan por controlar la definición de los problemas políticos que afectan a la ciudadanía y de las percepciones públicas a ellos asociadas. En este contexto, las organizaciones mediáticas buscan un poder de influencia alternativo al detentado por los partidos e instituciones políticas. En esta lucha por el dominio de las representaciones simbólicas colectivas, los periodistas “hacen política”, bajando al mismo terreno en el que se mueven los actores políticos y disputándoles el espacio. En juego están los mismos objetivos: el liderazgo de la opinión pública, el consenso, la credibilidad y la legitimación. Para alcanzarlos, los periodistas están dotados de un elevado grado de autonomía y se encuentran distanciados de los sujetos políticos, con quienes rivalizan. Pese a ello, el conflicto no aparece como la única opción, como en el caso del modelo adversarial, que guía la interacción entre periodistas y políticos. La competición entre ambos sistemas puede asumir, en algunas ocasiones, otras formas, asociadas a una naturaleza de carácter cooperativo”.

4) “La cuarta variante que recoge la relación entre periodistas y políticos corresponde al modelo del intercambio. Su punto de partida estriba en la mutua dependencia existente entre ambos sistemas. Esta necesidad recíproca provoca que tanto los actores mediáticos como los políticos prefieran el acuerdo al conflicto. Sus interacciones pasan, así, a configurarse desde la primacía del intercambio de recursos. Bajo esta visión pragmática, se instaura una colaboración táctica a largo plazo, orientada a la obtención de beneficios para ambas partes. En estas condiciones, en muchos casos, la relación entre periodistas y políticos se conforma desde de los parámetros del clientelismo. Así, por ejemplo, un medio televisivo ofrece un tratamiento informativo favorable al Gobierno y, paralelamente, arremete contra sus rivales políticos como pago por la obtención de nuevas concesiones administrativas o licencias de emisión para abrir nuevas estaciones de radio o establecer nuevos canales de televisión, potestad que se encuentra bajo el control gubernamental”.

5) “El quinto patrón corresponde al modelo de la negociación constante (…) Actualmente, los actores políticos se ven en la necesidad de relacionarse con el sistema mediático y, especialmente, con la televisión, para entrar en contacto con la ciudadanía. El predominio de las modalidades comunicativas basadas en la heteroproducción provoca que la acción política deba fundarse obligatoriamente a partir de la presencia estructural y funcional de los periodistas en la esfera pública. En estas condiciones, la interacción entre ambos ámbitos pasa al primer plano, situándose en el origen del modelo de la negociación constante. Este patrón entiende la relación entre periodistas y políticos como el fruto de la interacción continua entre estos dos sistemas sociales dotados de relativa autonomía. Esto implica que las transacciones se llevan a cabo, a priori, desde posiciones de igualdad de condiciones. Es decir, como punto de partida, ningún sistema se ve sometido al otro, sino que cada uno conserva cierto grado de independencia. El periodismo no está subordinado a la política ni a la inversa, aunque esta situación puede alterarse en función de la naturaleza y la forma que tomen las interrelaciones entre ambos ámbitos. La negociación entre los actores mediáticos y los sujetos políticos se basa en el establecimiento de relaciones de recíproca influencia. Los dos sistemas se ven atravesados por diversos condicionamientos mutuos. Los periodistas necesitan de la materia prima proporcionada por los sujetos políticos para elaborar sus noticias y, por ello, les concede el estatus de fuentes informativas privilegiadas. A su vez, al producir y difundir imágenes sobre la política, el periodismo afecta a las modalidades de funcionamiento del sistema político, que debe respetar, aceptar y adaptarse a sus lógicas narrativas y a sus exigencias técnicas internas si desea relacionarse eficazmente con los aparatos mediáticos, y aprovechar su potencial simbólico en beneficio propio. El sistema mediático asume, así, un rol de sujeto de influencia dentro de la actividad política”.

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