Por Oscar Edgardo García.-

Cristina Fernández demuestra un inigualable conocimiento de las estrategias de manipulación masiva.

Sus sistemáticas y organizadas manifestaciones públicas son instaladas gradual y certeramente en los medios de comunicación orientando la atención del público hacia temas fuera de contexto, irrelevantes o banales y al mantener las mentes ocupadas en ellas logra la distracción suficiente como para desplazar del escenario a temas más importantes o a decisiones que son impopulares.

Sus discursos impregnados de emotividad persiguen generar emociones que en el inconsciente de los individuos hace que capten el contenido global del mensaje pero no sus elementos específicos y de este modo neutraliza la capacidad opinante.

Generalmente en la retórica de sus mensajes visuales emplea lenguaje, gestos y actitudes que simulan ser conciliatorios e impregnados de una cierta dosis de ingenuidad pero el propósito oculto detrás de ellos es neutralizar las resistencias negativas de la gente hacia su imagen y su sentido crítico.

Asimismo, en su oratoria expone datos meramente anecdóticos sin dar a conocer la esencia de la realidad de manera tal que no le brinda a la gente los elementos necesarios para que pueda analizarla por sí misma.

En definitiva, todas sus estrategias de manipulación masiva tienen por objeto mantener a todo el mundo bajo su perspectiva y tal como le conviene a sus propios intereses y objetivos.

Claro está que depende de cada individuo dejarse manejar pasivamente u ofrecer resistencia hasta donde le sea posible pero,  ciertamente, bajo cualquier circunstancia sus estrategias de manipulación arrojan resultados positivos de manera masiva.

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