Por Luis Américo Illuminati.-

«Hay una especie de vergüenza en ser feliz ante la visión de ciertas miserias» (Jean de La Bruyère, Los Caracteres).

Nunca más oportuna una frase como la que encabezamos esta nota. Conviene aclarar que una cosa es la miseria y otra cosa es un miserable. La miseria no es podredumbre ni corrupción sino más bien estrechez y pobreza, indigencia, desgracia, carencia, infortunio. En cambio, la definición de miserable es un sustantivo que se aplica al individuo ruin o canalla y también se usa para definir al individuo extremadamente tacaño y egoísta.

Víctor Hugo escribió su inmortal obra «Los Miserables», donde describe magistralmente varios caracteres. De un lado, Jean Valjean, abandonado de la fortuna, inocente de un delito por el cual es condenado y encarcelado en una lóbrega prisión de donde consigue escapar, y, en las antípodas morales, está el Inspector Javert. La empatía y la caridad están representadas en el obispo Myriel, a quien Valjean, desesperado, le había robado un juego de platería. Las autoridades lo detienen, pero el sacerdote, en lugar de presentar denuncia, le obsequia unos candelabros muy valiosos, gracias a los cuales inicia una nueva vida. Hasta qué punto los personajes ficticios de la novela de Víctor Hugo cobran vida en la realidad argentina. La actitud de aumentarse subrepticiamente los senadores sus dietas a cifras astronómicas, sin debate y a mano alzada, en menos de 2 minutos, los ha distanciado a años luz de la gente. La ciudadanía masivamente ha repudiado a este hecho insolidario. No hay nadie en la Argentina que se solidarice con ellos. La sanción moral del ciudadano se ha pronunciado categóricamente. Dicho gesto -bochornoso- es un acto típico de la «casta» que se niega a renunciar a sus irritantes privilegios. Y puestos en una emergencia, son los primeros en salvarse ellos. Lo cual quedó demostrado con el escándalo del «Vacunatorio Vip» durante la horrible gestión de Alberto y su ex ministro de Salud de Ginés González García, actualmente imputado bajo proceso.

Situación de naufragio. Mezquindad y Heroicidad.

Es más que probable que los miembros de la «nada honorable» Cámara de Senadores de la Argentina -sobre todo, los que votaron el sideral aumento de sus menguadas dietas- de haber sido pasajeros del Titanic, en el momento del naufragio, habrían reclamado su lugar de privilegio en los botes salvavidas. Cuando el Titanic se hundió, llevaba a bordo al millonario John Jacob Astor IV. El dinero de su cuenta bancaria fue suficiente para construir 30 Titanic. Sin embargo, ante un peligro mortal, eligió lo que consideraba moralmente correcto y renunció a su lugar en un bote salvavidas para salvar a dos niños asustados. El millonario Isidor Straus, copropietario de la mayor cadena estadounidense de grandes almacenes, «Macy’s», que también estaba en el Titanic, dijo: «Nunca subiré a un bote salvavidas antes que los demás hombres». Su esposa, Ida Straus, también se negó a abordar el bote salvavidas, cediendo su lugar a su recién nombrada criada, Ellen Bird. Decidió pasar sus últimos momentos de vida con su marido. Estos individuos ricos prefirieron desprenderse de su riqueza, e incluso de sus vidas, antes que comprometer sus principios morales. Su elección a favor de los valores morales destaca la dignidad de la naturaleza humana, donde hay héroes y villanos, unos se sacrifican y mueren con grandeza y los otros sobreviven con vergüenza.

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