Por Alfredo Nobre Leite.-

Es inadmisible e insoportable que con motivo del Día Internacional de la Mujer, que un grupo de inadaptados, energúmenos -lesbianas, prostitutas, homosexuales- hayan agredido a la Catedral de Buenos Aires -es la Casa de Dios, les informo a esos marginados sociales-, teniendo la Gendarmería que instalar un vallado para guarnecer el Templo, que procuraban vejar, tirando todo tipo de elementos para ensuciar y herir a los agentes del orden. Lo cual, me recuerda que hace años, Hebe de Bonafini, la autotitulada Madre de Plaza de Mayo, utilizó el Altar Mayor de la Catedral como baño público.

Considero que llegó la hora, ante el desmadre de las concentraciones y cortes diarios de la vía pública, impidiendo la libre circulación de la ciudadanía, por elementos politizados del conurbano bonaerense exigiendo dádivas, para vivir a costa del prójimo, que pagan las personas que trabajan y no reclaman nada al Estado -salvo la tranquilidad para desarrollar actividades lícitas-, ante la pasividad de las autoridades; de que el presidente Mauricio Macri haga respetar el principio de autoridad. El ciudadano está en su derecho de peticionar civilizadamente por derechos que crea corresponderle, pero de ninguna manera se puede seguir admitiendo actitudes propias de cavernarios, que violan palmariamente la convivencia civilizada, y para ello hay que aplicarles el Código Penal a todo aquel que crea estar por sobre la ley, y para ello el jefe de Estado debe hacerse respetar, es decir no permitir nada que esté fuera de las normas civilizadas, como ejemplo para lesbianas, prostitutas o homosexuales de esa fauna que considera con derecho a insultar, perturbar, agredir a periodistas y a gentes del orden. Hay que decirles ¡BASTA!; y ante cualquier desmán o desvío de las normas de convivencia, aplicarles todo el peso de la ley.

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